La historia se repite

La horrible cirujana que, apoyada por los fascistas, se hizo con la Alcaldía, sigue ejerciendo con sus maneras en conseguir la nada para Gijón. A su zaga, y a menos de una cabeza de distancia, van sus socios del PP que tampoco saben muy bien qué hacer con la ciudad. Bueno, también tienen un incrustado residuo político en su equipo, concejal no adscrito, escindido de los ultras, que han puesto al frente de los circenses y que ya ha cosechado algún que otro sonado tropezón político.

A los concejales gobernantes se les llena la boca mentando a los informes técnicos. Informes que alguien tiene que preparar. Esto se puede hacer de dos maneras: los propios funcionarios de la casa se ponen manos a la obra o se encarga a una empresa externa, aunque los pliegos para su contratación, también son los funcionarios quienes los tienen que preparar. En uno u otro caso, son los concejales delegados quienes tienen que alentar y priorizar esos trabajos y aquí está el problema: no se atreven; quieren quedar bien con todo el mundo y que en los medios de comunicación todo sean loas a su trabajo. Eso es imposible. Gobernar, es decir, tomar decisiones, significa quedar mal siempre con alguien y también existe el riesgo muy probable que en los medios no todo sea incienso.

El solarón no está ahí para ser un parque, sino una zona residencial y con sus bajos comerciales que aporte cuantos más recursos económicos mejor a la operación de las vías. Si la mujer esta que manda quiere un parque, que encuentre los dineros, pero sin machacarnos a los ciudadanos con mayores exacciones. Lo demás es populismo barato, como es lo del túnel de Jove: anestésicos sociales que no solucionan los problemas y que servirán para ganar tiempo hasta el final de este mandato. Una vez llegados al final, se echará la culpa de la inacción a terceros: la oposición, el Gobierno del Principado, el general del Estado y a quien haga falta.

La formación política mayoritaria, en minoría eso sí, tendría que haber tomado la matrícula ya a estos señores diletantes políticos y no dejarles resquicio para tomar aire. Frente a la demagogia, no hay razones ni sensatas argumentaciones: toca en estos casos un cierto descaro, una actuación de acuerdo con actitudes y palabras que guste escuchar a una ciudadanía adormecida por las infografías y los falsos argumentos. Lo demás es perder un tiempo precioso que a esta villa marinera le va faltando. Ya es desgracia que se repita de nuevo el mismo cuento al que asistimos impotentes entre 2011 y 2019. Llevamos un año y la actuación es calcadita: misma persona, idéntica actuación.

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