Bienvenidos a la realidad

Superado el susto de la semana que proporcionó el presidente Sánchez a propios y extraños, la res pública volviera a su propio son en esta villa marinera, a pesar de que el Centro de Investigaciones Sociológicas indicara que un dieciséis por ciento de la población encuestada declaró que no se había enterado del órdago presidencial.

Así que, aproximadamente a la misma hora que en la Moncloa Sánchez despejaba la duda de su continuidad, José Antonio Santano, secretario de Estado de Transportes y Movilidad, presidía en las consistoriales gijonesas el consejo de administración de la sociedad Gijón al Norte. Como todos sabemos, esta sociedad, formada por el ministerio, el Principado y el Ayuntamiento, es la encargada de tratar el asunto de las estaciones. Pero esto, tan importante para el buen desarrollo de nuestras comunicaciones y devenir ciudadano pasó a segundo plano: lo que importaba ayer era la futura obra de los accesos a El Musel.

Santano llegó pronto a la ciudad en coche y se dirigió directo al hospital de Jove para ver desde aquel altozano el valle por el que habrá de discurrir el nuevo acceso. Mientras, en la plaza Mayor, un puñado de diletantes de asociaciones vecinales esperaban con sus pancartas reivindicativas. Se enfadaron al enterarse que el prócer ministerial había ido a ver el territorio sin avisarles y decidieron marcharse. Creen estos pocos ciudadanos que el resto del mundo los ha de tratar como si ostentaran algún tipo de representación, sin darse cuenta que solamente un puñado de ediles les hacen caso. De ahí su enfurruñamiento. Santano vino a lo suyo y pasó de los habituales cuatro activistas de caleya: bien hecho. Tampoco avisó a otras instancias que, probablemente, se habrán sentido tan frustradas como los de la pancarta por no haber sido convocados a la kermesse de Jove, pero disimularon y asistieron al consejo de la sociedad del plan de vías.

Necesariamente tendrá que haber casitas para colaborar en la financiación de la operación y la cantidad obtenida de la venta de las parcelas deberá ser tan suficiente como haga falta, sin hacer caso a ilusiones de unos mandatarios locales que, en lugar de gobernar, hacen declaraciones a golpe del gusto de los otros cuatro gatos ecologetas que piden verdor a troche y moche.

La lección de Santano tiene la virtud de haber puesto las cosas en su sitio y apretar las tuercas a un gobierno municipal que vive su particular sueño de la razón del que no llevan trazas de despertar. Mal asunto para quienes viven instalados en la nube de unas ensoñaciones que los hace creerse los reyes de un mambo interpretado por una orquesta tipo Titanic. Alguien tendría que habérselo advertido seriamente con más antelación.

Lo que se lleva ahora

Nada hay peor para la buena marcha de una obra pública, edificio o infraestructura viaria, que montar asambleas o plebiscitos. Y a estos mandamases corporativos les encanta llenarse la boca con las convocatorias a reuniones, encuentros con colectivos y demás zarandajas para anestesiar a la opinión pública. Lo que se lleva estas semanas es el vial de acceso a El Musel. Para la despreocupada cirujana tiene la ventaja de que no depende de ella ni de su amiguito del alma, el menguante hombrín de Laviana: el malo está en Madrid y se llama Óscar Puente, ministro de Transportes.

Opina todo el mundo, unos de los últimos los del Colegio de Ingenieros de Caminos que han puesto en circulación un informe que lo aguanta todo: por un lado, da la razón a los que desean el túnel, por la otra, comparte ciertas reticencias con el ministerio, es decir, como si no hubiera informe, tal es su afán por no quedar mal con nadie y que todos tengan un párrafo al que agarrarse para esgrimir a favor de sus tesis. El informe de los camineros tiene una virtud: viene a confirmar que se trata de una cuestión de manteca, ¡ah, el vil metal!

Sabe el ministro responsable, que antes de serlo fue alcalde, que no hay como amarrar bien los cordones de la bolsa de los doblones y que a los regidores de las ciudades y pueblos les llega el cansancio de pedir siempre por lo mismo y terminan encontrando otros asuntos en los que centrar sus preocupaciones. Y, si esto pasa con la alcaldesa, imaginemos lo que habrá con el también ocasional habitante de Suárez de la Riva: el tío se ha limitado a decir que él está a lo mismo que deseen los vecinos, pero se ha guardado mucho de que se le escape que va a mover un solo dedo o poner ni un óbolo para contribuir a la obra. Que pague el ministerio. Y si no lo hace, allá ellos en sus despachos a los que no llegan las patéticas palabras de las mínimas entidades vecinales de la localidad.

Tampoco se escuchan palabras bonitas desde el mismo Ministerio respecto al Solarón: habrá casitas y si el consistorio quiere parque que lo pague a la entidad Gijón al Norte, que no anda el horno para bollos. Un equipo municipal de gobierno que se comporta como si estuviera en la oposición: palabrería, pero sin poner un duro. Mucho discurso y pocas realizaciones. Es curioso como el mismo electorado ha sido capaz de confundirse dos veces con los mismos. No tenemos enmienda: para esto es para lo que da la derecha de esta equivocada villa marinera. Sin duda, lo merecemos.

Exigimos demasiado

Es una cosa extraña que los terrenos de la ampliación portuaria se oferten en el mercado como área industrial, una especie de polígono, mientras que la Zalia, prevista para esos cometidos, yazca criando yerbajos sin electricidad, porque no hay dinero para construir una subestación eléctrica que aprovisione de energía a la zona. Ya puestos a mirar un poco de cerca la construcción en la explanada portuaria de la fábrica de componentes para baterías de los autos eléctricos, hay que preguntarse por cuántos barcos movería su implantación en el interior portuario: sería raro que se acercaran a los tres al mes. Y eso en un momento de especial movimiento. Pero nadie dice nada y todos se muestran encantados. Llegados a este punto, cabe otra pregunta: ¿para qué quiere el Gobierno del Principado tener el control del órgano de administración de la Autoridad Portuaria, es decir, de su consejo de administración? Tampoco se encuentra explicación a la presencia en la vicepresidencia de dicho órgano administrador de la cirujana alcaldesa, cuando en realidad a la APG parece importarle un comino, a la vista de lo que hay, lo que opine el Ayuntamiento de la localidad. Todas estas cosas vistas a ojo de gaviota, desde arriba, por el ente Puertos del Estado no son rechazables mientras nuestro puerto facture para amortizar la deuda contraída por la ampliación. Se ha vuelto a los viejos tiempos de la opacidad, cuando las cosas portuarias se dirimían en las covachas muselinas. Los actores de hoy son otros a los de hace cuatro o cinco lustros, pero le han pillado el gusto a la ocultación. Y así estamos. Entre los integrantes del consejo portuario, solamente parece poner interés la Abogacía del Estado en que los asuntos, por lo menos, salgan adelante sin formas chapuceras, como parece estar ya sucediendo con el convenio de los antiguos terrenos de Naval Gijón.

No miremos al puerto, el pobre, y enfoquemos a las estaciones y el Solarón para el que unos bienintencionados ciudadanos piden mucho verde y nada de casitas. Y ahí tenemos al moriyonato reivindicando el verde. Tampoco nadie se pregunta de momento quién pagaría la broma. Coincide que es el mismo ministerio, el de Transportes de Óscar Puente, el que anda metido por el medio a través del Adif, presente en la mitad del capital de la sociedad Gijón al Norte. Esas dilaciones a las que asistimos están en el fondo de los retrasos de las estaciones y el metrotrén, no nos llamemos a engaño. El Ayuntamiento pide mucho verdor y los demás paganinis cierran el pico. No están el ministerio ni el Principado en pagar alegrías verdes. Esa es la cosa: ahora vayan a Transportes y exijan túneles por Jove.

No lo merecemos

El ejemplo, parece ser, para la relación del Ilustre Ayuntamiento de Gijón con el ministerio de Transportes es la baronesa Tita Cervera que, para impedir la tala de unos árboles en el madrileñísimo paseo del Prado, se encadenó allí mismo a uno. El despliegue mediático fue formidable. Debió aquella kermesse mediática quedar grabada en la cabeza de los mandamases foristas de esta postergada villa marinera y, mediante declaraciones de domingo en estos papeles del concejal Martínez, que están dispuestos a encadenarse a la puerta del ministerio de Óscar Puente si no se accede a sus pretensiones de un acceso que no sea por Jove y en superficie. Estaría bien la foto de la aparentemente reivindicativa cirujana encadenada como la antigua Miss. La expresión del edil Jesús Martínez es indicativa de cómo entienden los foristas las relaciones entre instituciones: algo así al estilo de la frivolidad del papel cuché. Serían felices de salir en los medios como celebridades del espectáculo en los programas televisivos de cotilleo o en revista de papel cuché, pero de sustancia, nada lamentablemente. Y por estas maneras y su indigencia política en el ámbito regional o nacional les pasa lo que les pasa. No vale venir a contarnos que su gran medida, último recurso, tras misivas de reclamaciones grandilocuentes, sea una acción tipo mundo del espectáculo. Hay asociaciones ecologistas que demuestran un poco más de imaginación en sus actividades reivindicativas.

Es también otra muestra de indigencia política el poco caso que el hombrín de Laviana, instalado en el palacete de Suárez de la Riva, al acometer el asunto, más preocupado en su relación con el ministerio de marras, sus cuitas con la empresa Talgo o las obras de la madrileña estación de Chamartín. A este ciudadano le interesan poco, según se percibe, las cosas gijonesas: ni estaciones de tren o bus ni accesos al Puerto ni la Zalia; todo eso no queda en parte alguna de las cuencas irredentas en la que no tiene importancia continuar con el despilfarro de fondos europeos resilientes o no. Definitivamente, pasamos como villa y concejo un mal momento. La política, dicen, es cuestión de personas: poca chicha por la parte del mando y por la de las entidades de la sociedad civil. No sabe uno de qué clase serán los sentimientos de unos ciudadanos de La Rioja, Murcia o Cantabria, pero esto de ser un caladero de votos pequeñito es un fastidio. Y ahora que venga a explicárnoslo otro fenómeno de la naturaleza política: la delegada del Gobierno. Lo de esta mujer, Delia Losa, tiene poco pase. Es muy difícil comparecer e intentar la defensa de la actuación de un ministerio que pasa olímpicamente de nuestra ciudad. De momento, seguimos condenados.

Malas prácticas

El conde de Revillagigedo, descendiente de los caciques gijoneses del mismo título, persiste en colocarnos su patrimonio heredado a los gijoneses. Aparte de dar su parecer sobre la titularidad de la propiedad del palacio de la plaza del Marqués, ahora ofrece casona y terrenos en Deva: al parecer la casa se le queda grande y considera oneroso su mantenimiento. Dice tener ofertas, pero él prefiere que sea «para Gijón». Su nivel de desahogo es enorme. Todos quieren meter mano en el cajón del pan del procomún: los orlegis mexicanos, los condes arrumbados, el ministerio de Transportes y hasta el hombrín lavianés de Suárez de la Riva nos pierden el respeto. Estos de Foro, con la cirujana al frente, tienen que ir a unos cursillos de resistencia ante los jetas de la vida.

Cuando la ciudad rodea al puerto, el puerto está perdido. De ser un bien económico, pasa a ser un problema ciudadano. Los habitantes de los entornos portuarios se quejan de todo aquello que es inherente a su actividad: el ruido, los tráficos terrestres de mercancías, el polvo que se levanta de los minerales que se acarrean. El Musel no ha escapado a esta maldición. Para moderar esta inestable relación puerto-ciudad están las autoridades políticas, ellas deben poner los paños calientes y escuchar a la ciudadanía, pero también atender las necesidades portuarias y a las de todos sus agentes intervinientes. Cuando eso no se sabe hacer, mala cosa. A nadie mejor que a los gijoneses interesa que esas relaciones sean lo más fluidas que permitan una convivencia cómoda. Ello requiere una unidad de ideas, ya que los intereses han de ser necesariamente los mismos. En Gijón hay poco entendimiento, seamos realistas. Y parte de ese interés es el del propio gobierno del Principado que para eso domina el mando en el órgano de gestión portuario.

En este caso, la gran fricción ha brotado llegada del ministerio de Transportes que se ha venido atrás en un túnel para el vial de acceso portuario y que evite molestias a las personas. Probablemente, han encontrado mejor destino a los dineros destinados a esta obra para otros compromisos ministeriales.