Impropias amistades

Se acercan inexorables las ominosas y chabacanas festividades del Carnaval con sus disfraces, sus charangas de mal gusto y sus tremendos e insoportables ruidos. Todo ello bien regado por el líquido monetario público que dispones premios, subvenciones, corta calles, organiza desfiles, pone, pasea, mata y entierra sardinas, gasta en seguridad e impone a una mayoría ciudadana pacífica la diversión de una minoría descerebrada de alborotadores. Esto es así desde que hay corporaciones democráticas porque el franquismo las había prohibido y, como reacción, creyeron las corporaciones de la España recién liberada de la dictadura poner festejos en pleno invierno como si todo fueran las islas Canarias o Cádiz. En nuestra jaranera villa marinera gusta mucho a las Corporaciones de todo signo organizar el lío con el beneplácito de los chigreros varios que ven muy bien eso de la diversión: saben que sin la desmesurada ingesta de alcohol el público no sabe divertirse y se frotan las manos porque las administraciones locales pongan la manteca a raudales. La imposición de la fiesta por la fiesta es una malsana costumbre que dice muy poco de nosotros mismos como sociedad.

Sin embargo, ¿a qué organizar Carnavales si no hay semana que no tengamos alguno o algunos que llevarnos a la boca a cada semana que pasa? Veamos uno bien enorme: el chantaje al que los Mittal están sometiendo a las autoridades de las administraciones públicas, tanto la general como la provincial, a costa de sus factorías metalúrgicas asturianas para sacarles cuanto más unto mejor. Esto que vemos todos, va y lo dice el primer secretario socialista de la localidad y le saltan a la yugular el tándem formado por la cirujana alcaldesa y el hombrín de Laviana, mandamás de la provincia, porque deja caer, como última posibilidad, la propiedad pública de la empresa. Lo critican de consuno con parecidos argumentos, y hasta la alcaldesa con menciones «ad hominem», como si la participación en política fuera cosa fea. Pues muy bien dicho por Monchu García y mal por el par de amiguetes que, sin matices entre izquierda y derecha, son alcaldesa gijonesa y presidente asturiano.

Recogidos

Corrían los primeros ochenta y en la puerta de la radio en donde uno prestaba sus servicios compareció un repartidor con un llamativo ramo de flores: era para una redactora. En todos los años siguientes, nunca he vuelto a vivir una situación similar. El remitente era un joven político popular, el ovetense José Ramón García Cañal, que ya apuntaba maneras y carguito. Hoy, tras múltiples destinos de representación, el mando le ha apeado de toda responsabilidad y, quizás para que alcance una cotización adecuada en la Seguridad Social, ha ordenado que sea recogido en Gijón, Ayuntamiento que le ha colocado como nuevo gerente de la empresa de la basura. La situación es curiosa, porque se nos hace raro que en todo el PP gijonés y aledaños no hayan encontrado una persona para fungir de gerente de Emulsa y pusieran a un veterano de Carbayonia para dirigir las operaciones de residuos, cuidado de jardines, playas y demás labores medioambientales. En definitiva, un sapo que han tenido que digerir entre el interesado y los dirigentes populares gijoneses. Lo más llamativo es que, tan extraña operación, ha ocurrido como si fuese algo tan normal, cuando es de lo más extraño, a no ser que el “independiente” y peculiar alcalde carbayón no haya querido encontrarle hueco en su predio consistorial. Eso o que los mandamases provinciales del partido de la derecha no hayan ni tan siquiera osado proponerlo y lo hayan facturado directamente a Gijón, seguro que para cierta incomodidad de la otra parte del bipartito con bisturí. No merecía García Cañal un final político así, por mucho que, por lo menos, le salven sueldo y cotización.

Los terrenos de Naval Gijón están en el candelero municipal y se han convertido en uno de los temas recurrentes de los regidores locales. Tanto ventilar sobre los usos de esos suelos, que si para la economía azul, que si para el uso y disfrute de la ciudadanía, que si para el turismo y, como no, con su toque hostelero, que nos tememos se convierta todo en monumental tiberio burocrático y un lío de gestión. Se nos está vendiendo una moto con dibujitos muy vistosos, pero el Ayuntamiento no ha puesto ni un duro en la caja de la Autoridad Portuaria y ni tan siquiera negociado con la parte del cuarenta por ciento privado. No hace falta más que conocer un poco acerca de los tiempos de los procedimientos administrativos para percatarnos que al gobierno municipal le pillará el final del mandato sin hacer carrera en esa parcela de El Natahoyo. Por ahora, tan solo láminas de colores y mucha palabrería. Así son las cosas del Foro de esta maniobrera cirujana. No esperemos nada por este lado.

Gentrificación

Banderita tú eres roja, banderita tú eres gualda y así de seguido con aire zarzuelero. La decisión gubernamental de que el inicio de los fastos conmemorativos del CC aniversario de la fundación de Cuerpo Nacional de Policía fuese una oleada de izados de la enseña nacional en aquellas plazas en las que opera dicho cuerpo no deja de ser curioso: y, por todo el territorio, autoridades e invitados asistieron, ateridos de frío, a los diferentes izados y todos tan contentos. No faltó el acto en nuestra tranquila villa marinera, una localidad que presume de ser de las más seguras y en la que los funcionarios del 091 gozan de un mayoritario aprecio, menos los malos, claro. Probablemente anden escasos de personal a juzgar por la lentitud de algunos trámites burocráticos y habría que recordar a las autoridades, encabezadas por la delegada del Gobierno, que no basta con las palmaditas en la espalda, sino velar porque todos los departamentos policiales tengan un número suficiente de funcionarios.

Otros empleados públicos, esta vez de la administración local, andan dándole vueltas para asesorar a los concejales de gobierno para poner coto a lo que en otras ciudades de España es ya una situación insostenible: los pisos turísticos que echan, literalmente, a los vecinos de sus barrios de siempre para convertirlos en viviendas de muy corta estancia y, para más agravio, en una gran cantidad de ocasiones en competencia directa y desleal con los alojamientos hoteleros ya que trabajan en «B» y no cumplen con las diferentes normas a las que se han de ajustar los hoteles ni pagar sus impuestos.

Han contado desde el Consistorio que se pondrá coto a la proliferación de viviendas de uso turístico por vía de la suspensión de nuevas licencias. Bien está. Los pisos de alojamiento turístico destrozan la personalidad de las ciudades y causan un efecto perverso y distorsionador en el mercado de los alquileres que se ponen prohibitivos para la inmensa mayoría de quienes pretenden encontrar vivienda, muchos de los cuales son personas jóvenes que están empezando una vida fuera del hogar paterno. A ver si el bipartito de la derecha logra poner coto a una situación que la anterior corporación, presidida por la nefasta ovetense Ana González, ni tan siquiera hizo visos de querer solucionar, como tantos otros problemas. Por cierto, hubo el otro día una asamblea de los socialistas locales en la que los partidarios de la dama de Carbayonia osaron pedir que los actuales dirigentes y representantes edilicios socialistas pusieran en valor la actuación de aquel grupo de diletantes políticos. Lo malo es que fue una gestión que no se puede valorar porque no hubo por donde cogerla. Pues todavía hay quien se atreve.

Cuestión de gibas

Llegaron los Reyes Magos a esta ilusionada e inocente villa marinera por mar, como es habitual por aquí, y sin dromedarios: al decir de la cirujana que funge como primera autoridad municipal por no estar clara la normativa al respecto, debido a la legislación animal. La de los toros parece transparente y por agosto continuarán las sangrientas torturas taurinas. Fuera los camélidos con sus vistosas jorobas. Luego, se adivinaron, con acierto, aguas mil y fuera los caballos previstos en un principio. Acierto indudable que nos ahorró probablemente los ominosos espectáculos de la vecina Carbayonia con los equinos arrastrados por los suelos, doloridos, renqueantes y asustados, porque un suelo pavimentado no es lo más conveniente para los cuadrúpedos. Todo tiene su ciencia y hasta su conciencia y mantenella, sin enmendalla porque sí, no es el mejor de los consejos para adoptar decisiones a la hora de organizar espectáculos.

Faltaron las gibas camélidas en el desfile de agasajo a los Magos, pero también faltan los dineros, sin ir más lejos, para comprar a sus propietarios, la Autoridad Portuaria de Gijón y Pymar –Pequeños y medianos astilleros en reconversión–, una sociedad público privada que quiere sacar el máximo rendimiento económico a su parte de los terrenos y poner unas alegres casitas, lo que no convence ni al Consistorio ni al Principado. Y ahí están, ya que es el Ayuntamiento quien tendría que cambiar la calificación de los terrenos para que la operación fuera posible, pero no se acaban de atrever a dar el necesario puñetazo sobre la mesa los socios del bipartito formado por Foro y PP, para poner a Pymar en su sitio. Ni tampoco parece suficiente la presencia en la dichosa sociedad la presencia del ministerio de Industria y Turismo. Lleva mal arreglo la cosa y es más que posible la terminación del mandato sin que se enfoque la situación convenientemente y que dentro de tres años y medio, aunque mira que lo fiamos largo, la cuestión siga como está y sea uno de los argumentos de la lejana campaña electoral por venir. Nunca la derecha se mostró atrevida por estos lares a la hora de acometer los grandes cambios necesarios para la localidad. Así que los planes que lanzan sobre qué hacer en esos terrenos en el futuro son, por ahora, meras maniobras de distracción para tener entretenido al personal, ideas soltadas más bien al buen tuntún para dar la sensación de que se está trabajando duramente en el asunto, así es que no debemos ilusionarnos demasiado con una solución y sí más bien inquietarnos al constatar lo que sucede en otras capitales y ciudades turísticas de nuestro país: tampoco en esto debemos esperar una salida pionera en nuestra ciudad.

Frialdad

os magníficos sones de la Orquesta Filarmónica de Viena en la Sala Dorada del Muskverein de la capital austriaca, dirigida este año magníficamente por el berlinés Christian Thielemann, hicieron la magia de que uno hiciera un paréntesis en las pequeñas miserias de esta conturbada villa marinera nuestra y, para finalizar el año de algunas de las inquietantes aseveraciones de la cirujana aposentada tranquilamente en la poltrona de mando consistorial en estos papeles para poner colofón al año recién pasado.

Para empezar, no se puede despachar la alegría de mandar al espacio sideral el pomposamente llamado “intercambiador” del Humedal diciendo que no le gustaban los tendejones, cuando no eran las marquesinas el mayor de los males de la operación. Lo peor era la atribución que el gobierno regional se hizo para intervenir en la ciudad sin encomendarse a dios ni al diablo, en una decisión propia de un absolutista ilustrado, ignorando, entre otras cosas, precisamente las atribuciones de una alcaldesa como la agudamente entrevistada por Ignacio Peláez. La razón está clara: había que ponerle pegas a la operación, pero sin criticar al hombrín de Laviana y su gente, con los que tan bien se quiere seguir llevando. Así que lo dejamos en poner en solfa unos simples “tendejones”. La contestación del mando provincial es que se pierden para la ciudad dos millones y medio de euros. Pues hay una estación de verdad para los autobuses pendiente al que se podrían ir aplicando esos millones de Europa.

Bastante sobre el solarón y su populista empeño en hacer un parque para contentar a un grupo alborotador, lo que hará más difícil que avance a un ritmo adecuado la operación de la estación de trenes y su conexión con el túnel del metrotrén que ya atraviesa el subsuelo de la ciudad.

Se empeñan muchos irreflexivamente en alabar la inteligencia de la ciudadana del bisturí en mano por haberse deshecho de la ultraderecha, gracias a la cual llegó a la alcaldía. Para lo que armó, no se necesitan, sin embargo, grandes luces políticas, sino atrevimiento y desahogo para deshacer un pacto y aliarse con un tránsfuga, lo que deja a la vista una falta de ética doble: primero, la de aliarse con el fascismo con tal de llegar a la alcaldía y, segundo, gobernar gracias al conspicuo tránsfuga.

No hace falta leer entre líneas para darse cuenta que la interfecta no está en absoluto conmovida por su ausencia de preocupación ante estas manifestaciones de frialdad. Pulso de cirujana no le falta, pero pesadumbre por la decencia con la que ejerce el poder municipal aún no se le ha observado en su actuación pública. Lo demás es no tener plan de ciudad que valga: gelidez preocupante.