Motivo de satisfacción

Ya corre el metano por las venas metálicas de la instalación gasística de El Musel. Ya los tanques almacenan el gas licuado. Diez años de perseverancia. Una década de espera para que una instalación merced a la cual llegarán nuevos tráficos al puerto gijonés y que, además, aporta sentido a la ampliación portuaria tan necesaria ahora. Y para cuando ya no se utilice el metano, habrá hidrógeno. Por eso, no debemos confundirnos: no hay vecinos que se opongan, sino cuatro gatos que forman parte de unas asociaciones de vecinos declinantes u otros cuatro de alguna formación política en vías de extinción. Tampoco están en contra los ecologistas, así en general, salvo dos o tres agitadores que se hacen llamar conservacionistas, pero que se tienen montado ese chiringuito para obtener quién sabe qué tipo de beneficios personales. Es importante cuidar el lenguaje para no confundir a nadie. Y ahora que la instalación está en marcha, no nos olvidemos de las administraciones que lo hicieron posible, las que tiraron del carro y tuvieron la visión de atender las propuestas de una empresa interesada en poner en marcha la instalación portuaria aquí, por mucho que potentes intereses desde Bilbao y La Coruña intentaran primero que no se construyera y después que no se pusiera en marcha. No sabemos cuánto podrán esas fuerzas seguir impidiendo que la instalación se conecte a la red de gaseoductos y que culmine su función completa: la regasificación; pero llegará, no cabe duda y las cosas, para el conveniente progreso de la villa, su comarca y la provincia entera, marcharán en la dirección adecuada. No hay que olvidar, en estos momentos de regocijo, a los gestores portuarios que han sabido llevar el asunto de forma profesional y con el pulso adecuado, encabezados por su presidente, Laureano Lourido.

El modesto río Piles arrastra porquería y, de vez en cuando, contamina las aguas de la bahía de San Lorenzo. Lleva siendo así, desde hace lustros y lustros por diferentes causas. El inútil concejal anterior de Medio Ambiente no alcanzó en cuatro años a dar con el quid del asunto, engañándose a sí mismo y a la ciudadanía con la cantinela de que todo quedaría resuelto con el pozo de tormentas de Hermanos Castro. Eso fue una obra muy necesaria para momentos muy puntuales, pero quedaron pendientes asuntos cruciales que nada tenían que ver, por cierto, con el anillo navegable a la altura de Las Mestas y Grupo Covadonga. Mientras, la EMA achantada y cerrando el pico sobre lo que ya sabían: las fugas en unos colectores bajo el cauce tenían bastante que ver. Ahora se sabe. Momento para que la flamante nueva corporación acelere y se ponga urgentemente manos a la obra.

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