Grandes exploraciones

Contaba el gran Luis Ángel Varela (QEPD) una anécdota con Juan Antonio Samaranch, por aquel entonces presidente del Comité Intencional Olímpico. En un encuentro del prócer deportivo con el entonces presidente del Grupo Covadonga, comentaban acerca de lo importante que era para la buena marcha de las cosas en su ámbito mantener frecuentes y estrechas relaciones con los representantes públicos, con los políticos. Siempre, salvo en un momento, las semanas anteriores a unas elecciones. El consejo era sabio y muchos lo conocen de sobra, pero hay quien no parece haberse percatado de ello.

Sucedió en esta villa marinera el otro día: visitó la ciudad la ministra Montero, de filiación podemita, para apoyar a su candidatura en la localidad y eligieron las instalaciones de la fundación Mar de Niebla. Parece que su director, Héctor Colunga, no conocía el consejo del gran Samaranch y brindó una entidad que pretende ser de todos y de nadie, en escenario para una kermese de partido. Y no de cualquier partido, sino de una formación muy controvertida, aunque forme parte del Gobierno de España. Es probable, que como le sucede a uno, habrá quien ya no mirará ni tendrá conceptuada a Mar de Niebla como antes de este desgraciado acontecimiento. Grandes o pequeñas, suficientes o insuficientes, la fundación recibe ayudas de instituciones que son de todos, no de los simpatizantes de un partido. Colunga cayó en una trampa y bien harían los patronos en ir buscando a otras personas para dirigir una entidad hasta ahora respetada por todos para que las cosas sigan siendo igual.

Parece que la derecha, en su doble vertiente derechona y ultra, ha descubierto los barrios de Gijón: tras décadas de abandono y sólo recordar que existían Somió y quizá Viesques, se han lanzado a visitar el Gijón periférico llenos de promesas felices. Los más desgraciadamente graciosos son los foristas que gobernaron nada más y nada menos que ocho años de nada y dejaron que esas zonas y sus equipamientos languidecieran. Es probable que sus respetables habitantes ya ni conozcan aquellos tiempos ya mandatos y, más aún, los anteriores al anterior de cuando pasaron de tener polvo y barro, según la climatología del momento, a ser zonas urbanizadas como las del resto de la villa. Bien está que las Pumariega, Moriyón y demás alineados por estribor se hayan dado cuenta de que Gijón va más allá de lo que era la población durante los duros años de la posguerra, que es en donde se habían quedado anclados, hasta que al ayuntamiento ya democrático llegaron corporaciones sensibles con los barrios y no digamos nada del impulso formidable de los noventa. Lo más indignante es que esa derecha venga ahora a explicarnos Gijón.

Buenos e inciertos números

A este paso, el puerto de El Musel, santo y seña de nuestra electoralmente convulsa villa marinera, liquidará la deuda provocada por la necesaria ampliación que hubo de acometer a principios de estos años dos mil: récord en el ejercicio pasado de unos jugosos catorce millones y medio de machacantes, todo lo cual ha de congratular a cualquier gijonés y asturiano de bien, pues la buena marcha del puerto es un importante indicativo de que la provincia en su conjunto no está tan machacada como nos quieren hacer ver los agoreros de oficio. Hay que felicitar al presidente de la APG, Laureano Lourido, y a su equipo, por este excelente resultado a pesar de pandemias e invasiones ucranianas. No es fácil mantener un puerto como el nuestro en tan difíciles circunstancias. Cierto que no todo han de ser luces, pero sí las suficientes para disipar las zonas de sombra.

Congratulados como estamos por esos buenos números económicos portuarios, andamos metidos de hoz y coz en el fangoso e incómodo de transitar terreno electoral local y de la provincia. Uno ve todas esas animadas fotografías de grupos de candidatos, con sus mejores sonrisas aparentemente naturales, pero tan completamente forzadas y tiene la tentación de guardarlas para compararlas con las caras que a la mayoría se les va a quedar nada más se vayan conociendo los resultados de los recuentos electorales. Dado el número de candidaturas y de que en nuestra villa marinera hay, porque así nos corresponde por el número de habitantes, veintisiete candidatos, son bastante más de trescientos los valientes que fuerzan esas sonrisas en las fotos electorales. Y, oye, no se mueve ni uno porque salen todos.

La que no para es la todavía primera autoridad. El destino de su último desplazamiento es Albania, país mediterráneo en el que, a cargo de la Federación Española de Municipios y Provincias, ejerce de observadora internacional en un proceso, mire usted qué casualidad, de elecciones locales. Desde que fue lanzada al espacio por su agrupación, no se ha privado de ningún viaje que se le pusiera por delante. La cosa consiste en darse un paseo por el mundo y alguna estancia en la localidad para hacer o preparar una maldad contra la candidatura de su formación política a la que probablemente no desee ningún éxito. No es mal lugar Albania para olvidar que su sustituto al frente de la candidatura socialista, Floro, ha cogido velocidad de crucero e intranquilizado a los foristas que se prometían un paseo militar ante las urnas: ahora quedan los demás y sus números, sus ganados o perdidos concejales por un puñado de votos y las mayorías que se conformen. De momento, ni unos ni otros avanzan sus intenciones.

El problema puntual

No se equivocaba el ministerio correspondiente: al glorioso Ilte. Aytº de nuestra paciente villa marinera le faltaba un papelín. Todo hace suponer que el servicio de Bomberos y Playas se había olvidado de iniciar el expediente para abonar poco más de cinco mil machacantes, correspondientes a una tasa por ocupación de playas, lo que ha hecho perder una ayuda de nueve millones y medio provenientes de la UE a través de la Administración General. En la web municipal se dice, entre otras cosas, que la concejalía delegada de Seguridad Ciudadana se ocupa de «los asuntos y materias que se concentran en el área denominada Seguridad Ciudadana, en temas relacionados con la Policía Local, el Servicio de Prevención y Extinción de Incendios, la Agrupación de Voluntarios de Protección Civil y el salvamento y vigilancia en las playas». Más adelante, se informa de que la citada concejalía es responsable de «los actos de autorización y disposición de gastos que genere el ejercicio de las competencias objeto de la presente delegación, así como las actuaciones contables presupuestarias que de tales actos se deriven». El concejal responsable de la cosa, José Luis Fernández Fernández, sigue siendo todavía concejal sin haber tenido el pundonor de presentar su inmediata dimisión, aunque falte menos de un mes para el final del mandato, y tanto los jefes de servicio y negociado no han sido removidos de sus puestos y colocados en otros servicios.

Este es el Ayuntamiento que nos deja la atribulada dama de Carbayonia que, probablemente, aún no encuentra explicación a la razón por la que no la quisieron ver delante ni la mayoría de los suyos. Tanto que no les quedó más remedio que acudir a un procedimiento inhabitual para quitársela de en medio: a ella y a concejales tan competentes como J. L. Fernández el de los guardias, los bomberos y las playas.

La afiliada rebelde, y todavía alcaldesa, ya ha puesto en marcha la máquina de opositar a su propia formación y ordenado ir soltando alegremente por las redacciones que la persona responsable hay que buscarla entre alguno de los actuales concejales que van en la lista de Floro, a ver si el disgusto se convierte en ponzoña. Nunca se ha conocido mayor maldad concentrada: hay alcaldes incompetentes, dejados, atrevidos en exceso, desahogados, autoritarios en demasía, frívolos o hasta corruptos, pero así malos como personaje de novela negra no los habíamos conocido hasta ahora; podemos decir que se puede añadir a la lista de los defectos de las primeras autoridades municipales.