Pange, lingua

Es comprensible que a una persona no entrenada, puesta al frente de una candidatura de formación política notoria, se le escapen ciertas prácticas que son el abecé de todo candidato que se precie. Una de ella es la de no pisar charcos, de escabullirse cual anguila de cuestiones comprometidas. Bueno, pues a Floro, el cabeza de lista para las municipales de esta nuestra sensible villa marinera, le ha caído encima un bonito marrón con la cuestión de la habitual bendición de las aguas el día de San Pedro por parte del cura de la primera parroquia de la villa, eso si no le da por presentarse al ordinario diocesano que entonces preside él la kermesse revestido de la capa pluvial colorada propia del día.

Pero a lo que vamos, Floro, que fue padre jesuita, no puede esconder, ni es probable que lo desee, esa parte de su pasado. Claro que en el PSOE hay un apreciable número de católicos, pero son muchos más los que no practican religión alguna. Tan es así, que gran parte de la militancia socialista nunca comprendió qué pintaban alcaldes o concejales socialistas en bendiciones de las aguas o en misas de la Virgen de Begoña. Estas molestias se acabaron traduciendo durante este mandato en un reglamento en el que figura que ninguna autoridad municipal acuda a ningún acto de ninguna religión en representación consistorial. El tal reglamento, por tanto, refuerza el sentido laico de la principal institución local. Y ahí queda la cosa.

La sorpresa ha sido mayúscula al leer el sábado en LA NUEVA ESPAÑA que, de ser alcalde, Floro quiere acudir a la bendición de las aguas por San Pedro. Será una de esas costumbres pías, posiblemente adquirida durante el noviciado, de esas que ya nunca se olvidan: pues como si quiere dedicar parte de su tiempo de asueto a la lectura del breviario o de la biografía de San Estanislao de Kostka. A lo mejor, le gusta más ver carreras de motos o películas de género musical. Pero, la verdad, podía contenerse la lengua y no dar tres cuartos al pregonero en cuestiones, digamos, delicadas, cuyo conocimiento público en nada favorecen que su potencial elector se decante por introducir en la urna su papeleta.

Le cantó la lengua a Floro, porque si el avispado cura de San Pedro le invita a tirar agua en el Campo Valdés al pedrero, aunque lo haga como práctica privada, el alcalde de Gijón lo es durante todo el tiempo que dura su mandato, como le sucede a cualquier alcalde. Metió la pata Floro, como si un frívolo duendecillo, disfrazado de amiguito, le hubiera inducido a ello. Una pena y un desperdicio de otros afanes.