Malas artes

Vuelven las chabolas a Gijón unas décadas después de haberlas olvidado. El asentamiento ha brotado en la parte asilvestrada del «solarón» debido a la dejadez municipal. Es otra medalla diabólica para que la luzca esta malhadada Alcaldesa: durante su mandato, Gijón, que llegó a ser no hace tanto la perla del Cantábrico, se ha convertido, tras los ocho años de Moriyón y los casi cuatro de González, en una urbe menguante y con brotes chabolistas: eso no es progreso, es una sinvergonzonería. Indica un mal funcionamiento de los servicios sociales, de la empresa de las viviendas y hasta la empresa para las limpiezas y los parques y jardines. Un auténtico latrocinio político que debería producir sonrojo en sus responsable, pero que los deja tan frescos. Reflexionemos un poco y distingamos entre el saber y no saber. No se trata de echarle más o menos horas, que también, pero lo importante es saber cómo hacer o conseguir las cosas. Ni la actual mandataria mayor ni su antecesora supieron. En eso es en lo que debemos fijarnos sin caer en trampas populistas o en soflamas de vendedores de mágico crecepelo.

Una cosa es no conocer las artes del buen gobierno, mas otra es practicar con habilidad las malas artes. Al PSOE de Gijón le ha salido una opositora de precampaña, se trata, quién nos lo iba a decir, de una airada dama de Carbayonia que hace la contra al candidato socialista. Demuestra la interfecta muy malos modos, pero cada cual es muy libre de esforzarse o no de controlar sus decepciones. La peor de las salidas es convertir la propia frustración en ira que es, precisamente, lo que le ha pasado a este deplorable ejemplar humano que todavía tenemos de primera autoridad en esta sufrida villa marinera. Con motivo del desastre del carril bici de la calle de los Andes en La Calzada, una no menguada parte de la ciudadanía se preocupó por la desaparición de plazas de aparcamiento. Con buen ojo electoral, Floro, el candidato socialista, lanzó la propuesta de convertir un solar en el que almacenan contenedores de basura en un aparcamiento para cuatrocientos vehículos. No fueron el resto de candidatos los que salieron a la palestra en contra de la idea, no. La que saltó como una liebre fue la propia alcaldesa González la que compareció para poner las correspondientes pegas: el mayor problema era en dónde colocar los contenedores entonces. Fue convenientemente contestada, pero el hecho está ahí para ser contemplado por todos; el aspirante socialista tiene como contrincantes al resto de los candidatos y a la mandataria saliente y su profunda carencia de lealtad. Parece que no cerrará el pico y seguirá sin desmayo con sus maldades.