Arrastrados

Eólicos marinos. La mar salada no es de nadie en especial, ni de los pescadores ni de los explotadores de los molinos de generación eléctrica. Nuestra cantábrica plataforma continental es una franja relativamente estrecha y las cofradías de pescadores de todo el Norte han puesto el grito en el cielo porque la industria de la aerogeneración pretenderá instalar en un medio plazo sus molinos. Evidentemente, los pescadores no pueden ambicionar que el mar sea exclusivamente suyo; por eso, la administración general del Estado ha regulado ciertos espacios para que en ellos puedan instalarse esos buscados parques aerogeneradores. La realidad es que poco molestará la industria eólica marina a la pesca, salvo a la arrastrera, ya de por sí vista con mirada torcida por la Unión Europea por lo que tiene de estropicio de los fondos marinos. Como la electricidad tiene que circular por algún sitio, hay que tender cables submarinos que son incompatibles en sus inmediaciones con las artes de arrastre. Sabedor el sector que estas artes no están muy bien vistas por la opinión pública y buena parte de las autoridades, se cuidan muy mucho de contar la realidad de las cosas en sus reivindicaciones. No es la eólica marina en sí misma la que hace poner el grito en el cielo al sector pesquero, es otra cosa menos confesable. Tendrán los candidatos, para que no se les revuelva demasiado el cotarro, nadar entre dos aguas con precaución; al fin y al cabo, todos votamos, los que arrastran y los que no.

Cambian las farolas de nuestra villa marinera, aquellas tan parecidas a las de unas décadas anteriores, que se dieron en llamar “modelo Gijón”, por otras que se le dan un aire, pero más desgarbadas. La disculpa es sustituir las bombillas de más antigua tecnología por otras con sistema LED, de mucho menor consumo. Lo que no se entiende es la razón por la que para cambiar las bombillas haya que cambiar las tulipas de las farolas. Todos hemos ido reponiendo las bombillas antiguas por otras LED en nuestras casas o negocios y no hemos cambiado las lámparas. Hay decisiones que no se terminan de comprender, salvo aquella, claro, tan manida de que quien toma esas decisiones tira con pólvora del rey que, en este caso, es el procomún. La triste realidad es que en donde mete la mano este equipo de gobierno, comandado por la gran dama de Carbayonia, las cosas van a un poco peor. Aquí se nos equivocan los mandamases en lo grande, lo pequeño y lo mediano. Se va haciendo largo el tiempo que falta para que la señora y sus adláteres desaparezcan del mapa. Con ellos por medio, hasta el Sporting da pena.

Deja un comentario