A la rica berza

Plantan hortalizas en el Parchís y otros jardines en lugar de flores. La paletada responde, al parecer, a petición vecinal que nació en los consejos de distrito y a iniciativa de la asociación de la zona centro «Jovellanos». Quedaron descansados. La pretensión es que los niños conozcan los productos de la huerta; pues que los lleven al campo y que no estropeen el ornato que deben lucir los que el otro día apagaron las luces de algunas zonas de la ciudad para atender la llamada de una asociación ecologista internacional, que es más bien un sacacuartos de incautos particulares y frívolas instituciones. Parterres de nuestras escasas plazas y jardines. Pero si los inventores de la memez tienen su relativa responsabilidad, es el gobierno municipal el que con esta anécdota demuestra que no sabe una vez más por dónde anda. La cuestión es una anécdota menor, pero indica a las claras en manos de qué débiles mentales hemos estado. Cuánto ingenio anda suelto.

Para olvidarnos de estas penas consistoriales, tuvo lugar una tradicional cita gastronómica como es el botillo de la Casa de León. Levanta el ánimo que se mantenga una tradición de nuestros vecinos leoneses instalados en la ciudad alrededor de una mesa para degustar un manjar tradicional en muchas comarcas del antiguo reino leonés. Loable iniciativa que rezuma positivismo y hermanamiento: una noticia de esas que alegran el ánimo entre tanto mal acaecido de los que no queda más remedio que dar cuenta.

Cuando un mindundi alcanza a ocupar un puesto representativo, por modesto que sea, solamente acertamos a saber de su frivolidad y bobería una vez abandonado el puesto. Por eso, este tipo de incapaces desaparecen de la escena, en ocasiones llenos de rencor y propalando invenciones. Pronto tendremos unos cuantos desocupados de esta clase sueltos por nuestra villa marinera y contaminando los habituales mentideros y barras de bar.

Por ejemplo, alguno habrá que pretenda venir a contarnos las bondades del agravio ciudadano que se está cometiendo con la ecomanzana de La Calzada. Puro leninismo aplicado malamente que está dejando a decenas de familias desamparadas en aras de una movilidad mal entendida. Con expresión moderna que se lleva en el continente, lo llaman «pacificación» de la zona. Un incordio tan grande que inicia unas obras que hacen perder decenas de plazas de aparcamiento, antes de aportar la solución al descalabro, merece la general reprobación. Ya está puesta la cuenta atrás para que el comunista concejal Aurelio desaparezca del mapa con sus salidas de pata de banco. Probablemente, lo de La Calzada es una compensación en su enredado hacer político para que no se diga que sólo molestó durante su mandato a los vecinos de la zona Este.

Pange, lingua

Es comprensible que a una persona no entrenada, puesta al frente de una candidatura de formación política notoria, se le escapen ciertas prácticas que son el abecé de todo candidato que se precie. Una de ella es la de no pisar charcos, de escabullirse cual anguila de cuestiones comprometidas. Bueno, pues a Floro, el cabeza de lista para las municipales de esta nuestra sensible villa marinera, le ha caído encima un bonito marrón con la cuestión de la habitual bendición de las aguas el día de San Pedro por parte del cura de la primera parroquia de la villa, eso si no le da por presentarse al ordinario diocesano que entonces preside él la kermesse revestido de la capa pluvial colorada propia del día.

Pero a lo que vamos, Floro, que fue padre jesuita, no puede esconder, ni es probable que lo desee, esa parte de su pasado. Claro que en el PSOE hay un apreciable número de católicos, pero son muchos más los que no practican religión alguna. Tan es así, que gran parte de la militancia socialista nunca comprendió qué pintaban alcaldes o concejales socialistas en bendiciones de las aguas o en misas de la Virgen de Begoña. Estas molestias se acabaron traduciendo durante este mandato en un reglamento en el que figura que ninguna autoridad municipal acuda a ningún acto de ninguna religión en representación consistorial. El tal reglamento, por tanto, refuerza el sentido laico de la principal institución local. Y ahí queda la cosa.

La sorpresa ha sido mayúscula al leer el sábado en LA NUEVA ESPAÑA que, de ser alcalde, Floro quiere acudir a la bendición de las aguas por San Pedro. Será una de esas costumbres pías, posiblemente adquirida durante el noviciado, de esas que ya nunca se olvidan: pues como si quiere dedicar parte de su tiempo de asueto a la lectura del breviario o de la biografía de San Estanislao de Kostka. A lo mejor, le gusta más ver carreras de motos o películas de género musical. Pero, la verdad, podía contenerse la lengua y no dar tres cuartos al pregonero en cuestiones, digamos, delicadas, cuyo conocimiento público en nada favorecen que su potencial elector se decante por introducir en la urna su papeleta.

Le cantó la lengua a Floro, porque si el avispado cura de San Pedro le invita a tirar agua en el Campo Valdés al pedrero, aunque lo haga como práctica privada, el alcalde de Gijón lo es durante todo el tiempo que dura su mandato, como le sucede a cualquier alcalde. Metió la pata Floro, como si un frívolo duendecillo, disfrazado de amiguito, le hubiera inducido a ello. Una pena y un desperdicio de otros afanes.

Malas artes

Vuelven las chabolas a Gijón unas décadas después de haberlas olvidado. El asentamiento ha brotado en la parte asilvestrada del «solarón» debido a la dejadez municipal. Es otra medalla diabólica para que la luzca esta malhadada Alcaldesa: durante su mandato, Gijón, que llegó a ser no hace tanto la perla del Cantábrico, se ha convertido, tras los ocho años de Moriyón y los casi cuatro de González, en una urbe menguante y con brotes chabolistas: eso no es progreso, es una sinvergonzonería. Indica un mal funcionamiento de los servicios sociales, de la empresa de las viviendas y hasta la empresa para las limpiezas y los parques y jardines. Un auténtico latrocinio político que debería producir sonrojo en sus responsable, pero que los deja tan frescos. Reflexionemos un poco y distingamos entre el saber y no saber. No se trata de echarle más o menos horas, que también, pero lo importante es saber cómo hacer o conseguir las cosas. Ni la actual mandataria mayor ni su antecesora supieron. En eso es en lo que debemos fijarnos sin caer en trampas populistas o en soflamas de vendedores de mágico crecepelo.

Una cosa es no conocer las artes del buen gobierno, mas otra es practicar con habilidad las malas artes. Al PSOE de Gijón le ha salido una opositora de precampaña, se trata, quién nos lo iba a decir, de una airada dama de Carbayonia que hace la contra al candidato socialista. Demuestra la interfecta muy malos modos, pero cada cual es muy libre de esforzarse o no de controlar sus decepciones. La peor de las salidas es convertir la propia frustración en ira que es, precisamente, lo que le ha pasado a este deplorable ejemplar humano que todavía tenemos de primera autoridad en esta sufrida villa marinera. Con motivo del desastre del carril bici de la calle de los Andes en La Calzada, una no menguada parte de la ciudadanía se preocupó por la desaparición de plazas de aparcamiento. Con buen ojo electoral, Floro, el candidato socialista, lanzó la propuesta de convertir un solar en el que almacenan contenedores de basura en un aparcamiento para cuatrocientos vehículos. No fueron el resto de candidatos los que salieron a la palestra en contra de la idea, no. La que saltó como una liebre fue la propia alcaldesa González la que compareció para poner las correspondientes pegas: el mayor problema era en dónde colocar los contenedores entonces. Fue convenientemente contestada, pero el hecho está ahí para ser contemplado por todos; el aspirante socialista tiene como contrincantes al resto de los candidatos y a la mandataria saliente y su profunda carencia de lealtad. Parece que no cerrará el pico y seguirá sin desmayo con sus maldades.

Arrastrados

Eólicos marinos. La mar salada no es de nadie en especial, ni de los pescadores ni de los explotadores de los molinos de generación eléctrica. Nuestra cantábrica plataforma continental es una franja relativamente estrecha y las cofradías de pescadores de todo el Norte han puesto el grito en el cielo porque la industria de la aerogeneración pretenderá instalar en un medio plazo sus molinos. Evidentemente, los pescadores no pueden ambicionar que el mar sea exclusivamente suyo; por eso, la administración general del Estado ha regulado ciertos espacios para que en ellos puedan instalarse esos buscados parques aerogeneradores. La realidad es que poco molestará la industria eólica marina a la pesca, salvo a la arrastrera, ya de por sí vista con mirada torcida por la Unión Europea por lo que tiene de estropicio de los fondos marinos. Como la electricidad tiene que circular por algún sitio, hay que tender cables submarinos que son incompatibles en sus inmediaciones con las artes de arrastre. Sabedor el sector que estas artes no están muy bien vistas por la opinión pública y buena parte de las autoridades, se cuidan muy mucho de contar la realidad de las cosas en sus reivindicaciones. No es la eólica marina en sí misma la que hace poner el grito en el cielo al sector pesquero, es otra cosa menos confesable. Tendrán los candidatos, para que no se les revuelva demasiado el cotarro, nadar entre dos aguas con precaución; al fin y al cabo, todos votamos, los que arrastran y los que no.

Cambian las farolas de nuestra villa marinera, aquellas tan parecidas a las de unas décadas anteriores, que se dieron en llamar “modelo Gijón”, por otras que se le dan un aire, pero más desgarbadas. La disculpa es sustituir las bombillas de más antigua tecnología por otras con sistema LED, de mucho menor consumo. Lo que no se entiende es la razón por la que para cambiar las bombillas haya que cambiar las tulipas de las farolas. Todos hemos ido reponiendo las bombillas antiguas por otras LED en nuestras casas o negocios y no hemos cambiado las lámparas. Hay decisiones que no se terminan de comprender, salvo aquella, claro, tan manida de que quien toma esas decisiones tira con pólvora del rey que, en este caso, es el procomún. La triste realidad es que en donde mete la mano este equipo de gobierno, comandado por la gran dama de Carbayonia, las cosas van a un poco peor. Aquí se nos equivocan los mandamases en lo grande, lo pequeño y lo mediano. Se va haciendo largo el tiempo que falta para que la señora y sus adláteres desaparezcan del mapa. Con ellos por medio, hasta el Sporting da pena.

Maduritas, sí

Esta Corporación que ya se nos hace larga en su duración ha dado, y seguramente le queda algo más que proporcionar, situaciones chuscas y ridículas, aparte de las afecciones más serias como lo del Muro y su «cascayu». Una de estos últimos días es la de censurar, así con todas sus letras, un anuncio de hamburguesas en uno de los autobuses públicos. La cosa se trata de que un establecimiento sacó a la venta uno de estos bocados compuestos con carne madurada de vaca y para ello se inventó un lema con su punto gracioso: «Me gustan maduritas», decía el anuncio. A alguna feminista extrema pareciole que el lema atacaba a la mujer y a su dignidad, así en genérico. Por lo que a algún grupo de mandamasas les apeteció ejercer de inquisidoras y condenaron al bus a cocheras para que suprimieran el lema. El comportamiento es de nombre feo: feminazi. Pero aquí, cuando nos queremos poner extremos no nos gana nadie. Curiosamente, la propietaria del establecimiento es una señora que, en su inocencia, no se percató de que una carne o una fruta no se puede decir que está madurita porque no entra dentro de los cánones admitidos como soportables por algunas otras féminas que ya se van pasando con sus memeces. Todos tenemos derecho a tener nuestras propias aberraciones del pensamiento, pero una institución de la administración local debe poner algo más de cuidado en sus decisiones y cuidar de no aberrar con sus decisiones

La Emtusa, da que hablar por múltiples causas, la más llamativa y amenazante para los usuarios de sus servicios, que somos miles de ciudadanos de nuestra paciente villa marinera, fue encargar unos planes para reordenar las líneas. Para ello encargaron a una consultora el correspondiente estudio a cambio de un sustancioso estipendio. Se armó la marimorena y hasta los responsables del PSOE y su candidato a la Alcaldía han puesto el grito en el cielo. Por lo menos, ya sabemos que esos cambios serán no natos y se quedarán en el papel. Poco tiempo les queda al concejal presidente de la empresa de los buses y a su gerente porque, venga quien venga, querrá mejorar la eficiencia del funcionamiento del transporte colectivo urbano, pero sin fastidiar al personal. En tan delicados asuntos, que afectan a la vida cotidiana del personal, cabe ir con mucho cuidado y no dar tres cuartos al pregonero para intranquilizar a los usuarios. Lo más simpático es que el concejal presidente de la entidad del transporte urbano acusa de desleales a los directivos socialistas locales y a su candidato. Los hay que osan poner calificativos a los demás sin mirarse a sí mismos. Afortunadamente les quedan sólo unos mesecillos.

Luismi

Se cumplió el otro día lo que ya tenía que haber sido: el nombramiento de Luis Miguel Piñera, Luismi, como cronista oficial de Gijón. La nominación se hace al amparo del reglamento de honores y distinciones del Ayuntamiento, pero el honor es para esta villa marinera al haber logrado que una persona de la calidad humana de Luismi sea su cronista por derecho. Y junto a esto, hay que traer a la memoria a Elena de Uña para que nos contara, a su manera, los dimes y diretes, que los ha habido, del otorgamiento del título. Las formaciones políticas han tenido la oportunidad, merced a un error de procedimiento, de corregir su fallo de hace unas semanas negándose a proporcionar tal designación a quien de entre los ciudadanos de la villa y su concejo más se lo merecía y ello, además, por un empeño bastardo de algunos hundidos en el fango de la envidia y la frustración; pero ya está todo solucionado. Tres alcaldes consecutivos prefirieron no realizar la investidura por temor a meterse en un avispero. Ha sido una alcaldesa de salida, quien inició los trámites para la consecución de la operación.

Más de treinta años llevábamos, tras el fallecimiento de Patricio Adúriz, sin que la figura del cronista oficial figurase en la panoplia municipal de honores ciudadanos. Luismi, porque siempre ha sido conocido así entre la inmensa mayoría de personas que le conocemos y sentimos afecto por él, es un señor pacífico, con su humor socarrón, como corresponde a un gijonés cabal, que cuenta las cosas de una forma aparentemente neutral, pero siempre con una intención fácilmente distinguible.

Algún día, otros cronistas nos contarán los intríngulis de esta credencial recién dispuesta. Lo que ahora ya podemos contar es que se trata de un acierto porque la obra de Luis Miguel Piñera Entrialgo ya certifica su clase e idoneidad para la distinción dispensada.