Venerabiles lapides

Sí, piedras venerables de época romana encontradas en Gijón: el ara sextiana y la Fortuna Balnearia. La primera es una lápida de la época del primer emperador romano, Augusto, que estaba en la campa del cabo Torres –sobre el actual puerto del Musel–, donde había dos importantes edificaciones romanas. Se trata de una dedicatoria de Cneus Calpurnius Piso, el gobernador de la provincia Tarraconense a la que pertenecían los territorios de los astures, al emperador.

La segunda, la Fortuna Balnearia, es una estela, también grabada en piedra, consagrada a la diosa Fortuna como protectora de las aguas de carácter salutífero en el contexto de las termas de una de las villas romanas en el entorno de nuestra villa marinera. La dedicatoria a dicha divinidad implica un arraigo de las costumbres de los romanos. Se trata de un documento en piedra dedicado a la susodicha divinidad por Tito Pompeyo Peregriniano.

Esas dos muestras de la presencia romana en el concejo están en manos privadas y parece que hasta el momento nada se ha podido hacer. Los dueños de ambas las han recibido por herencia desde aquellos primeros que las descubrieron, se las apropiaron y fueron transmitidas como legado a generaciones posteriores. En el caso del ara sextiana, acabó en las depredadoras manos del acumulador de objetos artísticos Joaquín Manzanares y cuyos frutos de sus múltiples rapiñas forman parte ahora entre las propiedades de sus herederos.

La Fortuna Balnearia pertenece a Manuel del Castillo, heredero de Justo del Castillo, su primer detentador, y que intentó vender en una casa de subastas no ha mucho, de tal modo que tan solo la intervención del Gobierno del Principado impidió el expolio.

Por objetos históricos de menor enjundia, realizaron las administraciones públicas mayores esfuerzos. Aquí, ninguna de las dos administraciones que tendrían que estar preocupadas, la local y la autonómica, parecen darle importancia alguna. Sus dueños, por diferentes motivos, pretenden realizar líquido, pero afortunadamente se ven constreñidos por las leyes y la presión de una parte considerable de la sociedad que consideran impresentable que ese par de pequeños monumentos que se remontan a la época de la fundación de la ciudad permanezcan en manos particulares. Su lugar es Gijón y no cualquier parte sino uno de sus sitios más nobles ya que son referentes de nuestros inicios. Quizás así se desanime algún «enfant terrible» de la arqueología que pretenda desmerecer lo que fue un importante asentamiento romano, dejándolo en simple y vulgar fábrica de salazones, todo ello en contra de las conclusiones a las que llegó la doctora Ochoa y discípulos tras sus excavaciones. La recuperación de las dos «venerabiles lapides» para la ciudad deberían figurar en el programa electoral local de todos los partidos políticos.

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