Tragaderas variadas

Mal camino llevan los dueños mexicanos del Sporting. Su aterrizaje por estos pagos fue acogida por algunos con un frío escepticismo no exento de desconfianza. Pronto aparecieron los intereses urbanísticos y los planes grandiosos: demoler El Molinón y construir otro desplazado unos metros en cuanto ubicación y unos grados en cuanto a orientación. Pero de lo que importa a la afición, los goles, el ganar partidos, una buena clasificación, ni gota. Los planes pomposos han quedado guardados en algún cajón a la espera de mejores tiempos, es decir, mejores resultados. No se descarta que, discretos como llegaron, se pongan a la búsqueda, si es que no lo han hecho ya, de algún incauto que se quede con el pancho sin dejar ellos demasiados pelos en la gatera.

Gatera que sí tiene todo el pelo de los mandamases locales que han visto resignados cómo la oposición multiforme les tumbaba sus planeados presupuestos municipales. Para ser realistas, a la enredadora dama de Carbayonia no le ha de preocupar demasiado lo que probablemente no considera un revés. Su política a lo Louis XIV –»después de mí, el diluvio»– de este su final de mandato y dejar que quien venga detrás que arree, cuadra muy bien con este escenario. Ella a sus viajes bajo cualquier pretexto para que se lo pague el procomún y todos tan contentos.

Los cobardes que se abstuvieron en la votación como cronista oficial de Luismi Piñera han demostrado su alto grado de miserabilidad y haberse plegado a las amenazas de quien lleva demasiadas decenas de años ejerciendo de matón de pueblo, aunque ya sin éxito, salvo con cuatro politicuchos. Si mezquinos han sido los grupos municipales que no se atrevieron a votar y se refugiaron en una tramposa abstención, peor han sido los fanfarrones que presionaron telefónicamente a unos concejales a los que comenzaron a temblar las rodillas al recibir el toque de cornetín. Esta Corporación pasará a la historia de la villa como la peor de la reciente democracia, tanto por la parte gobernante como de la opositora: hacía lustros que esta villa marinera no estaba en peores manos.

Sorprendentemente, han acertado en una cosa: otorgarle la medalla de oro del concejo a la Semana Negra, un evento con treinta y cinco años a sus espaldas que es una referencia cultural internacional y motivo también de entretenimiento para los naturales de la ciudad y provincia. El festival recibió durante sus primeros años invectivas e insultos de la derechona local y las mentiras del ya mencionado matón de la localidad. A los unos y a los otros es conveniente dedicarles tanto esta medalla de oro como el reciente metal dorado de la Bellas Artes para que hagan ejercicio de tragaderas que, en ocasiones, les viene bien.