Ejercicio con mal futuro

Con un optimismo increíble, o para decirlo más suavemente –que en este caso el orden de los factores sí altera el producto–, con un no creíble optimismo, la primera autoridad municipal cree posible, aunque no fácil, sacar adelante unos presupuestos municipales, aunque un poco más tarde de lo previsto. Fue un bonito brindis al solete de San Martín. Todos sabemos que 2023 va a ser un año sin presupuestos y que quienes manden a partir de junio del año que viene tendrán que hacerlo a golpe de modificación presupuestaria. Para ejemplo, ahí nos quedaron las frustradas ordenanzas fiscales en las que cada grupo municipal se convirtió en oposición de todos y cada uno de los demás. Y sin ordenanzas fiscales pocos presupuestos puede haber que reciban tal nombre. Demuestra la dama de Carbayonia su inveterado cinismo al decir tales cosas. Además, le importa un rábano. O para ser exactos, se queda encantada de la vida. Si ella hubiera entrado en la carrera electoral, hubiera puesto interés en que se dieran porque tendría en mente continuar ocupando la primera poltrona consistorial.

Lo más probable es que las cosas estarán peliagudas para quien venga detrás –sea quien sea–, pero no es menos cierto que, con un poco de suerte para todos, se rebajará la excesiva atomización de los abundantes grupos municipales existentes en este agonizante mandato.

Cierto que, por no tener presupuestos, y más en un ejercicio de transición, no se va a terminar el mundo, pero, dadas las circunstancias, dice mucho acerca del carácter y substancia política de la primera alcaldesa que logró estar al frente de la ciudad tan solo un mandato. En este hecho, entre otros muchas, encontramos la razón de por la que Gijón no la quiere ver ni en pintura, lo mismo que les sucedió a sus compañeros de la agrupación socialista gijonesa.

Mientras estas cosas suceden por babor, no menos complicadas andan por estribor: sin mando en Oviedo, cortada de un tajo la carrera de Teresa Mallada desde Génova por el mismísimo Feijóo, tampoco se sabe mucho de lo que ha de suceder en Gijón: ni qué lista –lo cual indicaría las expectativas locales de la formación popular– ni mucho menos quién la encabezará. Por lo menos, en nuestra villa marinera no se ha descabezado a Pablo González, presidente municipal de la formación; lo cual, visto el estado del patio, tampoco dice mucho, porque está claro que el candidato vendrá impuesto por la central madrileña del PP.

Y, dentro del ámbito democrático, queda saber el calibre del batacazo de Ciudadanos y lo que vaya a pasar con la jaula de grillos de Podemos e IU, aunque poco electoralmente bueno se espera de ese deplorable barullo.

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