Problema despejado

Hacer obligatorio el bable en la provincia hubiera costado 170 millones de machacantes a la paciente ciudadanía astur. Lo pone un informe que encargó el Gobierno del hombrín de Laviana, actual habitante de Suárez de la Riva. Para ser justos, hablaba de máximo: había un mínimo o solución barata de sólo siete millones, pero era increíble. Siendo candidato este actual presidente, ya se puso en el programa electoral socialista esto de la oficialidad, pero nadie habló de parné; así que un buen día el candidato se fue a los despachos del Principado, tras consultarlo con el presidente saliente, Javier Fernández, y preguntó por el coste de la operación astur/leonés. Los números que le dieron eran mareantes y el mocín se sintió engañado: aquellos que le impelieron a insertar aquello en su declaración de intenciones electorales no le habían contado nada del lado oscuro de la operación. Demasiada manteca para contentar a un escaso sector de esta pequeña y humilde región. Luego, vinieron las elecciones y las necesidades de hacer pactos con los furibundos bablistas con asiento en la Junta General, aunque alguno procediera de Jaca, provincia de Huesca. Así que nuestro animoso abogadete tuvo que ingeniárselas para frenar la operación de la mejor manera posible. Y la encontró con la ayuda de los odios africanos de las diferentes formaciones políticas y las extrañas mixturas que hicieron de presupuestos, reformas estatutarias y oficialidades dialectales. Unas mezclas que le vinieron a salvar. Para el siguiente programa de la FSA quién sabe lo que al final se dirá y, posteriormente, por dónde irán los votos de las regionales.

De momento, que se ahuyente el fantasmón de la oficialidad del astur/leonés es una gran alegría y un suspiro de alivio para la mayoría de los habitantes de una región que no se merecía tamaño escarnio. Pero tranquilos: la bablista consejera de Cultura seguirá en el cargo hasta fin de legislatura y aguantará que, aunque no escandalosamente abundante, los emolumentos anuales significan más que los derechos de autor por hacer y editar poesía en la inventada jerga de lo que llaman “llingua normalizá”, que no tiene nada que ver con un órgano bucal sin defectos, aunque a primera vista lo parezca.

Un problema menos para esta sufriente villa marinera, que ya tiene bastante con la última salida de pata de banco del gobierno municipal, consistente en convertir una amplia y transitada vía pública en estación de autobuses por el sencillo método de pasar a llamarla intercambiador y sembrar unas marquesinas de transparente plexiglás o similar. Tanto humo echaron algunas cabezas para semejante estupidez que hasta los bomberos se pusieron en alerta. Definitivamente, estos mandamases que nos han tocado no tienen arreglo ni enmienda. Mucha pena.