Otro olvido

Si estos papeles no se hubieran hecho eco de iniciativa surgida durante unas jornadas del Ateneo Obrero sobre la lectura, lo de la capitalidad cultural de Gijón para 2031 seguiría durmiendo el sueño de los justos en el limbo, porque, a pesar de lo que se le ofrezca contarnos al abúlico director de la Fundación de Cultura, no hay un solo papel que se pueda enseñar ni siquiera unos apuntes o borrador sobre el asunto datados hace más de una semana. Es decir, tuvo que partir la idea, que no está mal, de la sociedad civil, no de cualquier despacho municipal. Nuestra declinante villa marinera lleva un cierto retraso, a pesar de que la portavoz Marina Pineda haya contado que aún queda mucho tiempo: otras ciudades españolas llevan preparando sus proyectos desde hace más de un año e incluso dos.

Es ridícula la disculpa de que en el gobierno municipal se estaba en ello ya hace tiempo, pero que se llevaba en secreto: esto es sencillamente imposible porque si había gente trabajando en ello se habría sabido, como se sabe cualquier nimiedad de las que se dan en las dependencias municipales. No, aquí lo que sucedió es que, al ver publicado el asunto en estos papeles, la avispada, para lo que le conviene, gentil dama de Carbayonia convocó a los supuestos responsables culturales y los puso a trabajar en el asunto, no fuera Gijón a ser menos, pongamos, que Cáceres, Las Palmas, Jerez o Granada y otras ciudades hispanas hasta llegar a la media docena. Ella, que algo había escuchado del tema no ha demasiado tiempo, pero sin darle un adarme de importancia, ha preferido permanecer tras la cortina y hacer que dieran la cara en primer lugar el director de la Fundación de Cultura y, en segundo, la portavoz de su grupo municipal: menudo papelón para ambos. Por cierto, el concejal responsable de la cosa, Manuel Ángel Vallina, no ha comparecido en foro alguno ni, para por lo menos, explicar las razones de tamaña discreción y supuesto “secreto”. O será que la primera autoridad confía en según qué personas para colocar según qué clase de mentirijillas. Ahora, puestos a improvisar, les tocará buscar a expertos para preparar un primer borrador de proyecto. Esperemos que, esta vez, no se atrevan a colocarle el marrón por enésima vez a la gerente de Divertia, Lara Martínez.

Las decenas de empleados de la Fundación de Cultura no tienen iniciativa o nadie escucha sus propuestas, así que no es de extrañar que el órgano del que teóricamente habría de salir una iniciativa de este tipo no lo haya hecho y, ahora, con vergüenza generalizada nos hayan disfrazado de discreción lo que es incapacidad.