Vuelve el ruido desmesurado

Animosas señoras y señoritas de la asociación local ultrafeminista “Les Comadres” otorgan sus anuales premios y, contenida la pandemia, vuelven a sus festejos y comilonas, disimuladas como actividad pseudo cultural. No lo pueden evitar. A una de ellas, le otorgan el título de “maestra” y le hacen la pelota: son un daño colateral indeseado, revestido de libertad e independencia de las mujeres, que tiene que ver con los jolgorios carnavalescos, ya que su fiesta mayor la hacen el Jueves de Comadres, es decir, el jueves anterior al Martes de Carnaval que, por cierto, es día feriado en nuestra querida villa.

Es una desgracia que el poder local destine un pellizco de los dineros públicos a organizar y premiar concursos de charangas, organizar desfiles, pasear a una moza disfrazada de sardina, realizar un “entierro” del susodicho pescado y fabricar ruido a raudales.

A los mayorones que se disfrazan no les da vergüenza hacer cosas propias de niños y lo llaman sana diversión y esparcimiento. Personas cabales parecen no percatarse de las ridículas situaciones que protagonizan.

Los carnavales, por estos pagos desabridos en invierno, han de celebrarse en interiores y que las molestias y los horrísonos ruidos queden entre cuatro paredes para los que quieran castigar sus tímpanos, pero no fastidiarnos a la mayoría que nos sentimos agredidos con sus expansiones en plena calle. ¿Y qué decir de la gentil dama de Carbayonia y resto de la corporación municipal, con todos ellos –gobernantes y opositores– metidos en el mismo saco de la debilidad mental? Sucumben al más flagrante de los populismos y los más laicos se refugian en explicaciones de que ya en la antigua Roma se hacían estas fiestas durante las postrimerías del invierno antes de que los cristianos se apresuraran a quedarse con la vieja tradición. No se puede negar: la cosa tiene su larga historia, pero hay donde existe una cierta elegancia o picardía. Aquí, uno ni otro: vulgar quiero, pero no puedo.

No se atreverá ninguna de las opciones políticas a poner en sus próximos programas electorales la supresión de las celebraciones carnavaleras callejeras y circunscribirlas a locales cerrados o espacios acotados en los que no se moleste al resto de la ciudadanía. Porque falta una idea de ciudad y el conocimiento suficiente para dejar a todo el mundo contento, mas con cada cual en su sitio. Y menos mal que nuestro grado de civilización, aunque modestamente, ha ido aumentando y no se aprovechan máscaras y disfraces para realizar asuntos más delictivos y acometer ajustes de cuentas y venganzas sangrientas. No, si al final tendremos que darles hasta las gracias.

Problema despejado

Hacer obligatorio el bable en la provincia hubiera costado 170 millones de machacantes a la paciente ciudadanía astur. Lo pone un informe que encargó el Gobierno del hombrín de Laviana, actual habitante de Suárez de la Riva. Para ser justos, hablaba de máximo: había un mínimo o solución barata de sólo siete millones, pero era increíble. Siendo candidato este actual presidente, ya se puso en el programa electoral socialista esto de la oficialidad, pero nadie habló de parné; así que un buen día el candidato se fue a los despachos del Principado, tras consultarlo con el presidente saliente, Javier Fernández, y preguntó por el coste de la operación astur/leonés. Los números que le dieron eran mareantes y el mocín se sintió engañado: aquellos que le impelieron a insertar aquello en su declaración de intenciones electorales no le habían contado nada del lado oscuro de la operación. Demasiada manteca para contentar a un escaso sector de esta pequeña y humilde región. Luego, vinieron las elecciones y las necesidades de hacer pactos con los furibundos bablistas con asiento en la Junta General, aunque alguno procediera de Jaca, provincia de Huesca. Así que nuestro animoso abogadete tuvo que ingeniárselas para frenar la operación de la mejor manera posible. Y la encontró con la ayuda de los odios africanos de las diferentes formaciones políticas y las extrañas mixturas que hicieron de presupuestos, reformas estatutarias y oficialidades dialectales. Unas mezclas que le vinieron a salvar. Para el siguiente programa de la FSA quién sabe lo que al final se dirá y, posteriormente, por dónde irán los votos de las regionales.

De momento, que se ahuyente el fantasmón de la oficialidad del astur/leonés es una gran alegría y un suspiro de alivio para la mayoría de los habitantes de una región que no se merecía tamaño escarnio. Pero tranquilos: la bablista consejera de Cultura seguirá en el cargo hasta fin de legislatura y aguantará que, aunque no escandalosamente abundante, los emolumentos anuales significan más que los derechos de autor por hacer y editar poesía en la inventada jerga de lo que llaman “llingua normalizá”, que no tiene nada que ver con un órgano bucal sin defectos, aunque a primera vista lo parezca.

Un problema menos para esta sufriente villa marinera, que ya tiene bastante con la última salida de pata de banco del gobierno municipal, consistente en convertir una amplia y transitada vía pública en estación de autobuses por el sencillo método de pasar a llamarla intercambiador y sembrar unas marquesinas de transparente plexiglás o similar. Tanto humo echaron algunas cabezas para semejante estupidez que hasta los bomberos se pusieron en alerta. Definitivamente, estos mandamases que nos han tocado no tienen arreglo ni enmienda. Mucha pena.

Petición muy razonable

A una alcaldesa, hace varios mandatos, se le ofreció convertir en jornada no lectiva local el día de San Pedro, quién sabe por qué extraños vericuetos de la mente humana, y ahí se quedó, al igual que la Felguera o Cudillero. Como en esta villa marinera, siempre dispuesta al jolgorio, todo lo que sea decir fiesta es bienvenido, nadie abrió el pico para protestar, salvo un grupo escaso de animosos ciudadanos que alzaban su voz por una cuestión colateral. Al ser de título San Pedro patrón de la villa, cada 29 de junio el curón de la primera parroquia de la ciudad pone una misa y luego se asoma a la barandilla sobre el pedreru en el Campo Valdés para bendecir las aguas. Al susodicho servicio religioso asistía la corporación, encabezada por la primera autoridad. Eso era lo que no gustaba al cabal grupo de partidarios del laicismo. Que quien soñó ser obispo, sin conseguirlo, dijera y bendijera lo que se le pusiera en la casulla, pero sin corporación. El concejal que quisiera asistir a la quermese que lo hiciera a modo particular. Pero no fue así y durante años hubimos de asistir al bochornoso espectáculo de una corporación en un acto religioso, como durante muchos años atrás tuvimos que aguantar similar espectáculo cada 15 de agosto en los Carmelitas de Begoña a los pies de la imagen de la virgen de Begoña, patrona de facto de la ciudad. Dos por el precio de uno.

Como el dinero para festejos estaba completamente adjudicado, el consistorio nunca dedicó cantidad alguna de su presupuesto a actividad alguna, salvo un tingladillo y un par de altoparlantes a la puerta del templo a los efectos de que el mosén se dirigiera a la afición antes de verter las aguas benditas sobre el pedrero. Aquello era lo único reseñable de la jornada.

Este mandato, la cosa cambio y la escasamente pía dama de Carbayonia decidió que nada de corporación en misas y otros actos de confesiones religiosas. Concejales siguen acudiendo por la parte más carca de la corporación, pero de modo personal en el uso de su libertad.

Y en esto, que aparece un grupo municipal y pide que se retire la festividad de San Pedro del 29 de junio a favor de San Juan, el 24 de mismo mes. Lo piden los de Podemos. Buen cambio. La noche del Bautista contiene otros ancestrales elementos paganos, que ya son de todos, ahí si hay presupuesto de festejos para hogueras y hasta fuegos artificiales. Lo hará encantado el PSOE local en cuanto necesite los votos de Podemos para algo y entre en el paquete de peticiones para el intercambio la mutación de no lectivos y normalidad restablecida.

Operación opaca

A los que tenemos cierta edad nos parece que fue ayer, pero van a cumplirse 21 años desde que Juan Arango, por entonces presidente vicario del Sporting por cuenta de Pepe Fernández, el dueño del paquete más grande de acciones del Real Sporting de Gijón, le espetó a la entonces alcaldesa de Gijón, Paz Fernández Felgueroso, el famoso “véndovos Mareo”. Y se vendió. Pasaron a ser los terrenos de la escuela de fútbol rojiblanca municipales y el Sporting se convirtió en inquilino, al igual que lo es de El Molinón. Podemos decir que el primer equipo de fútbol local lo es porque lo soporta el Ayuntamiento de esta deportiva villa marinera.

La entidad arrastra una escasez presupuestaria endémica: siempre hay alguna causa, aunque últimamente, su tesorería no está en situación tan agobiante como en otras ocasiones. Ahora, entre otras cosas, pretende rescatar la propiedad de la finca y el Consistorio, siempre complaciente, se muestra dispuesto y tira del correspondiente contrato en el que dice que el precio del rescate supera los doce millones de euros. Los Fdez. dueños de la S. A. D. ya dijeron que de eso nada, que son nueve los millones a poner porque han hecho mejoras en la propiedad. Es como si el inquilino de una vivienda pretendiera una bajada de la renta porque ha pintado sus puertas.

Sabe perfectamente Javier Fernández que la operación no sale adelante. Entonces, ¿por qué lo hace? Pretende poner en aquellos terrenos una clínica dedicada al tratamiento de deportistas, cirugías incluidas, para lo que lógicamente precisan de autorización municipal… y pretendidamente gratuita para lo que a buen seguro argumentarán que eso es una mejora de las instalaciones y un bien para la ciudad. Siempre fueron estos señores rápidos y listos para los negocios. La idea de la clínica no es mala, todo lo contrario, es bastante buena; pero a cada cual lo que le corresponde. Si no fuera porque la familia propietaria, bien representados sus intereses por el actual presidente, el ingeniero caminero Javier Fernández, hijo del patriarca, Pepe Fernández, tiene una larga trayectoria conocida por algunos recelosos munícipes, la operación podría ir como la seda. Mas en las circunstancias actuales va a ser difícil que se consiga tamaña “hazaña”.

La gentil dama de Carbayonia no siente la ciudad como es debido y mira al Sporting como podría mirar al Getafe, con simpatía, pero sin pasión de ninguna clase. No así el concejal para los Deportes, “Mon” Tuero, de muy contrastado sportinguismo. Tenemos, así, una buena idea de que no se va a poner la pasta sobre la mesa.

Otro olvido

Si estos papeles no se hubieran hecho eco de iniciativa surgida durante unas jornadas del Ateneo Obrero sobre la lectura, lo de la capitalidad cultural de Gijón para 2031 seguiría durmiendo el sueño de los justos en el limbo, porque, a pesar de lo que se le ofrezca contarnos al abúlico director de la Fundación de Cultura, no hay un solo papel que se pueda enseñar ni siquiera unos apuntes o borrador sobre el asunto datados hace más de una semana. Es decir, tuvo que partir la idea, que no está mal, de la sociedad civil, no de cualquier despacho municipal. Nuestra declinante villa marinera lleva un cierto retraso, a pesar de que la portavoz Marina Pineda haya contado que aún queda mucho tiempo: otras ciudades españolas llevan preparando sus proyectos desde hace más de un año e incluso dos.

Es ridícula la disculpa de que en el gobierno municipal se estaba en ello ya hace tiempo, pero que se llevaba en secreto: esto es sencillamente imposible porque si había gente trabajando en ello se habría sabido, como se sabe cualquier nimiedad de las que se dan en las dependencias municipales. No, aquí lo que sucedió es que, al ver publicado el asunto en estos papeles, la avispada, para lo que le conviene, gentil dama de Carbayonia convocó a los supuestos responsables culturales y los puso a trabajar en el asunto, no fuera Gijón a ser menos, pongamos, que Cáceres, Las Palmas, Jerez o Granada y otras ciudades hispanas hasta llegar a la media docena. Ella, que algo había escuchado del tema no ha demasiado tiempo, pero sin darle un adarme de importancia, ha preferido permanecer tras la cortina y hacer que dieran la cara en primer lugar el director de la Fundación de Cultura y, en segundo, la portavoz de su grupo municipal: menudo papelón para ambos. Por cierto, el concejal responsable de la cosa, Manuel Ángel Vallina, no ha comparecido en foro alguno ni, para por lo menos, explicar las razones de tamaña discreción y supuesto “secreto”. O será que la primera autoridad confía en según qué personas para colocar según qué clase de mentirijillas. Ahora, puestos a improvisar, les tocará buscar a expertos para preparar un primer borrador de proyecto. Esperemos que, esta vez, no se atrevan a colocarle el marrón por enésima vez a la gerente de Divertia, Lara Martínez.

Las decenas de empleados de la Fundación de Cultura no tienen iniciativa o nadie escucha sus propuestas, así que no es de extrañar que el órgano del que teóricamente habría de salir una iniciativa de este tipo no lo haya hecho y, ahora, con vergüenza generalizada nos hayan disfrazado de discreción lo que es incapacidad.