Toros no, gracias

Ante la estupefacción de los aficionados al sangriento espectáculo taurino, en el que la muerte y la tortura de unos animales son los protagonistas, los que mandan en el Consistorio han decidido reservar el coso municipal de El Bibio para otros espectáculos culturales de verdad y mucho menos sanguinolentos. Hay en la radio pública un programa nocturno que ha dedicado sus buenos minutos la noche del pasado sábado a los hechos de Gijón. Parece mentira que, en la radio de todos, como les gusta decir, se dediquen a menospreciar a un gobierno municipal en defensa de la tortura animal. Pusieron al teléfono al concesionario a quien no se le concedió la prórroga del contrato, que, está claro en el pliego, es una decisión discrecional, atención, no arbitraria, del gobierno municipal; pero el hombre estaba indignado, como si se le hubiera arrebatado algo. Compareció un sedicente corresponsal en Asturias del espacio radiofónico y un directivo de una asociación o fundación en pro de la lidia de toros, un completo, vamos, pero nadie del ayuntamiento ni representante alguno de la mayoría de los que no van a los toros o de las entidades que abogan por la supresión de las corridas. Lo que se dice imparcialidad no hubo. Dentro del descaro, sería aceptable si no calificaran a esa media hora en Radio 5 de desmesura como “informativo”.

A pesar de la parcialidad, un par de cosas quedaron claras: la no renovación del contrato es cosa del que se siente perjudicado, el concesionario, y el Consistorio, al que habrá de recurrir y, si la resolución edilicia no le deja conforme acudir a al juzgado por la vía contencioso administrativa. El otro aspecto es la de los aficionados, peñas o asociaciones con querencias taurófilas que pueden acudir, armados con los argumentos que mejor crean en su defensa, por otras vías judiciales: dinero para los afortunados abogados a los que presuntamente les encarguen el caso.

Desde el punto de vista electoral, a la vista de la escasa afluencia de público –y no hablamos de estos últimos agostos de pandemia–, la feria taurina gijonesa quedó reducida a la mínima expresión porque al ahora ofendidito concesionario, señor Zúñiga, no le salían los números ni para cinco miserables espectáculos. Puestas así las cosas, ¡qué hablar de impacto económico en la ciudad! Cualesquiera otros espectáculos o actuaciones musicales medianamente bien programadas atraerán más público y no cabe duda alguna que los responsables de Divertia se esmerarán por aquello de que no se diga.

Y, por decirlo todo, trascendencia electoral no tendrá la decisión. En todo caso arrimará votos a los que acabaron con el vertido de sangre inocente en el Bibio, que falta hacía.

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