Cerco a la villa

La fraccionada derecha consistorial de nuestra atribulada villa marinera es capaz de ponerse en las grandes ocasiones de acuerdo. Han de ser, eso sí, asuntos verdaderamente cruciales. Eso ha sucedido uno de estos días atrás. Tanto PP como Cs han elevado su voz para criticar la iluminación festiva. Los populares echan de menos motivos más navideños; debe ser porque encuentran la ornamentación demasiado laica, echan de menos belenes luminosos, estrellas y reyes magos… Un poco más de beatitud. Por su parte los de Ciudadanos creen que no es brillante ni envolvente y echan de menos el color y el calor de la navidad. Son las lucecitas, definitivamente, causa para que haya dimisiones o, por qué no, una buena moción de censura.

Ante el órdago opositor, los socialistas locales, muy preocupados, han decidido en este tiempo que debería ser de paz y amor, abrir el melón de los tortazos por ver quién se hace con el control político de su agrupación local y, casi como si no hubiera pasado el tiempo, se han enredado ya en la batalla de nombres para dirimir acerca de su dirección política local como hace cuatro años.

Y ahí tenemos a la doctora Carcedo, doña María Luisina, conspirando y supuestamente dirigiendo en la sombra una de esas operaciones jaula consistente, sencillamente, en dar de alta a nuevos afiliados de confianza que con su papeleta amigable aporten su voto al primer secretario actual que quiere repetir. Para eso cuenta con el bueno de Celso, socialminero de pro que funge en la actualidad como jefe de gabinete de la preocupada finísima dama de Carbayonia. Y todo por el poco caso que el hombrín de Laviana que, desde su puesto de mando al frente de la provincia y, cual moderno Enrique III “el Doliente”, persevera decidido en el cerco a la villa y su concejo.

Muestra el intermitente habitante de Suárez de la Riva unas cuentas en las que aparentemente el gobierno del Principado hace caer sobre Gijón una lluvia de millones, pero resulta que la mayoría son atrasos debidos y ya vencidos, como la ampliación de Cabueñes o los accesos a la Zalia y el colegio y el centro de salud del Nuevo Roces. Y suma y sigue. Para colmo, el radical alcalde capitalino, echa una manita al jefe socialista provincial y se queja amargamente que su central municipio recibe menos que el concejo costero: a eso se le llama confluencia de intereses. No sería extraño, puestas así las cosas, que un día de estos, fray Jesús, el ordinario diocesano, salga también en la defensa del atribulado mandatario capitalino criticando que el gobierno tiene abandonado el entorno de Covadonga en comparación con lo mucho dedicado a Gijón.