Ordenanzas y masoquismo político

Hace casi una semana, se celebró el día de Asturias que coincide con la festividad de Covadonga, con misa en la basílica del lugar presidida por el arzobispo. <y allá que se fue, invitado, el presidente regional para asistir impertérrito a las invectivas ultraderechistas y nacional católicas del impresentable fraile franciscano. ¿A qué va? ¿Qué pinta en una misa católica el primer representante del estado en la comunidad autónoma? Ya va siendo hora de liberarse del yugo clerical que atenaza y está infiltrado en los más insospechados recovecos del Estado. No se podrá tomar en serio al antiguo alcalde de Laviana si se empeña, como en su anterior desempeño político, en asistir a la misa mayor del pueblo. Sólo le faltó portar en andas a la enjoyada imagen. Con esta actitud da un mal ejemplo a la ciudadanía libre de un estado aconfesional. A los curas, todo les parece poco: quieren propiedades, que les paguen su modelo de educación y que las autoridades acudan sumisas a sus aquelarres. Como dice un querido amigo y magnífico profesional –Ángel Fabián–: “Los responsables institucionales tienen unos meses para pensar cómo podemos celebrar nuestro Día sin pasar por esta vejación.”

Toca entrar en las ordenanzas fiscales de nuestra vapuleada villa marinera y por la diestra, qué otra cosa iban a pedir, ya reclaman bajada de impuestos. Cierto que estamos saliendo de una de envergadura y que no anda el horno para bollos. Pero no es menos cierto que a la municipalidad, como al resto de las administraciones, le tocará apoquinar en pro de la ayuda general para salir de esta. Así que habrá que hacer equilibrios especialmente cuidadosos. Hemos de confiar en el buen hacer del departamento de hacienda para preparar unas ordenanzas que den paso a unos presupuestos suficientes en el gasto que se prevé amplio. Habrá aportaciones extraordinarias, pero no cabe duda de que a la ciudadanía le tocará apoquinar por algún lado. Es de mucho desconfiar escuchar los cantos de sirena de aquellos que piden el milagro de unos servicios públicos a satisfacción de todos y que no le cueste nada al público. El dilema es eterno, pero un año tras otro hemos de incidir en la misma cantinela y que la parroquia sepa disculparlo. El día que aparezca un quídam que nos diga: señores, les prometo esto, lo otro y lo de más allá, pero les va a salir por esto otro y tendrán que rascarse algo el bolsillo; ese día haremos una espicha en su honor. Pero no lo hay. De momento, la derechona y arrimados piden menos gasto y la izquierda gobernante se aplica en endulzarnos la píldora con extrema suavidad.