Del botellón a la basura

El botellón llegó al mismísimo Somió y sus vecinos se encocoran, como antes lo hicieran, y aún lo hacen, los de Cimadevilla, por ejemplo. Aquí no se libra ningún barrio de las molestias que causan las aglomeraciones de público, generalmente de edades tempranas, que se dedican a la ingesta inmoderada de alcohol, lo que provoca las consabidas intoxicaciones que conllevan griteríos inmoderados. Pero es que Somió, ciudad jardín para alojamiento de las familias por lo general de entre las más afortunadas de la villa y concejo, pareciera que tenía que estar libre de los achaques que atosigan a otros barrios más vulgares, como por ejemplo los ruidos insufribles de la <¡zona del Fomento o el Carmen o los ya mencionados de Cimadevilla. Esto de la igualdad de trato a todos los barrios y la distribución equitativa de las atenciones de las fuerzas del orden por todos los barrios ciudadanos rompe con el sistema que ha venido siendo habitual, según el cual, si no de primera o segunda, siempre los hay un poco más iguales que otros y en donde regía una suave discriminación positiva de unas zonas sobre otras: para los de Somió de toda la vida –y para los llegados ha poco con afán de escalar algún peldaño social– esto es un susto. Ya venían mosqueados con el maldito cierre del carril y su ridículo “cascayu” pintado por los suelos robados al tránsito rodado. Será una nueva táctica electoral de los socialistas locales.

Pero las huestes de la finísima y gentil dama de Carbayonia no se conforman con experimentos en el área de movilidad. En nuestra vapuleada villa marinera, de momento afortunadamente libre del sangriento espectáculo taurino, se va a probar un sistema de basuras según el cual, afirman ufanos los de la empresa municipal de las basuras, el que quien más genere más pagará, es decir, aflojarán la mosca por los servicios públicos quien más los utilice. Es justo lo mismito que por estribor se sostiene para el servicio público de salud y aquella malhadada idea del copago, por la que los seguros privados se frotaban las manos. Es llevar la lógica neoliberal a los servicios universales que parecen batirse en retirada. Aquí no hay socialdemocracia que valga. Las mentes pensantes de la empresa de la basura lo promueven para arreglar sus números y nadie en el equipo de gobierno municipal o de entre los directivos políticos de Argandona se percata de que eso es un atentado a las teorías del buen gobierno socialdemócrata; pero esto sería mucho pedir a esta alegre muchachada de cabezas huecas: les hablan de tarjetas electrónicas sin contacto y controles sin cuento y se estremecen de lo que creen felicidad progresista: al final, pagaremos más.

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