Adiós a la semana grande

Cambiamos con el tiempo: hace unos cuantos años, disfrutaba uno de la noche de los fuegos, justo al entrar el día de Begoña. Estos dos últimos quinces agosteños no los he echado de menos. Es más, me reconfortó que no los hubiera, como tampoco el restallón subsecuente ni los atorrantes aviones de guerra haciendo de las suyas por los cielos de nuestra, este verano, apacible villa marinera, llena de forasteros que buscan las agradables temperaturas de estas magníficas tierras norteñas. También la Feria de Muestras, con su aforo limitado, aunque frustre un poco las expectativas de sus expositores y organizadores, está más pasable. En fin todo serían ventajas si no fuera porque la causa que nos ha traído estas apacibles situaciones fuera un desgraciado virus que ha provocado la malhadada pandemia y su rastro de enfermedad y muertes.

La confianza, el tiempo meteorológico y la presión ejercidas sobre la policía municipal ayudaron al deseado fin de que el pasado domingo, día de Begoña, transcurriera sin incidentes mayores, con lo que se concluyó la vieja máxima de que el destino ayuda a los atrevidos. Es obligado constatarlo porque el asunto se avanzaba de muy mala manera. Sería malo, así todo, que a la vista de este “no hubo daños mayores”, se confiasen los próceres responsables y comiencen a creer en la “baraka” que acompaña los tontos y en que todo el monte es orégano. De momento, alegrémonos de haber salido con buen pie de lo que tan mal se presentaba. Terminada la Semana Grande en el pueblo, tan disminuida este verano, acabaron las sangrientas  e impresentables corridas de toros. Sólo tres días que así y todo han resultado demasiado. Ahora, una vez finalizado el periodo de vigencia de este contrato, no se publicará nuevo pliego, es decir, se suprime la  tortura bovina por la vía de la extinción. Es una cuestión de exclusiva competencia municipal y es una realidad completamente constatable que la afición era muy escasa, como es también falso que los supuestos festejos no costaran un duro al ayuntamiento, puesto que la simple existencia de la plaza exigía un mantenimiento anual importante: con suerte, podríamos decir que allá se iba lo comido por lo servido. La nuestra, era la única población de la provincia en la que se daban estos nefandos espectáculos. Se ha hecho taxativamente, de sopetón, por mucho que sepamos que habrá sectores que se encocoren muchísimo y que amenacen con retirar su voto a aquellas formaciones políticas que promuevan el finiquito de una masacre animal cuyos extremosos fanáticos no merecían ser tenidos en cuenta, dado lo inhumano de lo que reputan como fiesta y sólo es muerte. Una gran noticia.

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