Escaramuzas por unos retratos

Ahí tenemos los éxitos del Ceares, un club de fútbol modesto, pero con un mérito deportivo que no le quita nadie y un exceso de corriente, esa misma que también le sobra al Podemos provincial y al gijonés, por supuesto. Y mientras los correntistas hacen de las suyas política y socialmente en la ciudad, con su carga de rencor intrínseco y su maldad indisimulable, influyendo de modo impresentable en una formación política que ya de por sí presenta graves inconvenientes para ser presentable en sociedad, tenemos por el otro lado a representantes de los restos del Gijón finisecular preocupados por un quítame allá esos cuadros del salón municipal de recepciones. La Fundación Alvargonzález protesta porque en lugar del marino Claudio Alvargonzález pongan el de Acisclo Fernández Vallín, mientras siguen puestos los dos condes, Armada de apellido, que tanto caciquearon en esta villa marinera entre siglos sin que nadie osara pararles los pies. La verdad es que la mayoría de los próceres que figuran en esos grandes retratos del noble salón de recepciones, entre los vanos de los ventanales y en el muro opuesto, tienen unas biografías que no resisten un pase y que nos recuerdan un pasado en el que miles de gijoneses eran explotados de forma inmisericorde. Menos mal que las visitas no se interesan mucho por ellos, porque resultaría embarazoso explicar sus poco presentables hazañas.

Personalmente pasé alguna de esas situaciones embarazosas cuando en alguna recepción, algún visitante me interrogó acerca de los motivos por los que aquellos personajes merecían estar colgados en efigie pinturera en el edificio de nuestro Ayuntamiento. Mira, para eso bien podían los podemitas y la gentil dama de Carbayonia ponerse de acuerdo para expurgar de indeseables los noble muros consistoriales y colocar los de otras personas que mejor lo merezcan. Pero para eso, parece que no hay atrevimiento o conocimiento. Y que no nos vengan con la monserga del consenso.

Se aprovechó, por ejemplo, cuando la renovación del edificio lo que fue un avance al hacer desaparecer del decorado general a la Virgen de Covadonga, colocada allí durante el franquismo nacionalcatólico por el fervorín hipócrita de aquellos ediles de entonces, muchos de los cuales no resistirían el más mínimo análisis de sus vidas personales en cuanto a piedad y respeto a los valores cristianos que decían respetar.

Y, mientras estas animadas cuestiones llenan el transcurrir de las jornadas políticas locales, los desapegados mandamases provinciales prosiguen su campaña de ninguneo a nuestra ciudad. Ahí está esa nulidad política que es el actual habitante titular de Suárez de la Riva en Oviedo con esta villa lejos de sus pensamientos. Aguantemos.

Unos números que no salen

Andan muy contentos esos que se ha dado en llamar “los vecinos” y que no son más que un pequeño grupo con intereses claramente partidarios para presionar al gobierno municipal de turno. También se frotan las manos otros grupúsculos que dicen tener un interés social, pero que solamente representan a sus preferencias personales, por eso son varios, pero de muy mermada cantidad, aunque nadie le niega la calidad personal o profesional de algunos de sus integrantes. Se trata la cuestión del volumen de construcción en el “solarón”, que los mandamases han anunciado que disminuirán. El caso es que, como es natural, los concejales integrantes de la poco leal oposición muestran su contento porque creen que con esta decisión le meten un gol a las tres administraciones socialistas interesadas con mando en esas vías y futuras estaciones.

Repitámonos una vez más: la operación está bajo el techo de una sociedad llamada Gijón al Norte en la que están representadas la administración General del Estado con un 50%, la regional con un 25% y la local con otro 25%. Si se aprobó en su momento tal volumen constructivo era porque se habían hecho cálculos para que el coste de la operación de las vías saliese a coste cero, es decir, que el aprovechamiento urbanístico sirviese para pagar las obras necesarias.

Han cambiado los tiempos y las alegrías de la compraventa inmobiliaria ya no son lo que eran cuando entonces. Cuando se construían casitas con alegría y se vendían los pisos ya no sobre plano o tan siquiera monos sino sobre intenciones en un vídeo animado. El tiempo nuevo manda y los grandiosos planes se han aquilatado para reducir su coste y, sobre el papel, se ha conseguido. Hace falta redactar el proyecto, que siempre sube algo el coste previsto, y luego viene la construcción y sus inevitables sobrecostes. Esto, que lo sabe todo el mundo, no lo ignora ni el ayuntamiento ni el gobierno del Principado, mucho menos el ministerio.

Nos encontramos en este punto de la historia con un juego de trileros: la administración local, que anuncia a bombo y platillo al anunciar la supresión de seis edificios, seis, mira hacia otro lado y silba alegremente. La regional guarda prudente silencio, porque no le hace falta abrir el pico, y la general tira de hoja de cálculo con los números reales y no le salen las cuentas por lo que, llegado el momento, sacará sus papeles en uno de esos escasos consejos de administración y pondrá las cartas boca arriba. Para entonces, es posible que ya nos hayamos olvidado de la gentil, pero altiva, dama de Carbayonia con mano en plaza o la composición del plenario municipal sea otro, es decir, ya veremos.

Flagrante tomadura de pelo

En el juego del Monopoly hay cuatro estaciones de ferrocarril que se compran y se venden. En nuestra declinante villa marinera hay media y dicen que provisional, aunque ya lleve unos cuantos años en funcionamiento. Andan desde entonces dándose los unos y los otros proporcionándose unos bastonazos sobre el lugar de ubicación. Y no se crea nadie que se está hablando de kilómetros de distancia entre unas opciones u otras; ni tan siquiera llega la cosa a un medio kilómetro: trátase de unos escasos doscientos metros. Pues en esas estamos mientras el Ministerio de Ábalos y el Adif, su entidad dependiente se frotan las manos porque mientras haya riñas aquí no tienen que aflojar la bolsa y dedicar esos escasos dineros que inveteradamente hay a otros lugares en donde sus representantes políticos y sus ciudadanos reclaman con mejores razones y mayor contundencia. Estos días, vuelven a colocar la instalación pública a la altura del barrio de Moreda, en detrimento de ponerla doscientos metros más acá –o allá, según se mire– para contento de la parte de babor y grandes lamentos del costado de estribor.

Ese pobre concejal forista Martínez es el más exaltado. Como la situación de acá, o de allá, ya decimos, es fruto de un convenio de cuando mandaban ellos anda que no cierra el pico con grandes lamentaciones y hasta amenazas jurídicas, mentando no se qué irrelevancias sobre saltarse a la brava un convenio vigente, sin percatarse, el desdichado, que a un convenio le sustituye otro y que una decisión plenaria puede anular una anterior y todo ello dentro del más escrupuloso respeto a las normas de la tan cacareada democracia. Este chico nunca se cansará de protagonizar grandiosos ridículos políticos del mandato. Una cosa es que la gentil dama de Carbayonia no destaque por su bondad o suavidad de maneras políticas y otra muy distinta es que sea la dama boba rediviva, porque suponemos que hace unos lustros conoció la empatía y hasta quizá el amor.

El busilis del asunto estriba aquí en el metrotrén: su terminación, la construcción de sus apeaderos a lo largo de su recorrido y su extensión hasta el hospital de Cabueñes. Se precisa mucha manteca que tanto Principado como consistorio dan por hecho que ha de ser aflojado por el ministerio de Transportes. Parece que la cosa llevará su tiempo, pero es una de las fundamentales cuestiones que no debe ser desgajada de la operación. No olvidemos que la parada de largo recorrido quedará a la altura de Moreda y que los autobuses interurbanos tendrán allí también sus paradas. No lo olvidemos tampoco: ya han pasado muchos años como para seguir esperando.

Escandaloso abandono

Laboral Centro de Arte no nació para ser un proyecto de masas sino de excelencia. Quizá la nefasta consejera de Cultura que padecemos, tan acostumbrada por su bablismo a formar parte de una minoría que se cree la monda lironda y que no ceja en su empeño de imponernos a una mayoría de asturianos sus predicamentos, debería comprender las bases del espíritu con las que nació la fundación. Pero, ¡ay! Laboral es universalista, abierta al mundo, no encerrada en el ámbito micronacionalista de la aldea gala. Así que puesta la institución bajo su responsabilidad, no sabe qué hacer. Quién sabe por qué extraños, y probablemente no confesables motivos, se les ocurre dedicar parte de su espacio a montar un plató audiovisual, cuando en Asturias no existen suficientes que digamos, alguno de ellos cerrado y otros a un rendimiento tan bajo que es prácticamente inexistente. Probablemente se tratará de dar un poco de pienso a los que, bajo el paraguas del asturchalismo, pretenden obtener rendimiento de unas instituciones que se dicen proclives a sus anhelos, es decir, nada que tenga que ver con aquello para lo que nació la fundación Laboral.

No consideran necesarias a sus dos principales gestoras y en junio las despiden por el método de no renovar sus contratos y no tienen recambio por lo que es posible que acabe un funcionario, exconcejal de Gijón, Alberto Ferrao, como responsable provisional, o eso dicen, de la entidad. A juzgar por la escasísima actividad desplegada como edil de nuestra villa marinera, cabe esperar tiempos difíciles para el centro artístico. ¿Qué esperar de un tipo que no supo qué hacer con la Tabacalera de Cimadevilla o cómo liderar su puesta en marcha y provisión de contenidos? Tabacalera es un edificio que llegó para cubrir necesidades y al concejal que pretende ser califa en lugar del califa ni se le ocurrió qué hacer ni a él ni al literato que, tan preocupado por el devenir de su propia obra, dirige la Fundación de Cultura.

¿Cómo va a estar entonces en condiciones la gentil dama paracaidista de Carbayonia ni siquiera de sugerir a la fina consejera y poetisa bablista por dónde dirigir los pasos de la Fundación Laboral Centro de Arte? No hay suerte en esta villa y su concejo con este Gobierno de la provincia, preocupado por los proyectos para la cuencas irredentas, los estragos del lobo en la ganadería y consultar a su gran gurú pandémico para que le conteste qué medidas adoptar con esto del virus de marras. Gijón forma parte, reconozcámoslo de una vez, de uno de los fuertes complejos del escondidito rector provincial y, probablemente por ello, abandona todo pensamiento que tenga que ver con la mayor ciudad de Asturias.

Restos de regasificación

En virtud de un denominado Reglamento de actividades molestas, insalubres nocivas y peligrosas, conocido como RAMINP, no se podían instalar o realizar ciertas industrias a menos de dos kilómetros de núcleos habitados, así que como la entonces nueva regasificadora de El Musel no guardaba esa distancia de las viviendas del Muselín, la moderna instalación, tan importante para el puerto, no se pudo poner en marcha, decisiones de los tribunales mediante. Problemas como este pasaban por toda España y cada autonomía fue haciendo sus propias normativas para derogar medidas tan alocadas como esta que databa de 1961. Algunas regiones se dieron prisa, otras no fueron tan diligentes y a El Musel le tocó la china. Se derogó el RAMINP de marras y hubo que reiniciar, a la luz de la nueva reglamentación, la tramitación ambiental de rigor.

Ahora, esas autoridades que velan por el medio ambiente dicen que sí, que ya puede funcionar la regasificadora, parece que ocho años más tarde de lo previsto, cuando las de otros puertos de la competencia ya tienen las suyas a todo gas y nunca mejor dicho. Pero ya el gas no da para tanto: las energías fósiles no están de moda y ya no se necesita transportar tanto combustible –que se hace en forma líquida– y, por lo tanto, ya no se necesita volver al estado gaseoso ese combustible que desembarca líquido. De todas formas, otro elemento, el hidrógeno, está poniéndose de moda, y parece que los dueños de la instalación le ven futuro a la inversión efectuada en nuestro puerto, lo cual es, a ojos vista, una buena noticia.

Los gases sometidos a una cierta presión o enfriados convenientemente pasan al estado gaseoso y, tal estado, vueltos a calentar o sometidos a una presión mayor, retoman el estado líquido. Bien, pues la agrupación de los socialistas gijoneses era una nube gaseosa en estado libre y ha venido un elemento novedoso a ponerlos bajo presión o a calentarlos, vaya usted a saber, que los ha colocado en estado líquido, por lo que por lo menos son un poco más visibles. La causa es que LA NUEVA ESPAÑA informó días atrás de que el conocido y respetado socialista Monchu García, que fuera concejal, a pesar de su relativa juventud, aspirará de aquí a un año aproximadamente al mando de una agrupación ahora desnortada. Quizás calentado o presionado por los ardores políticos de Luisina y Adriana, Carcedo y Lastra, respectivamente, el gaseoso Iván Ardura, supuesto líder nominativo de los socialistas gijoneses, ha tenido que licuarse y contarnos que para el proceso de elección de primer secretario político local falta mucho y que él y, sobre todo, sus inspiradoras “sanchistas” no se rinden tan fácilmente. Ver veremos.