Vivamos el tiempo actual

Con el estado de ánimo en buena forma que produce la no celebración del Carnaval, expresión de chabacanería sin paliativos, y los resultados de las catalanas al coleto y ya en proceso de asimilación, cabe bucear un poco por las cosas del pueblo que nos llevan indefectiblemente a lo que es habitual en estos últimos meses.

Por ejemplo, ahí tenemos la antigua capillina de San Esteban del Mar, en El Natahoyo. La van a arreglar y poner en condiciones. Podría pensarse que el Consistorio tendría algo que ver en ello, pero son los jesuitas y el impulso y necesario apoyo económico del Rotary Club quienes tienen la iniciativa: nada de Consejería de Cultura, nada homónimos departamentos. El edificio es de muy modestas proporciones, casi retirada de la vista pública, su adecentamiento no luce, no aporta “medallas” que colocar en el pecho a los gestores públicos: si aguantó décadas en tal estado de cosas sin que pase nada, se dirán, bien puede quedar así unos cuantos lustros más sin nada se conmueva, sin que ocurra cosa alguna. Así que la iniciativa privada de una entidad con la suficiente sensibilidad se hace cargo de su rehabilitación.

A nuestros nefastos gestores culturales les vale con no terminar de enterarse muy bien cómo enterrar unos millones en la antiguo convento de las Agustinas Descalzas en Cimadevilla. Hay un plan, sí, firmado por dos personas pertenecientes a la estructura directiva eventual del municipio y, para eso, una de las dos, quizás la que por título del cargo más tendría que ver en su redacción, prácticamente no la hincó durante su elaboración, cuestión por cierto no inhabitual en dicho elemento.

Ya desde hace años el devenir de las asociaciones vecinales es como la lenta extinción de unas pocas brasas de lo que antaño fue una potente hoguera. Se ha repetido ya muchas veces. Ahora, son las asociaciones del entorno rural las que nos ofrecen últimamente un espectáculo deplorable. Algunas de ellas no se explican muy bien para qué sirve la federación de las rurales, dada su prácticamente nula actividad. Tan es así que alguna de ellas ya se plantea integrarse en la otra federación, la que se conoce como urbana, que en realidad tiene vocación, al decir de sus responsables, de acoger al perímetro completo del municipio. No estaría mal ir ahorrando por esta vía algunos gastos superfluos como son los del mantenimiento de todos estos chiringuitos que no pegan con los tiempos que vivimos. Es de común conocimiento que a la gentil dama de Carbayonia que preside el Consistorio no le hacen ninguna gracia estos montajes de otros tiempos: es el momento pues de aprovechar para desprenderse de estas adherencias impropias.