Incrustación sobrante

Se prepara un gran engaño municipal: una supuesta participación vecinal. A las casi inexistentes asociaciones de vecinos se las denomina “vecinos”, así en genérico, cuando en realidad no representan más que a bastante menos de un uno por ciento de la población. Nacieron en las postrimerías del franquismo como disfraces de las formaciones políticas de una izquierda entonces prohibidas. Tanto había que hilar fino que al principio se denominaban asociaciones de cabezas de familia. Recuperada la democracia, las AA VV se convirtieron en pequeños escenarios de las luchas de poder de los partidos de babor por ver quién las dominaba y, paradójicamente, en algunos barrios más finos nacieron asociaciones con tinte por estribor. Durante años, cobraron del Ayuntamiento, y lo siguen haciendo, jugosos estipendios y hasta se les proporcionan locales y abonan gastos de funcionamiento.

La diferencia con el antes y el hoy es que hace muchos años esas entidades tenían sus socios y una indudable influencia social, mientras que en el momento actual son prácticamente nada con una paupérrima masa social, es decir, no son nada y a nadie representan. Por eso, incluir como agentes intervinientes en una por venir normativa de participación vecinal es una mamarrachada digna de algún personaje que o bien actúa de mala fe o bien está tarumba. Lo peor es que más bien la cosa se acerca a la primera opción: una forma de sacar adelante una normativa descafeinada.

En realidad, la auténtica representación vecinal válida son los integrantes de la Corporación, concejales elegidos por sufragio universal libre, secreto y directo. Lo demás son inventos de cuando no había democracia y había que arreglárselas para dar salida a las ansias de participación y de control de las decisiones municipales por parte de la ciudadanía.

De esta situación son conscientes los socialistas, pero tienen ahí la incrustación de IU que ve en las AA VV todavía la oportunidad para gozar de un instrumento con el que obtener unas migajas de poder municipal y presionan a su socio mayoritario para que se las tenga en cuenta como si fueran algo de verdad. Estas cosas parece que le importan un bledo a la pizpireta dama de Carbayonia, a la sazón alcaldesa de la localidad a pesar de tantos, y tanto más le da so que arre; la razón es sencilla y salta a la vista: esta villa marinera a ella se la trae al pairo, porque sólo le importa mandar. Si ahora le ofrecen irse de primera autoridad a Zaragoza, se pone a cantar jotas y si a Valencia, se disfraza de fallera mayor. Con las AA VV incrustadas en el ente municipal perdemos todos e introducimos un factor de distorsión en la vida municipal.

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