Por la boca muere el pez

Es demasiado habitual cruzarte por la calle con personas jóvenes que llevan la mascarilla de adorno, a modo de barboquejo; pero otras veces te das de bruces con otros ya talluditos que la portan de la misma forma mientras se fuman tan pichis un cigarrillo: a estos últimos ya no se les puede aplicar la excusa de la inconsciencia de la juventud, sino simplemente la agravante de la estupidez más supina. A uno, le entran ganas de cantarle cuatro frescas, pero al segundo se te quitan las ganas de meterte en explicaciones de lo que significa el respeto a las normas aunque solamente sea por educación social.

Esa misma sensación se nos queda al escuchar algunas manifestaciones de otro hombre entrado en años que funge como primera actualidad de la capital de esta provincia nuestra: sus sandeces localistas para realizar ciertas reivindicaciones para su municipio y meter de por medio comparaciones con esta villa marinera indican una cosa: el alto nivel de su complejo de inferioridad y la falta de argumentos al exhibir sus ridículos agravios comparativos. Este Canteli parece que tiene acostumbrado al personal a sus salidas de tono y en su partido, que es el PP, y grupo municipal ya se temen que en cualquier momento tenga una salida de pata de banco, de forma que ya están acostumbrados. Es lo que tiene fichar aficionados provenientes de otros campos, sin cultura previa de brega política, para colocarlos en cabeza de sus listas electorales: ofrecen un atractivo inicial por su devenir profesional o social, pero cuando se ven al frente de una institución pública son incapaces de cambiar su forma de actuar: no se adaptan a los usos de la representación política, en la que se debe hilar un poco más fino que en los devenires habituales.

Aquí tenemos a una alcaldesa, paradójicamente llegada en inusitado salto paracaidístico desde la misma Carbayonía, pero bregada en la actividad pública, que contestó con una mansedumbre propia de santa María Goretti, haciéndose la humilde personificación de la ausencia de localismos. Lo ideal hubiera sido no hacer ni caso a las declaraciones de su homólogo de Vetusta, pero la gentil dama es imposible de mantener el pico cerrado: ella tiene que decir algo, venga a cuento o no. Y esta incontinencia es su condena: en público intenta aparecer como paradigma de la bondad y la mansedumbre, pero en los círculos más cercanos habla por los codos, lo que la lleva a llevarse de mal a muy mal con presientes regionales o delegadas del Gobierno, pasando por concejales de grupo o directivos de la agrupación local de su partido, lo cual no es conveniente para nosotros, los ciudadanos de su pueblo.

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