Mezcolanza cultural

Durante décadas hemos sido una provincia subvencionada. En nuestra tierra se enterró mucho dinero del procomún en demasiados proyectos de dudosa utilidad, aunque otros fueron exitosos y cubrieron enormes necesidades. A lo que en principio aportó el Estado, se sumó después de mediados los ochenta del XX el dinero procedente de Europa. Fuimos una región con rentas más que aceptables y empleados por debajo de la media regional. Ahora que volvemos a recibir en el reparto más o menos que lo correspondiente a nuestro territorio y población, nos parece poco, como si los demás tuvieran una deuda con nosotros. Cada cual intenta llevar el agua a su molino y así encontramos, por ejemplo, a canarios exigiendo a causa de su ultraperifericidad, a murcianos pidiendo más agua para sus cultivos de regadío o a madrileños porque son muchos y ser villa y corte les provoca gastos extra. Y, yéndonos al perímetro local, ¿qué pedimos de más para no ser menos que los demás? Pretendemos, nada más y nada menos, que alguien –sin saber muy bien quién– haga algo –sin determinar el qué– para volver a otros tiempos en los que proliferaba la actividad industrial, pero aportando cuantiosos fondos. Queremos industria a cualquier, mas, eso sí, que no contamine, lo cual es claramente incompatible.

Mientras tanto, la parachutista y gentil dama de Carbayonia, a la sazón alcaldesa de nuestra sufrida villa marinera, ya tiene sus ordenanzas fiscales aprobadas, no sin pasar por un tortuoso proceso en el que las diversas oposiciones hicieron de las suyas para ponerle las cosas complicadillas. El caso es que la mujer sacó adelante lo que pretendía y ahora va a por los presupuestos que son cosas dependientes, para llegar a su aprobación en un tiempo razonable, de la diligencia que ponga en el asador la concejala Marina Pineda.

Será para celebrar que hay ordenanzas fiscales por lo que se han atrevido a presentar lo que ahora se pretende hacer con la antigua Tabacalera: una mezcolanza de usos que nada bueno presagian. Hablan de invertir en ello veinte millones en tres años. Tanto se quiere hacer que mucho nos tememos la cosa termine en una sopa minestrone sin demasiado sentido. Multitud de cositas: de un estudio de grabación a una pequeña residencia para artistas becados, pasando por un auditorio o una pinacoteca y otras múltiples ocurrencias de las que se han de sentir orgullosos los fastuosos y quisquillosos asesores culturales de la primera autoridad que, de esta forma, demuestran su inoperancia y falta de una idea cabal de lo que ha de ser el tratamiento de la cultura local por parte de una municipalidad perdida en este sensible asunto