Perímetros urbanos

Apetece en estos día que corren, independientemente de las normas que dicten las autoridades, cerrarse perimetralmente uno mismo, insertarse en una propia burbuja y aislarse del entorno del que solamente recibimos un retorno desasosegante y no echar ni un vistazo a las redes sociales y medios digitales y ni radio o televisión; pero, como se nos ha venido repitiendo desde bien pequeños, el hombre es un ser social y para seguir, bien que en equilibrio inestable, en nuestros propios cabales, precisamos relacionarnos, aunque sea con un saludo en la cola del supermercado.

Es más que probable que la situación actual sirva de nuevo para hacer más lentas las cuestiones administrativas que ya de por sí estaban complicaditas y tardonas. Pero la excusa servirá también para los gestores políticos. Por ejemplo, sin haber despertado del todo, en el Ayuntamiento de nuestra villa marinera y todo su concejo, continuaremos arrastrando idénticos alifafes que aquejan a la comunidad de este balcón colgado sobre el Cantábrico.

La cacicada del Muro ahí la tenemos, causando sus problemas en otras vías urbanas y a los responsables contándonos tan ufanos que el incremento del tránsito en otras calles es «asumible». En realidad, los coches que hay son los que son y quienes los utilizan en su inmensa mayoría no lo hacen por el placer de conducir y callejear al volante, sino para hacer cosas: trabajo, compras, ventas, colegios, gestiones varias, obtención de servicios… Se nos suele informar por un lado acerca de la importancia de la industria de la automoción para la sostenibilidad de nuestra economía y, por otra, de los problemas medioambientales y las molestias que la abundancia de coches genera. Los gobiernos que en los países responsables son, andan entre Pinto y Valdemoro con sus intentos de conciliar estos intereses. El alcaldín Aurelio, único comunista incrustado en un gobierno local socialista, por deseo de la exquisita y gentil dama de Carbayonia, parece no haber tenido en cuenta todos los factores y tiró por la calle de en medio sin encomendarse ni a Dios ni al diablo. Y ahí tenemos el problema. Con voluntad totalitaria, no hace caso a las quejas o reclamaciones de los vecinos de los alrededores, que ven su capacidad de maniobra muy restringida.

Para que este tipo de medidas funcionen ha de existir un cierto consenso o proporcionar alternativas válidas para que sean aceptadas. No es así. Las ridiculeces de venir a contarnos que el «cascayu» del Muro es muy utilizado por paseantes es otra ridiculez más, sobre todo ahora que entramos en época intempestiva que vacía de gentes, salvo residentes, la avenida de Rufo García Rendueles desde el borde de los edificios a la barandilla sobre la playa

Experto en jaleos

Tanto dejar en manos del alcaldín Aurelio para coches, humos y aguas las cosas que su proceder ya ha comenzado a levantar dolores de cabeza a la parachutista de Carbayonia que funge de alcaldesa. Es natural que ella no se haga cargo de lo que significa para esta populosa y reivindicativa villa marinera una sociedad deportiva y recreativa como del Real Grupo de Cultura Covadonga. Ahora, con sus decenas de miles de socios detrás ya se va percatando y ha tenido que tomar en sus propias manos el espinoso lío que ha enfrentado al Grupo con el ayuntamiento; o para decirlo con más propiedad a la entidad con el concejal comunista a costa del canal navegable del río Piles. Creyó Aurelio Martín que bastaba con rodearse con grupito de personas afines y empezar a tomar medidas en plan ordeno y mando. No usa bigotones estalinista, pero sí en pequeña escala maneras propias de un dictadorzuelo por babor. Cierto que no tiene la capacidad de organizar purgas entre sus detractores ni mandar a nadie a un Gulag siberiano, pero en su nivel se da un aire.

Ahí está el contencioso del Muro, casi cerrado en un sentido y clausurado del todo en la contraria bajo la argucia de una actuación «provisional» que, mientras el equipo de gobierno no lo enmiende, puede dilatarse durante lustros. Un marronazo cuya solución dejará severas y probablemente numerosas disconformidades ciudadanas.

Lo del contencioso con el Grupo Covadonga es otra historia: ahí existe una directiva que habla por sus socios y por los intereses de los deportivos de quienes utilizan el anillo navegable. Por ese lado tenemos a las cianobacterias de marras y las mediciones son las que son y lo soportan todo, y las opiniones que saltan por uno y otro lado según los estudios que cada parte exhiba. La cosa del nudo formado por un ya demostrado incompetente concejal ha adquirido la forma de un ataque directo y gratuito a una decana entidad que se revolverá y no se detendrá ante lo que considera un atropello.

El enjundioso asunto ya muestra probabilidades de terminar en pleito ante algún juzgado. Mala cosa sería esta porque significaría un fracaso de la política municipal y de los gobernantes municipales con su galante alcaldesa al frente. De poco le valdrá a esta quejarse luego de que no tiene equipo en quien pueda descansar ciertos asuntos ante algún directivo local de su formación política socialista, o incluso de quien quiera escucharla, si el fichaje que fue a buscar por entre los restos de la IU asturiana le sale rana. Pues les pinta al pelo a la una y al otro: por atrevidos y advenedizos. Y el personal que se aguante.

Actuaciones fallidas

La plaza de Los Fresnos es fea. No acertaron en su momento en el ornato. Al existir debajo una gran superficie comercial, se vieron en la necesidad de poner unos lucernarios, pero no resultaron ser la pirámide del Louvre: son piramidales, sí, pero de apariencia de plexiglás y una serie de rejillas metálicas, con la pintura saltada y ya oxidadas, que no llegan ni tienen la vocación de esculturas, sino de simples adornos. Y un azulejado que, bien por ser de mala calidad o estar mal colocado o dispuesto, ha sufrido un rápido deterioro. En definitiva, es una plaza fallida que ha resistido el paso del tiempo y que la dejadez municipal no se ha molestado en mantener en condiciones: otro caso más para añadir a la dejadez manifiesta de las últimas corporaciones incluida la presente que padecemos estoicamente, porque ya nos contarán si no se precisa de esta virtud moral para soportar sin inflamación social la multitud de pequeños o grandes maltratos que sufrimos como componentes de una ciudadanía ciertamente ejemplar. Somos mansos, no bravos, aunque protestones, pero las cosas no van a más, salvo un escasísimo porcentaje de violentos, más bien gamberros que ideológicos, estadísticamente poco apreciables. Permitimos a los mandamases que cometan sus fechorías y nos conformamos con una oposición desnaturalizada y vaga.

Tampoco los que gobiernan son muy diligentes. Tomemos como ejemplo el caso del secretario municipal: al anterior, nombrado por aquella caritativa cirujana forista, no le gustaba la señora que ocupaba el puesto y se la cargó de mala manera para traer a un caballero muy musical. Este último no gustó a la parachutista de Carbayonia que, en uso de sus atribuciones, prescindió en mayo pasado del secretario existente en mayo pasado y anda todavía en proceso de selección con la segunda de a bordo del departamento como secretaria accidental. Son unos cuantos meses que indican una falta de previsión flagrante, puesto que, tomada la decisión de no prorrogar el mandato del anterior, bien podían tener preparados los pliegos para sustituirle al día siguiente de su cese.

¿Y del Muro no hay nada que decir? Pues mire usted, sí. La arquitecta que lleva la voz en el tema del proyecto ha manifestado que no se trata cómo de la circulación en el Muro, sino de cómo afecta a la movilidad en todas las zonas del entorno. La declaración, tan simple y tan sencilla, tan de cajón, no había sido puesta sobre la mesa por el alcaldín comunista para los humos y los coches, lo que indica la poca enjundia técnica de sus formas de actuar. Pero, ¿qué íbamos a esperar de un atrabiliario gestor público con tan pocas condiciones para gestionar algo?

Decisiones arbitrarias

Desde hace unos años y más o menos por este tiempo, uno acudía a su farmacia, se hacía con una dosis de la vacuna de la gripe, se la aplicaba y santas pascuas. Este año no, los gestores públicos socialistas del Principado han pensado y el resultado deja mucho que desear: para empezar, no se permite a las farmacia expender vacunas de la gripe y los ciudadanos deben acudir a su centro de salud. Más bien, será el SESPA quien decida, a partir de la próxima semana, los que merecen ser vacunados y los que no: han complicado el sistema cargando un poco más de trabajo a los sanitarios. El sistema es del tipo estalinista: aunque alguien pretenda descargar un poco al sistema público de salud vacunándose por su cuenta, los gestores públicos no se lo permiten: están como ratitas americanas, aquellas que eran cubiertas en un redondel por un cubo al que daban unos meneos y, una vez alzado el cubo, la cobaya se refugiaba en uno de los agujeros que horadaban el redondel, cada uno con un número encima; el poseedor del número correspondiente ganaba un premio, pues de un sorteo de feria se trataba. Pues nuestras autoridades regionales están con esto de la pandemia igual de despistadas que las ratitas americanas cuando les levantaban el cubo y corren a refugiarse en ocurrencias extrañas en un vano intento de controlar aquello a lo que no pueden poner remedio: otra vergüenza más que añadir a una gestión sanitaria a la que se han vistos arrastrados por la covid-19 y cuyos aceptables resultados de contagios, vaya usted a saber el porqué, les ha conducido a presumir más que un ratón encima de un queso, sobre todo al ocupante del palacete de Suárez de la Riva, un sujeto al que, a la vista está, le viene grande el cargo, puesto ahí por el dedazo de los pelotilleros más afectos al sanchismo rampante. Menuda firma nos han endilgado las cuencas como jefe político.

En el pueblo, sin novedad: el paseo del Muro sigue poniendo el color. El Consejo Social, organismo al que los mandamases, también sanchistas, pasaron el embolado, se lo han endilgado a su vez al colegio de arquitectos, lo que no se entiende muy bien, porque los ingenieros de caminos también saben bastante de flujos de tránsito urbano y cuestiones similares, no en vano se pone a un integrante de este colectivo al frente de la oficina del municipio para el tráfico. De todas formas, se conoce que para curarse en salud, el entorno de la parachutista de Carbayonia ocupante del más alto sillón político local ya ha avisado que las conclusiones no serán vinculantes.

Ausencia de Corporación

Apenas el Consejo Social de la villa se ha constituido para dirimir sobre el paseo del Muro de San Lorenzo y ya hastían sus más que probables dimes y diretes, convenientemente retransmitidos, acerca del asunto. Es decir, quedaremos hasta la coronilla de lo que se nos cuente de sus deliberaciones, de las diferencias entre quienes lo forman, sus opiniones, sus deseos, sus declaraciones, la conveniencia de que sean ellos quienes decidan, su probidad, su conveniencia o inconveniencia y, en fin, sobre el resultado de sus decisiones. Este es el resultado de las maniobras del concejal comunista Aurelio Martín que, incrustado por la parachutista primera autoridad proveniente de Carbayonia, está actuando como la cizaña, no ya entre el propio grupo socialista, sino en la ciudad entera. Su afán de protagonismo y notoriedad está causando grandes males en nuestra sociedad. Por esa cualidad de ente disolvente, el grupo de IU perdió la mitad de sus componentes de la anterior Corporación a esta y pasaron de dos a un concejal.

Dejar que un organismo al que no eligió ningún ciudadano decida sobre cuestiones de organización urbana es una imperdonable forma de quitarse de en medio un problema en el que la propia Alcaldesa se metió solita por imprudencia y atolondramiento, manejada por el incrustado alcaldín para humos y coches. Al flamante y demediado Consejo Social de Gijón, que no eligió nadie para la función que le han endilgado, sólo le valdría adoptar una decisión digna: declinar el honor y desentenderse del asunto para mantener, al menos, un cierto halo de compostura, porque no pintan nada en toda esta historia, la verdad.

No vamos a decir que este hecho sea una de las mayores calamidades que suceden en nuestros pueblos y ciudades; cosas peores hemos sufrido aquí y en todas partes, pero sí es un síntoma o indicio de la descomposición consistorial, ya que para dirimir un asunto que corresponde en exclusiva a los representantes votados por los ciudadanos, se deriva a un organismo ajeno de tipo más bien honorífico y con carácter de asesoría áulica para mejor lucimiento institucional.

Visto lo que hay, podemos llegar a la conclusión de que no hay Corporación municipal ni Junta de Gobierno, más bien unos órganos en funciones que representan un papel para tranquilidad del vecindario y proporcionar al respetable la sensación de que existen órganos colegiados de verdad. La realidad no es así: hay un poder omnímodo, el de la Alcaldesa, que lo pincha y lo corta todo y pare usted de contar. No parece que nos vaya a ir muy bien ni que la cosa apunte a un arreglo a corto plazo.