Saltos con susto

Nos hemos quedado sin la última parte del hípico en el Chas porque a un grupo de jóvenes jinetes se les ofreció hace unas semanas hacer una fiesta, había un contagiado con el virus nuevo de marras y lo pillaron otra media docena. Así que, la autoridad sanitaria, a pesar de que los chicos contagiados ya habían vuelto hace bastantes días a sus provincias de origen, suspende por precaución la última parte del concurso. Es una pena, porque los esfuerzos realizados por el Patronato Deportivo Municipal, encabezado por el competente concejal José Ramón Tuero -uno de los pocos que conocen el terreno que pisa-, son encomiables y merecedores de mejor final, a pesar de que el concejal, que es un bendito, no quiera hacer sangre y mentar la tremenda e insolidaria irresponsabilidad de esos jovenzuelos que jugaron con fuego: bastó un contagiado para pasárselo a otros seis o siete: así se las gasta la covid-19 y así de rápido realiza su cometido.

Luego es cuando viene el peliagudo asunto de los chigreros nocturnos que se muestran tan compungidos por el hecho de que las autoridades no les permitan abrir sus establecimientos. Cierto que se dan paradojas de acumulaciones de personal en otros momentos, pero no se tiene en cuenta el efecto de la ingesta de alcohol que, como es harto sabido, es droga potente que desinhibe y hace que se olviden bajo su efecto ciertas normas básicas de la convivencia. Y esa desinhibición provoca daños al mismo consumidor y a terceros: provoca violencia en forma de grescas y peleas, destrozos en mobiliario urbano, abusos sexuales o accidentes de tráfico, por señalar los efectos más comunes. Efectivamente, no todos los que beben alcohol se ven envueltos en estos desgraciados incidentes, pero son causa de muchos de ellos. Imaginemos entonces la de ausencia de mascarillas o falta de respeto a las distancias de seguridad normativizadas. Hay que añadir, y en esto hay que reconocer que pagan justos por pecadores, la irresponsabilidad de aquellos propietarios que permiten mayor afluencia a sus establecimientos de la permitida. Existen pruebas de esto último porque la autoridad competente ha interpuesto denuncias y desalojado algunos locales.

También en el ámbito particular se dan este tipo de fenómenos y el virus no entiende de amistades o familiaridades, por eso los sanitarios se han tenido que inmiscuir en el ámbito de lo privado al poner coto hasta al número máximo de asistentes a reunión particular.

Todo esto está muy repetido, pero causa una cierta desazón comprobar que haya tantos conciudadanos que no quieran comprender o acatar estas normas, aunque algunas duelan. Por eso es necesario repetirlo aunque sea ya un lugar común.

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