Medusa en el Muro

Hacía falta que nos cayera alguien desde Carbayonia, con una flagrante ausencia de sensibilidad acerca de las cuestiones de Gijón, para acometer la mayor desgracia urbanística con el Muro sin encomendarse a dios ni al diablo. Y en pleno mes de agosto, para fastidiar un poco más. Es la gentil damisela con que el cruel destino nos castigó como alcaldesa. Bien es cierto que bajo ella pulula el alcaldín comunista Aurelio que proyecta a golpe de ocurrencias atroces las cosas de los coches y los humos contaminantes. La ocurrencia no es de la extraña señora, sino del atrabiliario concejal, aunque lo de hacerlo en el verano central no le ha parecido bien al peculiar personajillo de la movilidad por saberlo fecha impopular; pero ha tenido que acometerse ya porque a la jefa le parece de una gran prioridad acometer la obra y al concejal don Olmo, honrado electricista de Arcelor y ahora responsable de obras, ni se le pasa por el caletre llevarle la contraria a la mandamás. Él pelea con voltios y amperios, pero no está para enfrentarse a Gorgona alguna, no vaya a quedarse de piedra. La peligrosa mandataria ya ha demostrado en un año que no debe repetir mandato y que los tres años que le quedan van a ser un infierno para los sufridos habitantes de esta maltratada villa marinera. Estamos en las peores manos que podíamos estar y debemos pedirle colectivas cuentas a la organización, el PSOE local, que nos la ofreció como cabeza de cartel: el público se fio de las siglas y ahí tenemos el desastre que ahora padecemos. Estas cosas le pasan a los electorados porque se confían. Nos ofrecieron unos buenos alcaldes en el pasado que levantaron la ciudad, luego esta que nos trajeron, aunque procediese de la capital, algo bueno tendría que no conocíamos. Bueno pues no. Era un completo y auténtico bluf. Y es que tampoco la organización socialista gijonesa tuvo peor directiva desde hace bastante tiempo. Un cúmulo de circunstancias desgraciadas, vamos.

Tuvimos ocho años de postergamiento forista con aquella cirujana que ni hizo ni dejó hacer y ahora llevamos uno de algunas actividades efectuadas a tontas y a locas, eso sí, envueltas en bonitas palabras muy sonoras, pero muy vacías de afán de servicio a la ciudadanía y plenas de las aviesas intenciones de aparentar que se actúa a favor del interés general. Para muestra, ahí tenemos el horrible desastre del Muro: muestra de varios despropósitos que, en lugar de mejorar lo existente, lo estropean. Los gijoneses, acostumbrados al maltrato, pronto comenzarán no ya con las naturales protestas, sino con algo más humillante y terrible: el pitorreo general, cosa que nadie aguanta tres años.