Bacterias y subastas

Parafraseando al eminente poeta que fuera catedrático en el Real Instituto de Jovellanos: Río Piles, río Piles, nadie olerte quiere. El modesto cauce local desde hace innúmeros años fue un asquito, unas veces de forma más notoria que otras, pero siempre un asquito, sobre todo desde el puente de La Guía abajo. Al concejal Aurelio Martín no se le ocurrió cosa mejor que ponerse a realizar unos análisis y los resultados dejaron espantados al personal, pero si los hubiera hecho el año pasado o hace un lustro, habría sido lo mismo. Pero se le ocurrió ahora, para estrenar sus nuevas competencias medioambientales, como si no hubiera Confederación Hidrográfica.

Su estreno fue el hacer de meticón, quién sabe para ganar qué puntos, y de esta forma continuar con la larga y bien ganada fama de entrometidos de los comunistas. Y ahí tenemos a la empresa de las aguas metiéndose a hacer análisis y a la primera autoridad de origen carbayón toda preocupada por arreglar el entuerto que, al parecer y a primera sensación, parece que consiste en filtraciones de la red de saneamiento bajo el cauce del río. Es un bonito tiro en el pie que se ha tirado el Ilte. Ayto. merced al feliz estreno competencial del edil satelital que entró sin necesidad alguna en el equipo de gobierno de la localidad: bonita adquisición con la que, a modo de bibelot, colocó en sus vitrinas el socialismo gijonés. Unos campeones.

Las universidades públicas españolas, en su afán de obtención de recursos, se han convertido más que en entes de formación o investigación en sistemas de extracción. Son como molestas rémoras que parasitan los diversos departamentos de las administraciones y algunas grandes empresas en pos de dinero contante y sonante. Sus necesidades, casi siempre calificadas por sus rectores como perentorias y disfrazadas de grupos de investigación y similares montajes, no tienen fin: si consiguen algún milloncejo, enseguida se inventan otra necesidad, pero su nivel de excelencia aparece inveteradamente en unos niveles muy bajos de las diferentes clasificaciones que evalúan a todas las del mundo.

Por aquí tenemos al rector provincial, Santiago García, en funciones de director de subasta, a ver qué ayuntamiento de entre Gijón o Mieres le paga más por la ubicación del grado de Deporte en sus respectivos campus. Lo más lógico sería contestarle como se merece y mandar a tan peculiar personaje a hacer gárgaras para que aprenda a no meterse a mercader. Si la idoneidad de una ubicación u otra se mide solamente por la contabilidad, mal vamos. Sin embargo, hasta ahora, es el único criterio que se ha escuchado por la parte universitaria, lo cual es bien triste; pero así está montado el tabladillo. Es algo tan vulgar y común de la universidad española que ya a nadie llama la atención y que el régimen autonómico ha exacerbado al máximo. Las universidades chantajean a las diversas consejerías de los gobiernos autonómicos, a las diputaciones provinciales y a los ayuntamientos, a cuyos despachos se acercan, por cierto, muy habitualmente con aires de soberbia altanería, como perdonando la vida a los gestores públicos, lo que contrasta con el aire humilde y pelotillero que exhiben cuando tratan con la empresa privada.

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