Ir a por la lana

¿A qué va el presidente astur a la basílica de Covadonga? Probablemente a que, en el uso de su libertad de expresión y el hallarse en casa propia, fray Jesús, el arzobispo le proporcione unas obleas dialécticas. ¡Qué manía la de figurar. Qué aldeanismo mal entendido el que una autoridad civil se meta a figurar en funciones religiosas a no ser que sean acontecimientos de Estado.

Le está bien empleado y, al contestarle pocas horas después en Cabrales, demuestra que los golpes llegaron allí donde debían hacerlo. Debería servirle de lección y no remontarse a los tiempos del período preautonómico en los que el presidente provisional, Rafael Fernández, acudió más bien llevado por su buena relación con el entonces arzobispo Díaz Merchán.

El ordinario que le sucedió, con sus buenas maneras sociales fue siempre prudente en sus parlamentos, como siempre, por algo Carlos Osoro llegó a cardenal. Cierto que otros presidentes regionales siguieron acudiendo a Covadonga para hacer su paripé, pero ya estuvo bien de bailarles el agua a quienes han demostrado suficientemente no respetar a todos los ciudadanos y ni siquiera suficientemente a los de su grey. Bien estaría que el ocupante de Suárez de la Riva diera por una vez cierto toque de firmeza y el año próximo se abstuviera de misas y procesiones.

En esta pizpireta villa marinera, la primera autoridad municipal ya ha iniciado un buen camino en este sentido y, oh sorpresa, no ha pasado nada y la vida sigue igual.

Se fueron por los cerros de Úbeda los del grupo dominante en nuestro ayuntamiento local para escurrirse del peliagudo asunto de las corridas de toros en el coso municipal de la localidad. La disculpa utilizada fue bastante infantil: «la ley que protege la tauromaquia como patrimonio cultural lo impide», manifestó el concejal de Educación y Cultura (¿). No hay ninguna ley ni sentencia judicial que obligue al ayuntamiento a publicar un pliego para la concesión de la organización de los sangrientos y deplorables espectáculos taurinos, por lo que finiquitado el contrato en vigor no se convoca otro y todos tan contentos. A ver qué organismo administrativo o tribunal tiene algo que decir.

Si continúan los toros es por el miedo de los socialistas a una minoría que gozan del sádico festejo y que, en su mayoría, no son precisamente su clientela política. Afortunadamente, la cosa va a menos y mieditis política de baja estofa aparte cada vez se apuntan menos aficionados a la barbarie y a algún alcalde le tocará algún día tomar la decisión, que para entonces no requerirá ni valor o imaginación alguna, de no sacar a concurso la explotación de la plaza de toros y que Gijón deje de ser un lugar en el que triunfa la tortura animal. No parece este gobierno municipal muy preocupado por estas cuestiones de los animales: el albergue de perros y gatos de Serín, cuya gestión lleva en régimen de concesión una asociación, parece mostrar algunas dudas en su gestión que debería ser despejada: primero, por el adecuado trato que merecen los animales allí recogidos y, segundo, por el buen nombre de la asociación concernida.

Lo principal es ocuparse de más personas, pero los animales merecen un trato y cuidado exquisito como entes con capacidad de sufrir que son.

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