Ingenuos bienintencionados

Hace años, cuando los felices sesenta y setenta, se llevaban mucho las publicaciones -generalmente enciclopedias- vendidas por fascículos de periodicidad semanal. Aquí en Asturias se hizo muy famosa la «Gran Enciclopedia Asturiana» que fue vendida por tomos a domicilio, editada por aquel magnífico emprendedor local que fue el gran editor Silverio Cañada. Era precisamente este tiempo del final de verano, de vuelta al colegio, cundo la televisión -la única que había- y los periódicos se llenaban de anuncios con las ofertas fasciculares. Generalmente, sólo aparecía el primer tomo, por ser del que sólo existían imágenes. De una de aquellas enciclopedias, se mostraba el lomo que llevaba estampadas en el lomo la primera y última de sus entradas: «Abedul – Centeno». Recordó esto uno al leer por aquí que un grupo de animosos conciudadanos se habían dedicado a colocar en los terrenos del Solarón una centena de plantones de abedul en su afán de consolidar dicho terreno urbano como un parque. Llevan recogidas dos mil firmas de otros bienintencionados como ellos para solicitar dicha gracia. Lo más probable es que los plantones de abedul caigan víctima del mal cuidado de otros ciudadanos y de los ajetreos navideños que allí se forman, si es que para entonces queda alguno. Eso lo saben bien quienes se apuntaron a la iniciativa, porque lo pretendido era llamar la atención del resto de la población para que una especie de clamor social obligue a las administraciones públicas a renunciar a los ingresos por la venta de suelos para viviendas, previstas para aminorar el tremendo coste del plan de vías. A lo del parque nos apuntaríamos todos, pero la gran mayoría es consciente de que se trata de una ingenuidad, habiendo como hay un destino decidido. Cuántas veces al contemplar un gran solar vacío tras una demolición no hemos soñado con que en el lugar no surgiera otro edificio y que aquel escenario se convirtiera en una plazuela en medio de las construcciones; pero en un par de segundos abandonamos tales ensoñaciones. Así con el Solarón, pues, un sueño de imposible cumplimiento: hay que colaborar al pago de la operación de las tan necesarias estaciones.

Han terminado los fastos anuales de la conmemoración del día de nuestra provincia, uno de los cuales fue el rito de entrega de las medallas de Asturias. Probablemente la que más carga emocional llevaba era la concesión a título póstumo de una de estas distinciones, en su categoría de oro, al que fuera presidente regional y antes alcalde de Gijón, Tini Areces. Una distinción merecida que recogieron emocionados su viuda, Soledad Saavedra, con emocionadas y justas palabras, y sus hijos Manuel y Alberto. El actual presidente Barbón ha tenido oportunidad de dirigirse a los asturianos en variadas ocasiones estos días: discursos con lugares comunes y principios vacíos de contenido que nada bueno presagian, aparte de utilizar en algún momento de ellos el dialecto astur-leonés que se eleva por parte de un nada desinteresado grupo a la categoría de idioma y que hasta se pretende oficializar. Si este son el tipo de decisiones con un cierto fuste que desea llevar adelante el ocupante de Suárez de la Riva, es para quedar ciertamente preocupados.