Lo de Mori

Este año, se cargaron como «speaker» de nuestro Hípico, el de Gijón al carismático José Antonio Mori, un ingeniero que en su juventud fue comentarista deportivo en la radio de éxito, muy querido por la audiencia, y durante los últimos años por los espectadores de los concursos de saltos en las Mestas. La empresa organizadora de nuestro concurso, fruto de aquel afán privatizador del moriyonato, se trajo a su propio locutor y botó a Mori, bueno, no, peor: intentó relegarle a un papel secundario que fue demasiado para el pundonor de nuestro paisano que se fue a su casa. A todo esto, nadie le avisó de los cambios con antelación: todo sucedió el primer día de concurso a la hora de comenzar la faena.

Cuando el concejal Tuero se enteró de todo, se llevó un disgusto e intentó desfacer el entuerto, pero ya era tarde: la dignidad de José Antonio Mori ya estaba herida. Es decir, una empresa concesionaria pasa por encima de los deseos del representante municipal y no siente ni tan siquiera la necesidad de darle cuenta de algunos cambios tan sensibles. Si está haciendo esto en una cosa tan notoria, estamos en condiciones de maliciar si no las estará haciendo peores en desfavor de nuestro concurso hípico. Antes, duraba nueve días. En realidad eran dos, uno de cuatro días y otro de cinco.

Fue llegar estos fenómenos, grandes organizadores, y permanecer reducido a cinco miserables días, como si fuera un concurso normal. Ahora, si las necesidades de la empresa -que también lleva otros concursos y por tanto ha de conciliar diversos intereses- soplan de un lado, es posible que sigamos teniendo CSIO y Copa de cinco naciones, si el aire va del otro lado, nos quedaremos, como mucho, en un CSI que, con la presencia de cuatro jinetes extranjeros ya justifica el calificativo de internacional. Esperemos que el concejal de deportes se entere de la fiesta y ate en corto a una empresa que no da muestra de respetar lo suficiente al público de Gijón que, en definitiva, es para quien se hace el Hípico, no para aumentar la cuenta de resultados de un organizador privado. Se adivinan al fondo obstáculos mayores, del tipo y envergadura de un muro en un recorrido de desempate.

Por cierto, y sin que tenga que ver con los caballos, le quiere el ministerio de turno aplicar serrucho a la torre del Musel. ¡Qué afición! Y todo porque no quieren pagar el manteniendo. Está bien eso: muerto el perro, se acabó la rabia. Los servicios del control portuario muselino se trasladan a Veranes y, de paso, también los de Avilés; son las facilidades de las nuevas tecnologías. Por esa forma de actuar, pronto se podrá llevar todo desde una nave en un barato polígono del cinturón industrial de Madrid, que es más barato y, desde allí, controlar los movimientos de todos los puertos de interés general, cosa que la tecnología ya permite, aunque todavía les salga algo carillo. Al tiempo. Y para que no quede rastro de la fechoría, qué mejor que derribar la torre: fuera testigos. Luego, que nos vengan a hablar de la famosa España vaciada. También nosotros estamos siendo vaciados y hasta serruchados.