La relativa importancia de las elecciones

Como antes otros líderes políticos, Pablo Iglesias Turrión pasó por La Moncloa con el deseo ya expresado de colocar a alguno de los suyos en el próximo gobierno. Y lo hace a pesar de que la suma de su número de diputados con los de los socialistas no da para una mayoría absoluta, con lo que Pedro Sánchez se quedaría como estaba con o sin podemitas en su gobierno. Es lo que tiene la chulería en su faceta política: se pierde la perspectiva y, de paso, se pierden otras oportunidades al empecinarse en deseos imposibles de cumplir. Tras las dos horas de conversación, salió un discreto Iglesias poco comunicativo, por lo que es de suponer que, de momento, Sánchez pretende un gobierno monocolor. De todas formas, es del común parecer que hasta después de las elecciones del 26 de este mes, las combinaciones de apoyos o pactos, por todas partes, quedan pendientes.

¿Y qué hay del 26 M? Pues lo más destacable, en lo regional, es la guerra descarnada entre la candidata del PP y la presidenta regional de dicha formación. Mi señora doña Cherines no traga a postulante a presidenta regional a Teresa Mallada. Se les augura un tortazo supino ante las urnas, tanto por lo mal que le vienen dadas las cosas en general a la marca popular como la pelea abierta particularmente en la formación asturiana de la derecha. Tampoco en Gijón les van demasiado bien las cosas a estos populares nuestros, con su candidato paracaidista, que se dedica a dar paseos para conocer algunas verdades de la ciudad que no tienen que ver con las sidrerías, terrazas y vistas de postal propias de los turistas. Incluso si visitara el caserón del colegio de los jesuitas ya sólo reconocería al hermano Nistal, el único que probablemente quede de sus tiempos de pupilo de la institución.

Entre el resto de las fuerzas políticas, cada uno a lo suyo, dedicándose al electorado, es de suponer que mirando de reojo a los demás, pero sin hacerse demasiadas menciones los unos a los otros. Es como si la cercanía de las elecciones generales tan recientemente pasadas les hubiera dejado desfondado el saco de las maldades. De ahí que la mayoría se muestren más bien propositivos, entre los que destaca, con abundante ventaja, el candidato regional de Ciudadanos, Juan Vázquez.

Sin embargo, lo que parece más importante frente a estos dimes y diretes es directamente lo de comer, es decir, Arcelor-Mittal; industria de la que dependen demasiadas cosas en Asturias y en nuestra villa marinera y, por ende, portuaria. El anuncio de recortes en las acerías gijonesa y avilesina y la consiguiente reducción de empleo, se habla de hasta un dieciséis por ciento, ERE mediante, no ha dejado más que preocupación en los medios empresariales y sociales. Una mala noticia de tan grueso calado es capaz de opacar entre las personas responsables cualquier otra preocupación en los asuntos comunes. Para los asturianos la disminución de Arcelor-Mittal es mucho más decisivo que cualquier resultado electoral porque, queden como queden compuestas políticamente las instituciones, es imposible saber si sabrán reaccionar adecuadamente al oscuro futuro previsto que se suma a otros factores nada halagüeños para nuestra tierra.