Vistazo a los últimos acontecimientos

Para empezar y quitarnos los disgustos de en medio, mencionemos los dos grandes tortazos que el electorado ha propinado a las dos formaciones -una en la sombra- que han venido llevando las riendas de nuestra querida villa marinera estos últimos años: el Foro casquista, con su gran promesa blanca, Álvaro Muñiz, trasquilado y los podemitas con corriente. Sea por lo que fuere, el público los ha arrumbado y todavía han tenido una cierta suerte. El resultado ha sido justo por el mal infligido a la ciudad durante los últimos ocho años. Otros disgustos son la presencia en el salón de plenos de la formación ultra por la diestra y la pérdida de uno de los dos concejales de Izquierda Unida: Ana Castaño se ha quedado sin medalla de concejal y sólo Aurelio Martín habrá de mantener la posición de una formación política menguante.

El PP se queda como estaba y la operación paracaidista los ha dejado como estaban. Ni para delante no para atrás, con sus tres concejales; estancados en una posición preocupante. Esos tres ediles parecen constituir su suelo y les tocan otros cuatro años de padecimientos opositores, que no tan siquiera, de nuevo, podrán proclamarse como cabezas de esa oposición.

Entre los favorecidos por el destino en los comicios locales están los de ciudadanos: de contar con un solo representante, pasan a cuatro, quedando como segunda fuerza del consistorio, justo premio esa posición a su política seria y propositiva estos últimos cuatro años ejercida por su único concejal y ahora cabeza de grupo, José Carlos F. Sarasola.

Parece que el PSOE de Oviedo pierde la alcaldía a favor del PP, pero quizá le sirva de consuelo que una ovetense vaya a ser alcaldesa de Gijón. La amplia mayoría obtenida por la socialista Ana González significa la vuelta a la cabeza del gobierno municipal de unas siglas, no de una candidata, que no ha aportado nada a la victoria del conjunto de la agrupación gijonesa del PSOE.

En lo regional, ocurre algo parecido: crece el socialismo hasta casi alcanzar alguno de sus históricos y míticos resultados, pero tampoco por la portación del candidato, al igual que le ha ocurrido al PP que mantiene su posición anterior, independientemente del cambio de candidata. Siguen en nuestra provincia pesando las marcas más que las personas y ahí debemos también insertar el crecimiento, pero no el esperado, de los Ciudadanos con Juan Vázquez al frente que se convierte en una de las opciones de coalición para apoyar un gobierno del socialista Adrián Barbón.

La todavía alcaldesa en funciones de Gijón, Carmen Moriyón, ha de pasar por las horcas caudinas de una derrota electoral no vamos a decir con paliativos que inmerecida. El mal causado en Gijón por los casquistas ha sabido ser visto y correctamente interpretado por un electorado que no ha querido ni de lejos repetir la experiencia gijonesa. Moriyón ya es, a pesar del escaño conseguido y próximo a la renuncia en la Junta General, historia política de nuestra verde provincia.

Enternecedor error de enfoque

Un titular en estos papeles llama la atención: «La plantilla de Alcoa exige al PSOE que el Ministerio de Industria asuma Energía». Es lógico que unos trabajadores, o sus representantes sindicales, en su afán por mantener sus puestos de trabajo, se aferren a cualquier clavo ardiendo, pero hay ocasiones en que más que a un clavo al rojo echan mano a una quimera. Sería la primera vez que la llamada parte social de una empresa se mete a organizar un gobierno porque viene bien a sus legítimos intereses. Aparte de que pedir tal cosa es no ser conscientes de las propias fuerzas de presión o convicción, quien organiza un gobierno, que suele ser su presidente, en conversaciones con sus consejeros o, en su caso, con sus coaligados para gobernar, y poco más. Ni tan siquiera la gran mayoría de los afiliados del partido gobernante tienen pito que tocar. ¿Y por qué tamaña aberración en este caso?

Asturias ha sido una región sindicalizada en la que la preponderancia de la empresa pública hizo que las opiniones de los sindicatos -hasta con puestos en los respectivos consejos de administración- tuvieran una fuerza considerable. Pero, ay, los tiempos han cambiado y los sindicatos ya están más cerca de lo que debe ser el auténtico papel de un fuerza sindical en una empresa. Es lógico que representantes de la plantilla mantengan reuniones con toda clase de instancias políticas, patronales o sociales en pro de que se mantengan los empleos, que disminuyan el mínimo o que, de extinguirse, los afectados se vayan a casa en las mejores condiciones posibles; pero de ahí a organizar un gobierno hay un trecho enorme. Quiere ello decir que si estos empleados de Alcoa piden lo que piden con tal naturalidad es que aún no se han dado cuenta de que los tiempos han cambiado, que ya vivimos otra época con otro modo de organización económica en la provincia y que, como ello, muchísimos otros no se han dado cuenta, incluidas importantes áreas políticas hasta de gobierno, y que, por ello, así nos luce el pelo. Por ejemplo, entre los mandamases de quienes las encuestas dicen que serán mayoritarios tras las elecciones autonómicas, nos quiere hacer creer que sólo a base de compartir bandera política se tomarán decisiones más favorable para el conjunto regional en materias como las infraestructuras, la sanidad o la educación. No tienen en cuenta que aportamos siete de trescientos cincuenta diputados y que tal es el límite de nuestra capacidad de convencimiento ante los diferentes poderes centrales, tanto en el gobierno como en las diversas oposiciones que en las Cortes están.

Vistas las encuestas, aquí publicadas el pasado domingo, y escuchadas las declaraciones del candidato presuntamente ganador, parece que volvemos a las mismas: la creencia en la magia de la influencia de una autoridad regional en las decisiones de Estado respecto al medio ambiente o la industria. Otra bendita inocencia para consumo de incautos, más creyentes en la magia que en los equilibrios políticos y el lugar en el que residen las verdaderas influencias. Es entrañable, pero socialmente peligroso.

Especulaciones edilicias

El paracaidista que la superioridad impuso desde Génova, 13, como candidato de los populares a la alcaldía de Gijón sólo ha servido de momento para dividir en dos -o en tres- a la militancia gijonesa del PP, lo cual es muy público y muy notorio. Los socialistas de la localidad, igualmente divididos en un par de mitades que no se soportan nada bien, han sabido disimular de cara a las elecciones su brecha en aras de aparentar una inexistente coexistencia, pero han sabido ocultarla de cara a presentarse al electorado como una formación unida, por lo que no sería de extrañar que la ficción tan bien engranada se convierta en un pequeño aumento de escaños consistoriales e incluso los convierta, a rebufo de otras instancias, en la formación más votada, a pesar de la también procedencia ovetense de su cabeza de lista. Distintos tratamientos internos para dos aguerridos saltadores.

Con el FAC casquista menguante y con los representantes políticos del sindicato CSI también a la baja, se ve difícil que se repita la entente cordial que gobernó los últimos ocho años esta nuestra villa marinera. Se han marchado los actores principales: Carmen Moriyón de Foro camino al estrellato (de estrellarse) del parlamento regional y Suárez del Fueyo a disfrutar de su jubilación magisterial, quedan otras marionetas, pero probablemente con menos indios detrás. A estas horas, un casi desparecido Álvaro Muñiz ya estará arrepintiéndose de su apuesta forista y no haber aguantado la presión de quienes forzaron su candidatura casquista. De entre los podemitas con corriente no hay nadie que se arrepienta de nada: todo es jiji, jajá; una especie de juego en el que afortunado sea quien sea beneficiado por la diosa fortuna con un sillón edilicio o puesto de asesoramiento si ha lugar a ello.

La seriedad de IU en Gijón no tiene pinta de ir a ser muy premiada por el electorado y a duras penas habrán de conformarse con sus actuales posiciones, pero por lo menos han sabido mantener un tono de dignidad diferente de la mayoría tela de araña podemita en casi toda España.

Un crecimiento que se augura es el de Ciudadanos, con una campaña electoral y una actuación previa extremadamente cuidadosas y centradas en sus mensajes, colocándolos allí en donde mejor conviene, por lo que es natural augurarles un papel de referencia en el próximo consistorio.

¿Y de los malos, qué? Pues los ultras son una incógnita en la ciudad. No hay manera de saber hacia dónde recaerán las pérdidas de algunas formaciones y que no dan como para adjudicarlas a ninguno de las anteriores formaciones mencionadas, crecimiento o mengua de la participación como factor añadido. Sí es cierto que hay dos factores que influirán en el voto local: en primer lugar, la cercanía de las generales del mes pasado y, en segundo, la coincidencia con las autonómicas y europeas. Si, cierto que hay casos en los que no se vota igual y que ese voto es perfectamente medible, pero es un asunto a tener en cuenta.

La relativa importancia de las elecciones

Como antes otros líderes políticos, Pablo Iglesias Turrión pasó por La Moncloa con el deseo ya expresado de colocar a alguno de los suyos en el próximo gobierno. Y lo hace a pesar de que la suma de su número de diputados con los de los socialistas no da para una mayoría absoluta, con lo que Pedro Sánchez se quedaría como estaba con o sin podemitas en su gobierno. Es lo que tiene la chulería en su faceta política: se pierde la perspectiva y, de paso, se pierden otras oportunidades al empecinarse en deseos imposibles de cumplir. Tras las dos horas de conversación, salió un discreto Iglesias poco comunicativo, por lo que es de suponer que, de momento, Sánchez pretende un gobierno monocolor. De todas formas, es del común parecer que hasta después de las elecciones del 26 de este mes, las combinaciones de apoyos o pactos, por todas partes, quedan pendientes.

¿Y qué hay del 26 M? Pues lo más destacable, en lo regional, es la guerra descarnada entre la candidata del PP y la presidenta regional de dicha formación. Mi señora doña Cherines no traga a postulante a presidenta regional a Teresa Mallada. Se les augura un tortazo supino ante las urnas, tanto por lo mal que le vienen dadas las cosas en general a la marca popular como la pelea abierta particularmente en la formación asturiana de la derecha. Tampoco en Gijón les van demasiado bien las cosas a estos populares nuestros, con su candidato paracaidista, que se dedica a dar paseos para conocer algunas verdades de la ciudad que no tienen que ver con las sidrerías, terrazas y vistas de postal propias de los turistas. Incluso si visitara el caserón del colegio de los jesuitas ya sólo reconocería al hermano Nistal, el único que probablemente quede de sus tiempos de pupilo de la institución.

Entre el resto de las fuerzas políticas, cada uno a lo suyo, dedicándose al electorado, es de suponer que mirando de reojo a los demás, pero sin hacerse demasiadas menciones los unos a los otros. Es como si la cercanía de las elecciones generales tan recientemente pasadas les hubiera dejado desfondado el saco de las maldades. De ahí que la mayoría se muestren más bien propositivos, entre los que destaca, con abundante ventaja, el candidato regional de Ciudadanos, Juan Vázquez.

Sin embargo, lo que parece más importante frente a estos dimes y diretes es directamente lo de comer, es decir, Arcelor-Mittal; industria de la que dependen demasiadas cosas en Asturias y en nuestra villa marinera y, por ende, portuaria. El anuncio de recortes en las acerías gijonesa y avilesina y la consiguiente reducción de empleo, se habla de hasta un dieciséis por ciento, ERE mediante, no ha dejado más que preocupación en los medios empresariales y sociales. Una mala noticia de tan grueso calado es capaz de opacar entre las personas responsables cualquier otra preocupación en los asuntos comunes. Para los asturianos la disminución de Arcelor-Mittal es mucho más decisivo que cualquier resultado electoral porque, queden como queden compuestas políticamente las instituciones, es imposible saber si sabrán reaccionar adecuadamente al oscuro futuro previsto que se suma a otros factores nada halagüeños para nuestra tierra.

Panorama ligeramente revuelto

Tremolan los amigos del simpático dialecto asturleonés, por algunos llamado bable o más pomposamente asturiano tal que si fuera un idioma, como si la victoria socialista en las generales y sus tres diputados conseguidos en la circunscripción asturiana se fueran a trasponer directamente a los resultados de las elecciones regionales, que todo puede ser posible, y con ello el advenimiento directo como cae el rayo de la cooficialidad bablística en esta ya de por sí maltratada provincia nuestra. La ridiculez de estos seguidores de la entrañable jerga local poco más que doméstica es de que pretenden homenajear a la hermana de Gaspar de Jovellanos, conocida como «la Argandona», por haberse casado con un caballero de dicho apellido, poniéndole a la calle que lleva tal nombre por el de su nombre en el siglo, pero «bablizado» como «Xosefa» de Jovellanos en lugar de Josefa, tal como fue bautizada.

La cuestión estriba en que la tal señora escribió unas cuantas cuartillas con simpáticas letras o poemillas en el habla local, siendo estas las referencias más antiguas que se conocen de la época moderna sin remontarse a viejos códices de cuando el castellano que se hablaba y escribía no se parecía a lo que ahora hablamos y que desde la Ilustración se ha venido fijando, limpiado y dado esplendor. Josefa quedose viuda y metiose a monja en el mismo convento de Cimadevilla tras haber vivido una temporada en la Corte, en donde era conocida como la Argandona, es decir por el apellido de su esposo, persona influyente en la capital. La propuesta, tan molesta como inoportuna, partió como no podía ser de otra forma de los bajos fondos políticos consistoriales, es decir, del grupo podemita, siempre atento a ver por qué esquinita molestar un poquito más a la ciudadanía de esta villa marinera. Si se ponen puristas, que le pongan su nombre y apellido, pero con su nombre de verdad, a saber, Josefa, y déjense de molestas chiribitas históricas.

Molestas actitudes aparte, debemos congratularnos porque ya hemos pasado el ecuador de los dos procesos encadenados con los que Sánchez tuvo a bien obsequiarnos. Como los resultados le han ido bien a sus siglas, hemos entrado en una fase de fervorín socialista algunos de cuyos fans ya se ven ocupando presidencia regional y alcaldía varias.

Cierto que algo de tal efecto existe, de ahí la prudencia del centrismo liberal, que no deja de trabajar para mejorar sus posiciones desde las anteriores regionales y municipales, y el silencio ominoso en el que se han sumido los populares, salvo alguna voz atrevida que no altera la media del mutismo en el que se han sumido populares y podemitas, las dos formaciones que han visto descender, los primeros más estrepitosamente que los segundos, sus escaños en Congreso y Senado.

Probablemente las cosas no sean tan directamente calcadas del 28 A al 26 M y que nos encontremos aquí en nuestro pueblo con un Pleno variopinto y con la necesidad de negociar quién sabe cómo y entre qué protagonistas. De momento, la diferencia de que a estos comicios Podemos e IU acuden cada uno por su lado al igual que PP y FAC ya cambia bastante el panorama.