¿Qué hacer?

Ya queda nada prácticamente de la campaña electoral a Cortes y nos meteremos más a lo nuestro. Firmado el convenio del plan de vías, lo más lustroso de la campaña local y provincial, a nuestros efectos, está liquidado.

Ahí tenemos, claro, el problema del peliagudo asunto de qué papeleta elegir para el Congreso y que cruces poner para el Senado, aunque nuestra asturiana opinión cuente poco, algo suma, porque tal como están las cosas hasta el más mínimo puñado de votos cuenta; por lo que hay que cumplir con la tradición de informar acerca de la personal posición ante la tesitura que se avecina. ¿Nos vamos a lo básico como la sanidad o las pensiones y las ayudas sociales? ¿Reparamos en las infraestructuras y la tomadura de pelo infligida a esta tierra y sus gentes a costa del tren y la desdichada variante? Puestos en estas, algún descarte queda por el camino y alguno continúa en la carrera. Hemos tenido experiencias de gobierno de dos partidos -con sus eventuales apoyos necesarios en algunos momentos- y no quedan muchas ganas de confiar en ninguno de ellos. Los extremos, con sus planteamientos, meten miedo, mucho miedo y no vale el argumento de que si llegan al poder amainarían sus locuras. Las experiencias, las históricas y las actuales en curso, más bien demuestran que las agrandarían. Así que tampoco por los laterales lejanos hay motivo alguno para confiar ni mucho menos.

Nos queda probar con algo nuevo, sin experiencia notable de gobierno, es vedad, pero no es menos cierto que quienes han gobernado alguna vez lo han hecho por primera vez. Quedan, en definitiva, los Ciudadanos de Albert Rivera, encabezados en su lista asturiana por Nacho Prendes. Además, lo más probable es que, tal como anuncian las encuestas, ninguna de las opciones obtenga la mayoría suficiente para gobernar en solitario y precise, como sabemos, de aliaanzas de dos o tres formaciones bien de gobierno o de investidura.

En este Principado nuestro ya hemos visto y padecido de todo. Hemos sido maltratados y ninguneados por variados gobiernos consecutivos de diferente signo con mejores o peores palabras, pero con idéntico resultado. Bien es cierto, sin embargo, que hubo épocas en que por aquí, entre subvenciones directas de la administración general del Estado y de la Unión Europea, nos cayeron en diferentes oleadas variadas lluvias de millones, muchas de ellas desaprovechadas, por lo que ahora nos encontramos con la tremenda situación de una caída espectacular de la natalidad y con la fuga de los más jóvenes a otros destinos con mejor futuro. Prueba de ello es que en esta ocasión elegimos un diputado menos que en las anteriores elecciones: el censo es así de duro, ganándola otra zona de España con un progreso adecuado.

Conocida pues la situación a la que nos ha llevado lo conocido en sus dos vertientes, llega el momento de probar la alternativa ciudadana. Está claro que peor no nos puede ir y que la expectativa de mejora abre un sendero hacia una esperanza de mejora.

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