Casi todo vale

Otro incómodo y fastidioso cambio de hora. ¿Cuándo se darán cuenta nuestros gobernantes que es una solemne estupidez? Los dirigentes, de lo que sea, se instalan en sus rutinas y no se apean de ella por algún extraño temor, como si creyeran en hadas y sortilegios. Así, los clubes de fútbol creen que deben amparar a pequeños grupos de aficionados ultramontanos y más bien tirando a violentos. Cuando un equipo más bien modesto se cree la monda lironda es hasta capaz de «romper relaciones» -como si se tratara de alta diplomacia- con un club vecino, eterno rival, se dice, al haber perdido un encuentro de gran rivalidad. Así le ha ocurrido al Real Oviedo que, para animar al personal tras la derrota, se inventa ofensas intolerables y sale en defensa de sus aficionados más ultras que hicieron el gamberro como solo saben hacer los aficionados ultras y violentos. Diplomacia y política de altos vuelos al estilo del presidente populista mexicano que, sabiéndose incapaz de cumplir todas las promesas efectuadas en su larga campaña para llegar a la más alta magistratura de su país, se saca de la manga que España y el Vaticano pidan perdón por lo acontecido hace quinientos años cuando la conquista. También alta diplomacia. No se sabe si los directivos del Real Oviedo han ascendido a la altura de un presidente incapaz mexicano o este ha descendido a las prácticas de un equipo de la Segunda División de la Liga Española de Fútbol. El caso es que la tontuna no conoce fronteras y viaja a través de los mares y los cielos para caer en cualquier lugar, como dicen del amor que es ciego y toca con sus flechas a cualquier para de tórtolos.

En cuanto a la cosa política, habida tanta renovación en las cabezas de lista de las formaciones políticas en todos los ámbitos, hasta el momento en que les toque a quienes resulten agraciados en las urnas no sabremos de su tontuna y los padecimientos que nos acarreen. De algunos que repiten, ya tenemos suficiente experiencia de su peligrosidad, debido precisamente a una falta de luces directamente proporcional a su ambición por meterse en las vidas de los ciudadanos. De una Moriyón o un Suárez del Fueyo, sin ir más lejos ya sabemos lo que podemos esperar, pero de un Adrián Barbón, de una Mallada, de un Muñiz o de una Ana González, no sabemos, aunque no apuntan a nada bueno, estamos «in albis» sobre su resultado una vez que resulten elegidos para algo. Se ha impuesto la teoría de la renovación de los nombres como una moda que llega y arrasa en casi todos los partidos como un tornado. Y los tornados no suelen dejar nada bueno tras su paso, salvo destrucción y miseria. ¿No es más preferible que accedan a las más altas magistraturas personas que procedan de escalones inferiores en la gestión pública? Gente ya bregada en los usos políticos y de los que la ciudadanía ya sabe más o menos qué puede esperar de ellos a la hora de introducir la papeleta en la urna. Pero parece que, en estos tiempos en los que imperan los sentimientos sobre la razones, estas cosas ya no tienen importancia.

Deja un comentario