El asunto del taxi

Como todos los gatos quieren zapatos, los taxistas de Gijón se suman a las protestas contra los automóviles de alquiler con conductor, los ya archimencionados VTC. Reconocen que ponen la venda antes de la herida al manifestar que aquí no existe el problema, pero que a buen seguro llegará. Es demasiado optimismo, porque si llegara ello significaría que la ciudad habría sufrido un considerable empuje hacia arriba. Siendo el taxi como es un servicio, cuyo título habilitante para dispensarlo lo expiden los ayuntamientos en forma de licencia, no se entiende cómo las corporaciones locales que han sufrido los paros patronales, con algún altercado incluido, no echan mano de reglamento y revocan las baratas licencias para ejercer tal servicio público. ¿Cómo que baratas licencias si por ellas se pagan decenas de miles de euros? Es muy sencillo: lo que es tan caro es la transmisión entre particulares de esas licencias, no las tasas que cobran los ayuntamientos. Siendo como son tan baratas en origen las licencias, su rescate es perfectamente asumible por cualquier consistorio, pero nuestros gestores públicos, aunque parezca mentira, no se atreven y permiten que los detentadores de un servicio público paralicen la vida ciudadana.

Aquí en el pueblo de uno, esta querida villa marinera, como usuario frecuente del taxi local he de decir que nunca me he encontrado con un problema, no así en la capital del Reino. Aquí es todo amabilidad y honradez: nunca un recorrido engañoso para facturar más, al contrario, siempre buscando el interés del cliente. Por eso no se entiende la actitud de sumarse a unas protestas, aunque sea de forma ligera, por algo que no existe entre nosotros. Lo más probable es que cuando funcionen los VTC entre nosotros, la cuestión estará ya reglamentada convenientemente. De todas formas, así como desaparecieron los coches de punto a favor del taxi en vehículos con motor de combustión, así los modos de contratar un servicio cambiará y las nuevas tecnologías serán imprescindibles en los usos cotidianos para la contratación de los servicios como en parte ya lo vienen siendo. Hace pocos años, era raro el taxi provisto de terminal para poder pagar la carrera con una tarjeta bancaria, hoy es lo más normal del mundo. Cierto que algunos profesionales se resistieron con uñas y dientes, como los hubo hace u nos cuantos años más que se resistieron a la instalaciones de radioteléfonos en sus vehículos y, sin embargo hoy, el sistema, cada vez más perfeccionado, es imprescindible y no hay taxista que no crea que es imprescindible para el desarrollo de su trabajo.

El método de transmisión entre particulares de las licencias se ha convertido en un sistema altamente especulativo, como lo es el de otros monopolios, como por ejemplo las farmacias. Quien paga muchos miles de euros por la adquisición de una licencia de taxi es lógico que tema doblemente: primero por su futuro y, en segundo lugar, por su onerosa inversión. Los tiempos cambian y nosotros cambiamos con ellos. Como los modos van a cambiar inexorablemente, más valdría en ganar tiempo en pensar cómo adaptarse a lo que asoma como imparable