Idas y venidas

Burbujean alegres las aguas políticas según se acerca la primavera. Estos últimos días nos ha traído un pequeño alivio con la noticia de que uno de los más nefastos y perjudiciales ediles de Gijón se esfuma de la escena política: el mandamás podemita con corriente, Mario Suárez del Fueyo tira la toalla y no se presentará a las elecciones locales. Recientemente, un siempre lúcido Fernando Savater escribió: “Cinco millones de votos. Imagínese, no creía yo que hubiera tantos tontos en España. (…) Lo que hemos visto como cosa masiva y peligrosa y antidemocrática ha sido Podemos. Y hay gente que está encantada”. Pues dentro del horror podemita local, en donde ningún concejal destacó por su valía política, el peor de todos fue, sin lugar a duda alguna, Mario Suárez: ¡Qué negatividad de político! Salvo para poner trabas y pegas no sirvió para otra cosa que regalarle la alcaldía a una por entonces desconocida cirujana con aparente remango, disfrazada de mosquita muerta, representante de la más rancia derecha de los casquistas. Y así todo, a pesar de esa inconsistencia ideológica tenía una parroquia que le seguía encantada. Esperemos que quien le suceda demuestre tener por lo menos algunas luces, aunque los avances demoscópicos anuncien peores tiempos que los obtenidos en la temporada que está cerca de terminar.

 

Precisamente, se auguran peores tiempos para lo de Foro, pero a pesar de ello no dejan de lanzarse al vértigo del tobogán electoral. Y así, como si los augurios fueran brillantes, no faltan espontáneos deseosos de salir por la pueda grande. Y así, el abogado Esteban Aparicio Bausili, nacido en Avilés y actual concejal gijonés del FAC casquista y poco moriyonista a lo que se ve, quiere ser alcalde y no duda en enfrentarse en primarias foristas a Álvaro Muñiz, la gran esperanza blanca y preferido por la dirección partidaria para contener su más que posible descalabro electoral. No ha hecho caso el peculiar edil a sus mayores y va a la confrontación. No puede decirse que tal decisión haya caído bien al mando que no gusta de espontáneos: prefieren que sus ambiciones se las guarden para desplegarlas mucho más discretamente y en ámbitos más restringidos. Pero como la naturaleza es así, no faltan luciérnagas dispuestas a brillar en la noche

 

N. B. El comentarista deportivo Manfredo Álvarez, magnífico en su oficio de contar la actualidad sobre todo rojiblanca, pero sin menoscabo de otras disciplinas y juegos, vuelve, tras diez exitosos años por otros derroteros profesionales, a colaborar con la emisora de radio SER Gijón. Uno, que algo tiene que ver con su incorporación inicial a la SER cuando todos éramos tan jóvenes, no puede menos que alegrarse por esta feliz circunstancia que tanto bien hará al panorama radiofónico de nuestra querida villa marinera. Como la excelencia se atrae, profesional y estación radial vuelven a fusionar sus formidables potencialidades. Es un motivo de celebración, tanto en lo personal como en el ámbito más general de la información deportiva.

El asunto del taxi

Como todos los gatos quieren zapatos, los taxistas de Gijón se suman a las protestas contra los automóviles de alquiler con conductor, los ya archimencionados VTC. Reconocen que ponen la venda antes de la herida al manifestar que aquí no existe el problema, pero que a buen seguro llegará. Es demasiado optimismo, porque si llegara ello significaría que la ciudad habría sufrido un considerable empuje hacia arriba. Siendo el taxi como es un servicio, cuyo título habilitante para dispensarlo lo expiden los ayuntamientos en forma de licencia, no se entiende cómo las corporaciones locales que han sufrido los paros patronales, con algún altercado incluido, no echan mano de reglamento y revocan las baratas licencias para ejercer tal servicio público. ¿Cómo que baratas licencias si por ellas se pagan decenas de miles de euros? Es muy sencillo: lo que es tan caro es la transmisión entre particulares de esas licencias, no las tasas que cobran los ayuntamientos. Siendo como son tan baratas en origen las licencias, su rescate es perfectamente asumible por cualquier consistorio, pero nuestros gestores públicos, aunque parezca mentira, no se atreven y permiten que los detentadores de un servicio público paralicen la vida ciudadana.

Aquí en el pueblo de uno, esta querida villa marinera, como usuario frecuente del taxi local he de decir que nunca me he encontrado con un problema, no así en la capital del Reino. Aquí es todo amabilidad y honradez: nunca un recorrido engañoso para facturar más, al contrario, siempre buscando el interés del cliente. Por eso no se entiende la actitud de sumarse a unas protestas, aunque sea de forma ligera, por algo que no existe entre nosotros. Lo más probable es que cuando funcionen los VTC entre nosotros, la cuestión estará ya reglamentada convenientemente. De todas formas, así como desaparecieron los coches de punto a favor del taxi en vehículos con motor de combustión, así los modos de contratar un servicio cambiará y las nuevas tecnologías serán imprescindibles en los usos cotidianos para la contratación de los servicios como en parte ya lo vienen siendo. Hace pocos años, era raro el taxi provisto de terminal para poder pagar la carrera con una tarjeta bancaria, hoy es lo más normal del mundo. Cierto que algunos profesionales se resistieron con uñas y dientes, como los hubo hace u nos cuantos años más que se resistieron a la instalaciones de radioteléfonos en sus vehículos y, sin embargo hoy, el sistema, cada vez más perfeccionado, es imprescindible y no hay taxista que no crea que es imprescindible para el desarrollo de su trabajo.

El método de transmisión entre particulares de las licencias se ha convertido en un sistema altamente especulativo, como lo es el de otros monopolios, como por ejemplo las farmacias. Quien paga muchos miles de euros por la adquisición de una licencia de taxi es lógico que tema doblemente: primero por su futuro y, en segundo lugar, por su onerosa inversión. Los tiempos cambian y nosotros cambiamos con ellos. Como los modos van a cambiar inexorablemente, más valdría en ganar tiempo en pensar cómo adaptarse a lo que asoma como imparable

Cae el telón

La fulminante desaparición de Tini Areces es la terminación de una función que Asturias estuvo representando los últimos lustros, primero al frente de la primera ciudad de Asturias, pero siendo ya una imprescindible referencia regional, y después ya al frente del gobierno del Principado de Asturias, a la que llegó a pesar de sus oponentes internos que no tuvieron más remedio que rendirse ante la potencia de gobierno de un político en estado puro que reunía las mejores cualidades que se pueden esperar de un gestor público.

Areces transformó espectacularmente Gijón y la ciudad se convirtió en un faro que irradiaba a toda la región. El resto de los asturianos querían también aquello. Así que, a pesar de los pesares, un día de a finales de 1998, el mandamás del sindicato minero abandonó su refugio de la plaza de la Salve en Sama y llegó hasta el ayuntamiento de Gijón. Ante la expectación de los medios de comunicación, entró en el despacho de la alcaldía. El dominante sector socialminero del socialismo asturiano se rendía aparentemente ante lo que se tenía como la solución para el gran problema que tenía frente a sí la FSA.

Ya había candidato regional socialista, pero desde el minuto uno se supo que su camino no iba a ser fácil. Ante una organización totalmente paralizada y sin referencias políticas de lo que pasaba a su alrededor, el candidato montó su propia oficina de campaña al margen, casi como si el aparato de Santa Teresa, la sede socialista en la capital de la provincia, dominada por las gentes afines al SOMA, no existiese. Y las cosas fueron tan bien que una semana antes de las elecciones pudo anunciar con una amplia sonrisa a un escaso número de informadores y «off de record» una frase que resultó premonitoria: «Estamos a punto de llegar al número mágico». Tini, que tenía estudios demoscópicos propios y que sabía interpretarlos muy bien, se refería naturalmente que lo más probable era que se conseguiría la mayoría absoluta en aquellas elecciones primaverales del 99. Se consiguió y el aparato de su propia organización se lo premió con la llamada crisis de la Caja, cuando más de la mitad del grupo parlamentario socialista se rebeló contra su propio presidente y decidió votar junto con la oposición para dar marcha atrás a la decisión presidencial de remover al presidente de la Caja de Ahorros de Asturias. Aquello sucedió en su primera legislatura y Areces estuvo a punto de dimitir. Buenos amigos y consejeros le animaron a seguir y continuó aquel mandato y otras dos legislaturas más, pero con otras cautelas que no eran las mismas que durante su periodo gijonés. Así todo, continuo siendo la locomotora política que fue durante toda su vida.

Habrá en Asturias, porque la vida siempre sigue, otras funciones, pero la que se estuvo interpretando hasta ahora se ha terminado. Se va el senador Álvarez Areces, antiguo alcalde de Gijón, expresidente del Principado y ejemplo de una manera buena de hacer las cosas. Ahora, el público paciente tendrá que esperar para conocer las características de la próxima función, que ya será completamente diferente.

Aguas sólo aparentemente mansas

Ha fumigado Casado, el mandamás del PP, sin misericordia a mi señora doña Cherines de la cabecera de la candidatura regional de su partido y ha puesto a Tere Mallada que, al parecer, sale muy bien en las encuestas. Es un fenómeno curioso, pues salvo en los medios de comunicación y en Hunosa, empresa de la que fue presidenta durante el mandato de Rajoy, pocos la conocían; pero si las encuestas internas populares lo dicen serán verdad y nada tendrá que ver el centellazo con el hecho de que la declinante Cherines hubiese apoyado a la candidata equivocada cuando la exaltación de Casado a la jefatura de los populares. Nos ofrecen una ingeniera a cambio de una abogada. Hubiera quedado poco fino que sustituyeran a una señora por un señor y, sencillamente, han echado mano de otra mujer, para que no se diga que hay discriminación. El tortazo ha sido bárbaro, pero en la vida política este tipo de situaciones son las habituales: hay más salidas abruptas que plácidas. La defenestración de Mercedes Fernández es de las primeras, es decir, sin anestesia. Lo único que falta por ver es cómo reaccionará el electorado ante la propuesta que ha colocado sobre la mesa desde Madrid Pablo Casado.

Aquí, por nuestra siempre querida villa marinera, las aguas, sin grandes agitaciones, no andan mansas: por ejemplo ha dicho hasta luego cocodrilo el concejal David Alonso, del Podemos gijonés, sin mucha o ninguna querencia por el sector con corriente. Precisamente por esta circunstancia, aunque confrontase con Mario Suárez, no tendría mucho que hacer, por lo que su espantada, tan cerca ya del final del mandato es indicativa de las serias discrepancias que le separaban de quienes ostentan el mando de la organización en la localidad. Estas cosas, aunque estemos hablando de una salida poco airada de un solo concejal -y ya es la segunda en pocos meses en la misma formación- solamente sirve para perder un número relativo de votos, pero cuando las perspectivas son a la baja, toman un poco más de relevancia porque son analizados por el grupo de votantes más avisados. En cuanto al dimisionario, no cabe duda de que seguirá actuando.

Otro que quiso ser cabeza de lista en su organización fue el concejal forista Esteban Aparicio, pero se encontró con la negativa de la misma gran cirujana con mando en plaza que le vino a «recomendar» que ni se le ocurriese organizar un tiberio y se enfrentase al candidato deseado y designado, Álvaro Muñiz. El letrado Aparicio dedica esta última parte del mandato al ornato de su gestión con algunas ideas extrañas como la última de remediar la carencia que se avecina de guardias urbanos con voluntarios de protección civil. Olvidándose que está feo eso de compensar carencias de funcionarios y representantes de la autoridad con voluntarios sin salario y sin autoridad ninguna es algo que no cuadra por muchas vueltas que se le dé al asunto y que el frustrado aspirante quiera adornar que los voluntarios serán instruidos en primeros auxilios.

Falta ahora que desde Ciudadanos den a conocer su candidatura y su cabeza de lista, pero parecen tomarse su tiempo

Una persona leal

Acababa de pasar un huracán por la Habana y el suministro eléctrico no se había restaurado en su integridad, así que la ciudad estaba menos que a media luz: el alumbrado público, ya de por sí escaso, mantenía las calles iluminadas por las pocas luces que salían de algunas ventanas y ciertos lugares estratégicos como los hoteles. Era un viaje de esos que se llaman institucionales y empresariales, de aquella, yo tenía como cliente al puerto gijonés, así que fui embebido en el paquete portuario, lo que incluía también al de Avilés.

Este fin de año, se nos llevó a Manolo Ponga, excelente gestor público, magnífica persona y cuyo sentido de lo socialmente justo estaba fuertemente enlazado a su personalidad y carácter. Nada más apaciguarse el viento habanero, Manolo se empeñó, ya que el viaje se había alargado unas horas a causa del cierre del aeropuerto, a dar un paseo por la Habana vieja. Como se sabe, los atardeceres tropicales son fulminantes, como si alguien desconectase un interruptor, así que, de pronto, los integrantes del paquete portuario nos vimos sumidos en la oscuridad. Nos dirigíamos hacia un lugar, la puerta de un hotel, en el que una sombra nos había indicado que había una parada de taxis. A lo lejos brillaba una luz: Ponga enseguida dijo que aquello tenía que ser un hotel o, por lo menos, un lugar favorecido en donde, al menos, encontrar una solución. Efectivamente, se trataba de un hotel con sus taxis a la puerta. Nos subimos al primero de la fila y le indicamos el nombre del establecimiento en donde nos alojábamos. El auto estaba desvencijado y los muelles del asiento se clavaban como puñales. A mitad de trayecto, Manolo declaró «a mí me tocó muelle». Los demás corroboramos que estábamos en la misma situación. Sólo dijo entonces: «Teníamos que haber probado con el siguiente».

Durante varios de aquellos viajes, tuve oportunidad de conversar con él largamente y corroborar los rasgos que, de lejos, ya se adivinaban: en la cercanía, era una persona ciertamente encantadora, siempre firme en la defensa de lo que tuviera que ver con Avilés, sobre todo, y con Asturias en general.

Lo que nunca abandonó de su Gijón natal fue su sportinguismo y durante años no se perdió un partido en el Molinón. Curiosamente había nacido el 18 de julio de 1936 y, siendo un bebé, fue conocido como el niño milagro: un obús del enemigo había caído cercano a su cuna, pero el bebé había salido indemne.

Decir Manuel Ponga, es decir Juana Mari Esparta, inseparables y ciertamente encantadores los dos. Los destinos laborales le llevaron a Avilés y sin olvidarse de sus orígenes gijoneses, se hizo de Avilés. Su fuerte compromiso con la villa del Adelantado le llevó a ser en el 79 su primer alcalde democrático para darle la vuelta a la ciudad, luego delegado del Gobierno, después presidente del puerto avilesino y, por último, jubilado al tanto de todo. Y siempre enseñando cosas buenas como por ejemplo el sentido de la lealtad. Descanse en paz.