Dilataciones temporales

Hay asuntos urbanos por nuestro pueblo que se eternizan y los vamos tomando como algo normal cuando, en realidad, deberían tenernos ya soliviantados. Tomemos el ejemplo de la Ería del Piles. ¿Cuánto tiempo llevamos escuchando ideas, viendo planos, atendiendo a proyectos, a intentonas de solucionar esa isla urbana al borde del mar? Hay casos que se enquistan sin saber muy bien la razón: unas veces son problemas con la propiedad, otras veces son pleitos interpuestos por alguno o algunos que se sienten afectados, en ocasiones son problemas presupuestarios.

Tomemos el caso del edificio de Tabacalera en Cimadevilla. Ya bien avanzados los trabajos de la obra civil hasta han aparecido problemas con los usos que se le ha de dar al edificio. Todos se sienten obligados a echar su cuarto a espadas y desde su tribuna, elevada o a rastrera, docta o popular, autorizada o sin seso, vienen a contarnos, armados de altoparlantes mediáticos, lo que se debe hacer con el edificio, excusa perfecta para dilatar las obras y no poner sobre la mesa los fondos necesarios para su terminación. Si total no se sabe qué hacer con restaurado edificio, a qué gastar más de la cuenta en él, se dirán los gobernantes municipales.

No hablemos del solarón, porque eso ya son palabras mayores dignas de un tratado completo de cómo dilatar una solución urbanística y de cómo la suma de problemas sobrevenidos, naturales o artificiales pueden dar en un gran fiasco. Cuando a un grupo municipal gobernante se le acumulan unos cuantos asuntos de este tipo estamos ante un caso de inoperancia manifiesta. Cierto que lo mencionado viene de atrás, pero se han tenido casi ocho años para rematar al menos uno de ellos, porque tampoco es que el tiempo se haya dedicado a algún otro proyecto nuevo que hubiera obtenido la atención o el favor de los mandamases.

Este fin de año está siendo agitado y preocupante por la parte industrial en toda la provincia. El gran asunto es la famosa descarbonización: desde el abandono de minas, al cierre de las centrales térmicas con lo que trae de cabeza a otros sectores como el movimiento portuario o sector del transporte. Pero no es el único. El cierre de la aluminera de Avilés, que aparece como lo más próximo nos permite asistir con horror a una visión de lo que puede ser un panorama más extendido en esta pequeña franja nuestra entre el mar y la montaña.

Cuando una empresa decide cerrar un centro industrial no lo hace por pura maldad, como en tantas ocasiones nos pretenden hacer creer desde la parte sindical, es decir, los representantes de quienes van a sufrir de modo directo la peor parte al perder sus trabajos. Suelen suceder estos cierres por causa económicas y los gobiernos poco pueden hacer salvo, en ocasiones poner parches. En ocasiones, como sucedió con los planes de reconversión minera y los cuantiosos fondos aportados, esos parches son enormes, aunque, al final, lo realizado con tanto dinero lo lleve la trampa.

Lo normal y una de miedo

Mira que faltan unos meses para la triple cita electoral de las europeas, autonómica y locales y los ánimos están más que efervescentes. Uno no es capaz de adivinar si para la primavera quedarán burbujas y fervorines suficientes. De momento, la cosa está más que liada, salvo en la FSA PSOE, en donde el rodillo totalitario de la dirección ha impuesto su voluntad disfrazada de encomiástico mantón democrático. Pero, ¿y los demás?

En IU no saben si poner de candidato a Gaspar Llamazares o montarle un expediente disciplinario que de con sus huesos fuera de la organización. De momento, el interesado y la dirección nacional se han dedicado nada edificantes palabras a través de los medios de comunicación, naturalmente; de viva voz y mirándose a la cara no tienen, al parecer, nada que decirse. En cuanto a la parte local, en donde todo parecía ir sobre rueda, sale un espontáneo pidiendo desatado una impugnación como una casa: considera que para un honrado trabajador, los cinco día de plazo previstos reglamentariamente para presentar las candidaturas no son suficientes y, por ello, colige que el método no es democrático. Una anécdota que indica cómo anda el patio en la coalición procedente del PCE también por las bases: locura por arriba y por abajo, todo el edificio es como un psiquiátrico, una de aquellas antañonas casas de reposo.

Lo de FAC, o Foro como les gusta ser llamados, parece que está arreglado por la parte regional al tener ya bien colocada a la gran cirujana, todavía primera autoridad en Gijón, como candidata. Y con ella, muchos de sus adláteres que esperan pillar cacho en alguna institución regional, salvo los castigados a quedarse en esta pizpireta villa marinera. Por este lado, la cosa está, que se sepa, poco clara de momento, salvo en la mente privilegiada de algún mandamás.

Los de Podemos pretenden repetir con Mario Suárez al frente y Cándido el de la Corriente, en un salto hacia adelante, haciendo compañía a Sofía Castañón en la lista de diputados, por si a Sánchez le da por convocar elecciones generales un día de éstos. Las listas regionales, purgadas por las voluntarias desafecciones parece que no sufrirán grandes cambios.

¿Y los del PP? Aquí la cosa está cruda. En lo regional hubo un momento que pareció que, promovido desde las cumbres de Génova en Madrid, habría una especie de coalición con los casquistas de Foro y que la mismísima presidenta regional sería desplazada del primer lugar de la lista por la ambiciosa cirujana gijonesa. El asunto parece haberse enfriado bastante y mi señora doña Cherines ha vuelto al primer lugar de la clasificación general, en lo que ciertamente es ya su canto del cisme en la política regional. Como lo municipal de aquí depende de la misma dirección provincial, parece que será Mariano Marín de nuevo el cabeza de lista, con lo que el pescado da la sensación de estar todo vendido.

¿Todo? ¿Y qué hay con Vox? Es indudable que llegarán dispuestos a romper el actual «status quo». Pero las películas de miedo van en otra sección.

Vamos a menos

Caemos como moscas y, es un dato demográfico incontrovertible, no nacen tantas criaturas como para compensar las defunciones; es decir, vamos a menos. A este paso, nos descarbonificamos solitos: no va a haber gente que consuma combustible como para influir en el cambio climático. Sin embargo, es también evidente que en otras zonas del mundo nacen niños a espuertas por lo que está garantizado el aumento de la población mundial. Es paradójico, pero a mayor miseria, más nacimiento y a mayor confort, decrecimiento de la población. La conclusión es que los flujos de emigración son inevitables y más vale que nos vayamos acostumbrando en lugar del vano intento de levantar muros y barreras: la población se repartirá por el mundo en busca de mayor bienestar y aquellos más desfavorecidos irán buscando lugar allí en donde se vive mejor.

Como en nuestra pequeña franja entre el mar y la montaña se da el fenómeno acrecentado de la disminución demográfica y, al tiempo, una baja del bienestar, estamos en una tierra de nadie en la que ni tan siquiera somos tierra muy afectada por el fenómeno migratorio. En este aspecto somos un sitio raro y todavía ha surgido ni tan siquiera quien se ocupe del fenómeno, por lo que las fuerzas vivas actúan como si nada pasara, lo cual no deja de ser inquietante. Como es natural, no queremos perder nuestra cuota de bienestar y exigimos infraestructuras y otras prebendas de las sociedades pujantes como si tal cosa, en lugar de preocuparnos y estudiar como fijar y aumentar la población para ser tenidos en cuenta por los poderes públicos a la hora de los repartos presupuestarios.

Si los gestores públicos fueran congruentes, dedicarían más recursos a territorios como nuestra pequeña y decadente provincia para hacerla más atractiva y que aumentasen los empleos que animarían a los jóvenes a embarcarse en la aventura de la procreación y a las empresas a establecerse en una zona bien comunicada, pero como el sentido común a plazo no ya largo, sino medio de los responsables públicos es impensable, tendremos que ingeniárnoslas desde aquí para revertir la actual situación.

Tanto va la cosa a menos que en Cimadevilla, el barrio en el que precisamente comenzó esta villa marinera, han renunciado a celebrar sus fiestas patronales en setiembre por falta de recursos económicos y de voluntarios entusiastas que se dedicaran a su organización. Es una buena noticia para aquellos vecinos del entorno cuyo descanso se veía perturbado y una ocasión menos para que los molestos charangueros atorren a propios y extraños. Sobran fiestas de barrio y por una menos no pasa absolutamente nada. La nuestra es una villa y concejo con demasiados jolgorios de medio pelo y encima subvencionados. Sería un contrasentido que si los propios del vecindario no cuentan ni con fondos ni con voluntarios que lo organicen se gastaran, vía municipal, dineros y recursos de cualquier tipo, incluidos los humanos, para el festorrio: sería un despropósito muy poco edificante y, fuera cual fuese la cantidad aportada, un despilfarro.

Tiempos airados

Asamblea plenaria consistorial en nuestro pueblo para ver el estado del municipio. ¡Qué deprimente! Tras casi ocho años, en su última comparecencia la cirujana y alcaldesa ha enseñado todas sus cartas -algunas marcadas- y no ha podido exhibir ni un solo triunfo: menudo plan para comparecer ante la provincia entera como candidata a la máxima magistratura ejecutiva regional. El resto de los grupos municipales, cada uno a lo suyo, sin hacerle prácticamente ni caso, y los de Podemos, muy sobreactuados, abandonando el salón porque el portavoz socialista los llamase lo que fueron este mandato -y el anterior-, a saber, alcaldes consortes. Una frase del concejal Sarasola, de Ciudadanos, resumió perfectamente el sentido del pleno: «Gijón no está mejor que cuando Foro empezó a gobernar, y de hecho seguimos teniendo los mismos problemas que cuando empezó su mandato».

Se lleva mucho en estos últimos tiempos lo del cordón sanitario en política. Aquí llegamos un poco tarde, probablemente porque la ultraderecha no había hecho acto de presencia como tal y estaba refugiada, muy cómodamente hay que decir, dentro del PP. Pero surge lo de Vox y se plantea si los partidos no extremistas deben dejar a su aire a quienes predican barbaridades xenófobas, retrógradas, homófobas, antieuropeas o simplemente inconstitucionales. Por lo visto con los partidos secesionistas catalanes, que cualquiera acepta sus votos con tal de llevarse el gato al agua, se aventura que en Andalucía, sin ir más lejos, se aceptará que Vox eche una manita con tal de gobernar las ocho provincias del Sur y así para seguir. Lo del cordón sanitario para aislar a los anticonstitucionalistas no es para nosotros, aunque parezca extraño. Si de hecho, se dirán algunos, ya estaban dentro del sistema, qué importa que aparezcan por separado con otras siglas. Pues sí tiene su importancia y aquellos que no respetaren esta prudente norma democrática no escrita cometerían un grave fallo de planteamiento general.

Vox debe ser aislado y tan siquiera aceptar sus votos para gobernar significa carecer de unos cuantos puntos de calidad democrática. Dejemos, de momento que los acontecimientos se produzcan antes de ir más allá y esperemos que la sensatez de los más cabales dirigentes políticos encuentren la solución para una grave encrucijada que se presenta, por ahora, en Andalucía.

Aquí, en el extremo del Norte, tenemos lo nuestro y los mayores ridículos vienen protagonizados de momento por los socialistas sanchistas que, comandados por Barbón, se empeñan en hacer todo aquello que los conduzca a perder el favor de una considerable parte del electorado. La última patochada ha venido por cuestión del bable, un asunto incómodo para gran cantidad de asturianos. Pretender elevar a cooficial con el español a ese constructo artificial, amalgama de variados dialectos, es una barbaridad de tal calibre que no ha de quedar electoralmente impune. Y como quedan unos meses para las elecciones y vista la catadura política de quienes se han hecho cargo del socialismo asturiano es de esperar alguna inoportuna ocurrencia más que haga disminuir sus escaños en la Junta General y en los ayuntamientos. Veamos.