Adaptaciones

Ha retomado su rumbo en tan sólo dos años el certamen de cine, cuya quincuagésimo sexta edición se dio por finiquitada el pasado fin de semana. Bastaba con poner a alguien competente con una idea clara de lo que pretendía que, a la vista de lo habido este para de ediciones ha sido el que nunca debería haberse torcido. Alejandro Díaz Castaño sabe lo que quiere y, lo que es mejor, sabe cómo conseguirlo. Fue durante años programador con José Luis Cienfuegos y hasta le siguió al exilio sevillano hasta que, producido el clamoroso fracaso del experimento forista de los primeros años, se convocó público concurso para hallar jefe competente de la cosa.

Y se encontró en el ayudante del defenestrado que no defraudó a la afición ni al Consistorio: por lo menos, que no es poco, hasta ha sabido ceñirse al presupuesto otorgado. Puede gustar o convencer más o menos su línea de programación, pero es única y particular del festival gijonés, con lo que su lugar entre las convocatorias nacionales e internacionales está garantizado. Cabe por tanto dar la enhorabuena a Díaz Castaño y a todo su equipo, que tan bien han sabido adaptarse a la ciudad, por haber levantado un tinglado fílmico digno y exitoso con una línea propia y aceptada por la ciudadanía.

La primera persona, dentro del moriyonato que vio venir la falta de seriedad del proyecto fue, allá por el primer mandato de la cirujana alcaldesa, la entonces concejala de Hacienda, Carmen Alsina. Aquello no le pareció mínimamente serio ni normal y se volvió a su trabajo. Estos días, ha sido nombrada directora de Relaciones Institucionales, Comunicación y Sostenibilidad de la CEOE, la patronal española. Aquel rasgo de inteligencia no fue una mera casualidad, por lo que se ve, y su valía ha sabido ser valorada en lo que cabe por Antonio Garamendi Lecanda, el nuevo presidente de los empresarios españoles. Cabe desearle a esta gijonesa los mayores éxitos en su nueva tarea profesional.

Andan muy espantados, o al menos así lo aparentan, ciertos capitanes de empresa del ámbito de la automoción debido a las fuertes restricciones que, de aquí a un par de décadas, se prevén para los vehículos con motor de combustión basados en combustibles fósiles. Veinte años son muchos para investigar y transformar las estructuras productivas de las más importantes empresas automovilísticas y a buen seguro, por simple supervivencia, hallarán la solución a los problemas que todavía hoy lastran a los vehículos de tracción eléctrica.

El otro día multaron en una céntrica calle gijonesa a unos chatarreros que transportaban sus mercancías en un carromato tirado por un caballo. Los guardias municipales intervinientes apreciaron una infracción de la ordenanza municipal de tráfico y propusieron la correspondiente multa. No hace tanto, el acarreo de mercancías en vehículos de tracción animal era la cosa más corriente del mundo y hoy ya se le tacha de peligro para el tránsito en nuestras ciudades. Pues así pasará con los coches y demás vehículos con motores de explosión: serán considerados un peligro para la convivencia y medio ambiente. No pasa nada. Nos adaptaremos.

Tiempo perdido

Así tomados en conjunto, parece que los asturianos bebemos y fumamos por encima de la media española. Echamos humo como chimeneas y tiramos a borrachuzos. No tendremos trenes de alta velocidad y la industria se nos está yendo al garete, pero en algo teníamos que estar por encima. Lo que era una sensación se ha convertido en un dato estadístico. Cabe preguntarse desde cuándo hemos superado esa media, si es de ahora o ya viene de atrás. Y si la cosa es reciente nos asalta otra duda: bebemos y fumamos de más a causa del declive regional o la cuesta abajo se debe precisamente a que nos propasamos con la bebida y el tabaco. Por lo menos, en lo que respecta a la cocina, nos quedamos como estábamos: en el reciente reparto de estrellas Michelin no ha tocado ninguna nueva, pero tampoco se le ha retirado la distinción a ninguno de los establecimientos que gozan de ella. El paraíso coquinario puede quedarse tranquilo de momento, aunque lo que no crece tiene más probabilidades de menguar.

Con la ciudadana cirujana y alcaldesa ya más ocupada de sus afanes electoralistas asturianos, da la sensación de que poco le importa, en este su medio año que le queda de mandato como primera autoridad de esta villa marinera que el consistorio tenga presupuestos o se tire con los de este año que resta prorrogados; y eso es lo que sin paliativos va a suceder. Al mandamás que afronta su último mandato, sabiendo ya con seguridad que no habrá otro más, se le conoce en la jerga política como pato cojo. Por aquello del lenguaje inclusivo, a nosotros nos ha tocado tener durante esta temporada invierno-primavera una pata coja, seguida a su vez de una «troupe» de renqueantes, pero alegres y despreocupados patitos.

El tirón de los noventa y los primeros dos mil había sido demasiado grande y la ausencia de iniciativa en los años del moriyonato casquista nos pilló un poco desprevenidos, cierto que a los de la cirujana les tocó lidiar con lo peor de la crisis, pero es con crisis o sin ella, la cosa continua en punto muerto.

A ver si los del Foro andan tan listos como los responsables medioambientales del ministerio que piden al ayuntamiento que se haga cargo de la multa de la Unión Europea por el mal saneamiento de Gijón. Estaría bueno. Ellos fabrican el entuerto y, a la hora de apoquinar, piden la solidaridad del ayuntamiento al que con su inacción han venido maltratando. Esto no hubiera ocurrido en los noventa, por supuesto, pero de ahí a que tengamos que hacernos cargo de parte de la multa europea va un abismo. Estamos en tiempo de adoptar medidas que cuiden el medio ambiente y de algo sí somos responsables: no hemos hecho colectivamente los deberes ni se lo hemos consentido a nuestros responsables públicos, respecto a los excesos de nuestras industrias por el fundado temor a las deslocalizaciones de las fábricas y hasta, en algunos casos, hemos permitido tan contentos que se subvencionaran instalaciones altamente contaminantes. Ahora, con tanto tiempo desperdiciado y tanta cobardía exhibida, hay mandatarios locales o regionales que piden tiempo. El caso es que no cuentan todo el que han venido desperdiciando sin hacer caso de los avisos que fueron claros y bien explícitos.

El Ministro

Pasó el Ministro y, ya de llegada, cometió su primera ofensa al reunirse primero con el representante de su partido y, después con el presidente del Principado, que lo es de todos los asturianos y no de un grupo de militantes socialistas. Llegó y, nada más hacerlo, dijo aquello de «he querido ver primero a Adrián Barbón, muy estimado por la dirección federal y al que tengo un gran afecto» y se quedó tan ancho: lo que se dice todo un hombre de partido y muy poco de ministro del Gobierno de España. Como consecuencia de esta carencia de carisma ministerial, poco de sustancia tras su jornada y media asturiana: soluciones, pocas o más bien ninguna, palabras que esconden dilaciones y falta de verdadera resolución, las mismas que nos dedicaron sus antecesores y que no han hecho más que acumular lentitud, no ya en la finalización de las obras, sino en su comienzo en los casos más cercanos que nos atañen. De nada sirve que la cirujana, a la sazón Alcaldesa en vía de salida, se encocore mucho, los ritmos del ministerio respecto a esta sufrida provincia son desesperantes para nosotros, los que los sufrimos y que, por cierto, somos menos cada día que pasa; pero que poco importan a los burócratas ministeriales para los que esta pequeña franja de tierra entre los montes y el mar. Fuese el ministro y nos queda una no por esperada extraña sensación de neblinoso vacío.

Habrá que poner luz, pero hasta para poner las luces de Navidad en nuestras calles monta un jaleo el inefable concejal de los líos, Martínez Salvador, el de los moriyonistas que intentan embridar los asuntos públicos de esta villa y su concejo y que tantas veces les sale torcida la cosa. Eso del alumbrado navideño no es menester que a uno le resulte especialmente agradable, como todos los jolgorios que rodean a estas fiestas cada fin de año, pero es preciso constatar que, para celebrar algo que debería en teoría resultar una celebración entrañable, lo que logra es abrir la caja de las disputas y los amargos desacuerdos. Si se trata de una cuestión de promoción comercial, y ya que va dedicado al mercado doméstico, debería ser cada comerciante el que corriera con los gastos y no el procomún, pero los ayuntamientos lo han asumido como una carga ineludible y cada cual tira de la cuerda para su lado. Como los recursos son limitados, es imposible contentar a todos. Desde hace bastante tiempo, se exigía que, por lo menos, los comercios aportasen un ínfimo porcentaje del coste. Ahora ni eso. Así que Martínez Salvador y los suyos han repartido al buen tuntún y a saber con qué arcano criterio las calles agraciadas con arcos de lucecitas. De ahí a levantarse una montaña de quejas provenientes de los desfavorecidos no ha pasado ni un minuto. Pues nada, que estos salerosos y desahogados gobernantes municipales lo disfruten en cómodos plazos: seguro que la preocupación no será tanta como para que se les atraganten las uvas.

Postergados y agraviados

Probablemente por un mal entendido sentimiento de la disciplina de partido, los socialistas del grupo municipal en esta pizpireta villa marinera no votan a favor de presionar al ministerio de Fomento para que avive la cuestión del plan de vías, es decir del turbio asunto de Gijón y sus estaciones de trenes, a más de la de autobuses y la utilidad del túnel que recorre el subsuelo de la ciudad sin utilidad por el momento. Puede ser, y tiene toda la pinta de ello, que los ministros del PP hayan realizado brindis al sol con sus promesas, que sólo sirvieron para fomentar las esperanzas de los más ilusos, pero los socialistas ni eso, por lo que en el inconsciente colectivo queda la sensación de que por babor se maltrata a la ciudad en cuestión de infraestructuras viarias. No nos vino bien Borrell en su tiempo de ministro de Obras Públicas ni nos viene bien este valenciano de ahora al servicio de Sánchez, Ábalos creo que se apellida. Se fía la firma del correspondiente convenio de la sociedad Gijón al Norte, que gestiona la cosa de los accesos ferrocarrileros, y parece que la cosa se demorará un par de añitos. Sí, ya sabemos que el estudio lo encargó esta primavera un ministro popular, pero el que dijo que no habría convenio hasta tener en la mano el dichoso estudio fue el ministro Ábalos, socialista él. Hay cuestiones en las que el sentimiento se sobrepone a la razón y de todos es sabido que se vota más bien con el primero que con la segunda, un factor más que augura una merma de votos al PSOE en los próximos comicios municipales.

El vaso de la paciencia está colmado y los agravios ya son tantos que se hacen insoportables. ¿Qué queda? Pues hacer ver a los gestores públicos que la cuestión ya está en esa línea tras la cual está la quiebra del orden público. No podemos esperar que una corporación municipal organice públicas algaradas, pero alguien surgirá que llene las calles de protestas airadas: en otros lugares maltratados de España se hizo y se consiguieron ciertos pasos adelante. Queda por saber si importa lo suficiente no ya el servicio público -que está fatal- sino el maltrato a todo un colectivo ciudadano. Lo único que nos queda, llegados a este término, es que nos encontremos todos en la calle.

Otro ejemplo de que la villa no va como debiera es el del espectáculo proporcionado por las colas para la solicitud de la renta social municipal, ese invento puesto en marcha el año pasado y que, en vista del éxito de participación, es decir, vista la cantidad de necesitados de la tal ayuda, se recortó este año hasta límites insospechados. A los del Foro moriyonista no les gusta, eso está claro, y lo han dejado reducido a la mínima expresión. Para más inri, se sacaron de la manga un sistema de adjudicación perverso: el orden de petición, sin atender a otro criterio. El resultado es el de esas colas que se pudieron observar en los diversos centros municipales, de tal modo que en el primer día de esta convocatoria se recibieron el doble de solicitudes que durante el primer día de la convocatoria del pasado año. El sistema es perverso y el espectáculo producido insoportable para sensibilidades medias. El FAC ha vuelto a fallar otra vez. Todo lo que toca, lo estropea.

Desaciertos y okupas

Este otoño tempranamente frío y normalmente lluvioso, le ha traído al socialismo local el inicio de su ocaso. Así como quedó puesto que lo previsible era que su candidata de la directiva, Ana González, a la alcaldía ganaría y que lo haría por poca diferencia con su oponente de la otra mitad de la congregación, así se comprobará un declive en el electorado por su mala elección, ya que a la candidata no le adornan en absoluto aquellas virtudes de empatía que le son exigibles a un aspirante con su potencial electorado: viene como paracaidista desde Carbayonia, ha dejado mal recuerdo personal en aquellos que trataron con ella durante su época de gestión pública en la consejería de Educación y Cultura y, cuestión importante, llega sin discurso de ciudad. Cierto que declara su deseo de terminar con el actual parón de los últimos años del FAC casquista, pero eso lo queremos todos y es tanto como no decir nada. De hecho, todos los candidatos menos Foro, dirán que pretenden que esta populosa, más bien declinante, villa marinera reanude su camino hacia delante. No, definitivamente no estamos ante una candidata capaz de ilusionar a un número suficiente de gijoneses. En lo interno, lo más probable es que se confeccione una lista para acompañarla en la que solamente figuren personas adictas a su mitad, con lo que por un lado se ahondará la brecha interna del PSOE local y, por otra, se desperdiciarán talentos que se han alineado en la parte perdedora. En este aspecto, ya veremos, se juega la directiva concernida, y también la provincial barbonista, una credibilidad de gestión competente que hasta ahora no se ha sabido ganar.

Desde hace un tiempo, tres asociaciones civiles de ámbito cultural, pero de dudosa utilidad social, detentan con ostentosa inconveniencia la titularidad de sendos espacios públicos en el reedificado espacio de la antigua Escuela de Comercio con un precio de alquiler escandalosamente reducido. Se trata de un edificio de propiedad municipal y no se entienden los méritos del Ateneo Casino Obrero de Gijón, el Ateneo Jovellanos o la Sociedad Cultural Gijonesa para tamaño trato de favor. Aquí, la única de las tres que carecía de local era el Ateneo Jovellanos y probablemente para contentar a diestro y siniestro se metió en el lote a las otras dos asociaciones en un pasteleo que causa sonrojo, tanto por la parte del gobierno municipal como la de las entidades beneficiadas. Es ya tradición que nuestro ayuntamiento se muestre pródigo con ciertas asociaciones que, aunque minoritarias, meten ruido a falta de actividades de verdadero interés público. ¿Cuántas asociaciones o colectivos no se han hecho acreedores de semejante trato de favor municipal y sin embargo siguen preteridas? No. Los casquistas no han acertado a la hora de repartir: lo han hecho sin justicia y mostrando su verdadera cara. Han otorgado un trato de favor hacia tres asociaciones que causa disgusto en una ciudadanía harta de arbitrariedades. Ahí tenemos tres entidades que actúan como verdaderas okupas de unos codiciados locales municipales. Lo curioso es que a ninguna de sus directivas o socios les avergüence esta impropia situación.