Borrones políticos

Hay dos clases de dirigentes incompetentes: los que se rodean de gente excelente que le aporten la capacidad y el conocimiento que a ellos le faltan y los que eligen como subalternos a otros más incompetentes de ellos. La ministra Luisina Carcedo es de la segunda clase; la demostración es que se ha llevado de mano derecha, como secretario de Estado, al reincidente ocupante de cargos públicos Tino Blanco, del que nada excelente se puede esperar a estas alturas de la película. En fin, Pedro Sánchez va camino de la consunción con este tipo de colaboradores. La lástima es el tipo de aportación que Asturias hace a este Gobierno que nos ha tocado padecer.

¡Cuerpo a tierra que pasa una gran bola! La cirujana Moriyón, del FAC y candidata por esta formación al Principado, se ha dejado decir que les piden -sin explicitar claramente quiénes son los tales peticionarios mochales- que hagan en Asturias lo mismo que hicieron en Gijón. Pues iríamos aviados. Si en ocho años han conseguido paralizar una ciudad antaño dinámica, reducir la calidad de vida de sus habitantes y sumirla en el desánimo, ya nos podemos imaginar cómo dejarían Asturias que anda haciendo equilibrios en el alambre y, en su conjunto, muestra síntomas de declive más acusados que la villa marinera de la Costa Verde. No es explicable que, en público, se atreva la alcaldesa y candidata a dejarse decir tamaña barbaridad. Es un síntoma de su pensamiento alucinado con un gran punto de fanatismo que la invalida para gobernar cualquier colectivo, pero ella parece atreverse a todo, tocada por quién sabe qué varita mágica de la capacidad política para llevar los asuntos públicos.

Ya es sabido que la antigua y poco duradera connivencia entre los casquistas gijoneses y los del Podemos con corriente saltó por los aires al acercarse las elecciones, pero las consecuencias de aquello siguen coleando. Estos días, un envalentonado portavoz podemista se inmiscuye en la vida de una empresa donde su sindicato de cabecera, la CSI, no deja de enredar y es probable que con sus maniobras logre dejar en la calle a unas decenas de trabajadores y consiga el cierre de una empresa, como advirtieron los propietarios de la firma y diversos representantes locales de la patronal. Sucede esto con Vauste, la antigua Tenneco. Como el representante de Podemos es el brazo político de la CSI en el Ayuntamiento ya ha pedido que el gobierno municipal inste a todos a interesarse por los planes de la empresa. ¿Qué pinta un consistorio, un gobierno regional o del Estado inmiscuyéndose en los planes de una firma empresarial? Hombre, si esto fuera Cuba o Venezuela podría entenderse, pero en esta España que pasa por democrática, cierto tipo de actuaciones estalinistas no tienen demasiado sentido.

Las propuestas sobre el asunto del concejal Suárez del Fueyo lo que hay que hacer es archivarlas en la carpeta de los asuntos imposibles, a donde van a parar otras tonterías por el estilo. El daño que la CSI, tan amante de los métodos violentos allá cuando la reestructuración del sector naval, ha hecho a la villa y su concejo es incalculable. Los podemitas locales, en sus manos, pretenden extender sus métodos impropios al Ayuntamiento de la ciudad. Una desgracia. Todo lo que conseguirán será el cierre de otra empresa.

Acciones equivocadas

El inefable concejal del PP Manolo del Castillo hizo de «sparring» de una boxeadora con aspiraciones. Es probable que los populares necesiten de sus servicios para entrenar al próximo candidato a la alcaldía de su formación. Ya quedó puesto aquí que el dueño de la «Fortuna Balnearia», venerable piedra romana gijonesa -bien cultural que debería ser popular y que, por cierto, debería ser de propiedad pública-, iba a darnos, por lo peculiar de su carácter y personalidad, innúmeras alegrías: aquí tenemos la última. La práctica deportiva no está mal, otros gestores públicos lo hacen, pero este concejal popular en concreto sabe darle a las cosas un toque cómico; el respetable se lo agradece, pero a los suyos no consigue más que aumentarles la preocupación. Ánimo, que esto en mayo próximo se arregla.

En materia de infraestructuras, los gobiernos socialistas siempre han postergado a Asturias; eso es una realidad constatable. Pasó por aquí uno de estos días el secretario general de Infraestructuras con un jarro de agua fría y contando las maldades demagógicas del anterior gobierno, más concretamente del anterior ministro de Fomento, y nos cuenta que eso del plan de vías, a pesar de estar firmado el convenio de la sociedad pública Gijón al Norte, está en un veremos. Lo dice como quien no quiere la cosa, pero con la frialdad de quien prepara al paciente para una mala noticia. Ya sabemos que, para los gobiernos del PSOE, Asturias es poca cosa: aporta pocos diputados y no es lugar estratégico, por lo que aquello que esta villa marinera anhele en materia de infraestructuras le trae al pairo. Así son las cosas. Durante años, los gestores socialistas locales supieron disimular esta realidad con un cierto buen hacer en la gestión de su parcela local y hasta regional en ocasiones, bien a pesar de la parte socialminera del socialismo asturiano. Por cierto, que también estos días, el responsable provincial de la FSA ya anda haciendo declaraciones a favor del campus universitario de Mieres en detrimento del gijonés. Es cuestión de reflexionar muy bien el voto en las próximas elecciones para dirimir en qué manos dejamos la gestión de nuestros asuntos colectivos. Y hay algunos indicios inquietantes.

El sector que ahora domina la agrupación socialista local, de carácter sanchista -o si lo preferimos, barbonista- ya tiene decidido que su candidata sea quien ocupara la consejería de Educación y Cultura, Ana González, que tan mal recuerdo dejara en el gobierno asturiano, tanto en los ámbitos educativos como culturales y de quien Javier Fernández se deshizo en cuanto pudo por la vía de apremio. Se les prevé una disminución de concejales con semejante cabeza de lista, aparte de lo que ya viene de atrás. Los hay que no aciertan ni por casualidad. Habrá primarias en la calle Argandona, lugar de la sede socialista en esta golpeada villa marinera, y el sector que haga frente a la candidata oficialista perderá aunque sea por poco, dejando a una formación política que fue santo y seña de la vida local reducida a un mero testimonio de lo que pudo ser. No se sabe que es peor, entonces, provocar la risa, como el concejal boxeador o causar rechazo como persona políticamente indeseada por la estela de sus acciones pasadas.

Hormigonera

Si lo del FAC era, según quiere expresar su anagrama, un hormiguero -un grupo de, se supone, trabajadoras y humildes hormigas-, resulta que la primera autoridad de nuestra querida villa marinera era una gran hormiga, o dicho al modo local, una hormigona. Hétenos aquí que ahora ha subido de categoría: reina de hormigas y por tanto, podremos decir sin impedimento alguno, hormigonera pues tendrá la capacidad y obligación de fabricar más hormigas que hagan crecer la formación. Sin embargo, lo que se observa en la formación casquista, que sigue vigilante de segundo con mando en plaza u hormigón, es una disminución de ámbito en el mando: Cascos fue todo en el gobierno de la nación y en el negociado de infraestructuras, después se refugió en el ámbito regional, llegando efímeramente a presidente del Principado -allí estaba el otro día a pie firme en Covadonga en la fila de los ex para saludar a la Real familia-, después se quedó en diputado y luego, como hemos dicho en simple hormigón regional. Ahora bien, si Moriyón se convierte en hormigonera y se rodea de un equipo o guardia pretoriana de gijoneses, quiere decir que Foro se concentra en esta villa de Jovellanos como su único bastión regional. Para Cascos es otro paso atrás: cada vez controlando políticamente menos territorio, lo que no deja de ser un ejemplo político del repúblico que, al perder el apoyo de las masas populares, se resiste a una discreta retirada y permanece, cada vez más pequeño, hasta quemar los últimos milímetros del cabo de vela.

¡Albricias! Una vecina de Somió ya es ministra, concretamente de Sanidad. María Luisa Carcedo Roces ha llegado a ese estado al que ambicionan muchos de los que se dedican a la actividad de la gestión pública: ministro. Ella, que lleva décadas viviendo del afán político y que ya hasta cayó del caballo -por lo que tuvo que acudir durante meses a las reuniones con una especie de flotador en la mano, incluidos los plenos regionales en donde fungía de portavoz socialista- ha sabido hacer el corcho, arrimándose al fuego que más calentaba. Probablemente, su período más ominoso fueron tantos lustros como fiel esbirra del cacique socialminero Fernández Villa. Ella, favorita en la plaza de la Salve en Sama, era impuesta como aliño de todas las salsas, tanto en el ámbito orgánico de la FSA como en la administración regional: directora general, consejera, diputada regional, diputada en el Congreso, senadora: lo probó todo y un buen día cayó de otro caballo: el del favor del cacique, por lo que, entonces diputada en el Congreso, lloraba por los rincones los desplantes y las jugarretas que los somáticos de Villa le dedicaban. Ella, cuya virtud política y de gestión pública no es otra que la de hacer la goma, encontró sitio -ya de perdidos, al río- bajo el ala de Pedro Sánchez, dando la espalda a un Javier Fernández que, a pesar de su comportamiento, había tenido cierta compasión con ella. El resto de la historia es muy reciente y ahí la tenemos de ministra, para sorpresa de los asturianos. Que nadie crea que la hemos exportado voluntaria y felizmente: es una fugada con suerte.

Inicio de otoño

¡Vaya! Tenemos un director de nuestro certamen del cine otoñal que sí sabe cómo obtener ayuda europea. Sí, la misma que había perdido el anterior responsable, tras unos cuantos años de recibirla sin pausa. Nada hay que se resista al trabajo bien hecho y a la capacidad, por lo que es de rigor dar la enhorabuena a este director del festival fílmico que tenemos, Alejandro Díaz Castaño, y a todo su equipo; y felicitarnos de contar, al menos, con alguien eficiente en este proceloso maremágnum de mediocridad moriyonista. Y a esta «genia» es a la que los casquistas pretenden exportar al Principado.

Un concejal que no hay semana que no nos provoque un cierto estremecimiento de humor es Manolo del Castillo, del PP. Sus comentarios de barra del Regatas, elevados a cuestiones municipales, bien en sala de prensa o en forma de moción, pregunta o ruego, dan para mucho. Una mina, vamos, de aquí a fin de mandato: debería acudir a los plenos, como el Obelix de Gosciny y Uderzo lo hacía con su menhir, acompañado de la estela de la «Fortuna Balnearia» que detenta y aposentarla en el escaño de al lado. Al resto de ediles, dado que sobran asientos, no les importaría desplazarse un poquito a favor de la arqueología romana. El caso es que a Del Castillo no le pareció de suficiente enjundia la calidad de los binomios que compitieron recientemente en el concurso de saltos en las Mestas. Ya tenemos un duelo entre este concejal popular y el moriyonista, casquista, forista -o lo que ya coime sean- concejal Jesús Martínez. Sus diatribas serían, por lo menos, tan amenas como aquella de los recordados santanderinos hermanos Tonetti, triunfantes en las más afamadas pistas de circo que recorrían nuestros pueblos y ciudades con sus gracias y chascarrillos.

Tiene nuevo «horti curator» o conservador el Jardín Botánico Atlántico de nuestra sin par villa marinera. Sólo cabe desearle éxitos en su tarea a Carlos García-Verdugo de Lucas, biólogo, que nos llega procedente de Mallorca. Esperamos los éxitos, la paz con los empleados y que se dirima a gusto de todos, es decir, que desaparezca de una vez del mapa su antecesor, cuya actuación tantos líos innecesarios causó, provocando incluso roces entre el Ayuntamiento y la Universidad. Una sola persona, por muy competente que sea en su trabajo, ha de estar también adornada con la virtud de una cierta mansedumbre, cualidad de la personalidad que evita por lo general conflictos. Tengo un amigo que, de él mismo, dice que es «sinflictivo», es decir, que huye de los líos y allí donde adivina un jaleo, prefiere dar un rodeo o esperar prudentemente antes de meterse en el foco del barullo. Pero hay otros que no y cuando su actuación llega a un punto insoportable, se procura apartarle de la escena. En ocasiones, las normas no lo permiten, pero cuando es posible, por desagradable que sea, es más conveniente prescindir de su presencia. Prueba de que el anterior «horti curator», profesional excelente, tiene un carácter, pongamos, difícil, es que ha puesto un pleito por el baremo o sistema de puntuación para el otorgamiento de la plaza en el Botánico gijonés, plaza que, merced a un convenio entre las instituciones concernidas, depende de la universidad ovetense, pero paga el Consistorio gijonés. Que todo vaya bien.

Hípico al día

El Hípico ya no dura nada en nuestra villa marinera. Los tiempos aquellos en que se hacía una pequeña trampa y, para dilatar el tiempo de competición se hacían dos concursos seguidos, con un día de descanso de por medio se han terminado. Pues parece, al decir de los expertos que se ha quedado antiguo, que aquello que fue una gloria estupenda que atraía a lo mejorcito del circuito se nos está quedando en nada. Así, con ese lento declive, hemos visto desaparecer concursos hípicos de nuestro entorno. Es evidente que conseguir la evolución poco a poco, con pequeñas innovaciones año tras año, para que todo cambie casi sin darnos cuenta no está al alcance de unos pocos años a esta parte de los gestores moriyonistas. Ni el Hípico saben mantener en condiciones. Lo hicieron administraciones de carácter opuestos como fueron la predemocrática y la socialista, pero estos, nada de nada.

Como no saben, meten en danza a empresas privadas que teóricamente sí saben, pero que pueden no encajar con la idiosincrasia del público gijonés y que quieren hacer los cambios como si fuera un alto vertical propio de un barraje de desempate. De momento, con cinco días de duración ya no podemos hablar de temporada, sino de un concurso. Admitámoslo.

Ahora, vayamos a la caza (y captura) de patrocinadores de lujo. Parece que ya tampoco ninguna televisión se interesa por ubicar en Las Mestas sus cámaras, por lo que eso de los grandes patrocinadores queda lejos. Hemos salido de los circuitos internacionales de postín. Director hubo que, aunque con carácter desabrido, sabía manejarse, pero le iba en ello su prestigio en el mundillo de la hípica y se esforzaba y buscaba en aquel concurso y en el de más allá las mejores ideas para aplicarlas en Gijón. Así se mantuvo unos cuantos años en primera línea la competición hípica gijonesa.

Sin patrocinadores importantes no es posible atraer a las grandes figuras que se van allí donde tintinean las monedas en abundancia y de ahí el declive. Porque los grandes campeones buscan convertir en dinero sus éxitos que les permitan mantener buenas cuadras. Así que el misterio de los misterios reside en cambiarlo todo para todo siga igual. Es un lugar común, cualquier jinete lo cuenta en cuanto le ponen un micrófono o una grabadora delante, mas que vamos a esperar de esta administración municipal que no da una al derecho. Hasta ha conseguido degradar el Hípico, que parecía una fortaleza inexpugnable del final del verano y ahora, en lugar de preocuparnos por si llueve o hace buen tiempo y de la vida social por las improvisadas fiestas nocturnas de amazonas y jinetes en las noches de la villa que hasta tuvieron sus escarceos que salían en las revistas del famoseo, nos encontramos en cómo mantener en pie el chiringuito. Perdida ya como quien dice la próxima temporada, esforcémonos, a pesar del inconveniente de caer en tiempo electoral, en idear esos pequeños cambios y retoques que devuelvan a la competición de saltos a caballo gijonesa a lo que siempre fue: una cita imprescindible del calendario hípico internacional.