Nazis violentos sueltos

Irrumpe en un bar de Cimadevilla, en pleno núcleo fundacional de nuestra populosa villa marinera, un grupo de ultras nazis, repartiendo estopa y armados con barras de hierro y a la delegación del Gobierno, entre otros lugares comunes, no se le ocurre otra cosa que contarnos que se trata de «un caso esporádico». Pues aviados iríamos si encima no fuera un suceso esporádico. Ya tan pronto, podemos percatarnos que lo mismo hubiera dado que el gobierno de Rajoy nombrara delegado a un corcho o al señor Marín: la diferencia sería inapreciable.

Las personas pacíficas, normales y corrientes, sin embargo se estremecen: unos nazis organizados son un peligro social grave y despacharlo como un simple hecho esporádico, aparte de simple y torpe, denota que no se saben valorar justamente los hechos que se producen en la sociedad y por dónde respiran sus componentes. Si lo que el delegado Marín lo que pretendía con sus palabras era tranquilizar, lo que ha hecho es dejarnos mucho más intranquilos.

Tampoco han estado a la altura de las circunstancias los responsables del Real Sporting: los nazis son clientes suyos, incrustados en un numeroso grupo de exaltados que se ubican en una denominada «grada de animación» y cuyo número, se ha dejado decir, son unas ochocientas personas. Su argumento para lavarse las manos es que no se va a castigar a los ochocientos por un reducido número de nazis violentos. Pues muy mal: la compañía Real Sporting SAD debería poner más cuidado con lo que deja que se incube entre su clientela, aunque alguno de los ochocientos colabore con las investigaciones de los hechos ocurridos en Cimadevilla. No le vamos a pedir a estas alturas que los consejeros sportinguistas se conviertan de pronto en un grupito de entusiastas progresistas, pero de ahí a mirar para otro lado cuando su club es la disculpa para la existencia de un grupo nazi hay un trecho demasiado amplio. Su deber es actuar con más contundencia y que si en nuestro pueblo ha de haber desgraciadamente nazis, no lo hagan disfrazados de rojiblancos.

Por otro lado, están las desgraciadas declaraciones de Pelayo Barcia, directivo municipal, que se mostró comprensivo en público con los desahogos futboleros en forma de insultos y demás lindezas expresivas de sal gruesa. Muy personal apreciación, pero que dice demasiado de la clase de personal que rodea a la ínclita primera autoridad municipal. Los moriyonistas son así y no hay quien los enmiende, hasta que los votos los lancen por la borda del olvido. Por vía de urgencia, el pasado plenario municipal, con los votos de todos los concejales de babor, pidió a la cirujana primera autoridad que le diera el cese. Pero Barcia, el autor de las desgraciadas expresiones por las que se mostró comprensivo con las manifestaciones verbales de violencia en los estadios permanecerá en su cargo, porque a los moriyonistas no les parece causa suficiente para darle la boleta. Y así nos va. Grave irresponsabilidad de un gobierno municipal en rumbo de colisión consigo mismo.

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