Alianzas imposibles

Como a los de siempre no les ha gustado cómo la dirección de una empresa lleva las cosas en esa compañía, decidieron fastidiar a toda la ciudadanía poniendo en hora punta de salida matinal unos neumáticos a arder en una importante avenida de la ciudad. Los de siempre son los de la Corriente, es decir los de la CSI: los expertos en esta populosa villa marinera en violencia callejera desde tiempos inveterados y que ahora, crecidos, mandan en el Ayuntamiento a través de la marca blanca de Podemos, influyendo en el gobierno minoritario de la cirujana Moriyón por aquello de que el líder de Foro, Álvarez-Cascos se lleva bien con los dueños de la mentada corriente tan de violentas tendencias, repetimos, que hasta probaron la trena por un quítame allá esas cámaras de vigilancia urbana y que de ella salieron gracias a la magnificencia de un preboste socialista local. Los de siempre fueron los violentos en las Vascongadas durante años y los de aquí, aún ejerciendo una violencia callejera de tono menor, disturban la convivencia cuando se les pone en las narices que algo no les gusta. Lo llaman defensa de los trabajadores, pero, en el caso que nos ocupa, el resto de los representantes de los trabajadores de la antigua Tenneco, pues de esta fábrica de componentes se trata, ni tan siquiera se quisieron sumar a la propuesta y muchos menos al ejercicio de la algarada callejera.

Nuestra vida municipal está lastrada por muchos pesos, pero uno de los más graves es, sin duda, la influencia que esta gente sin escrúpulos ejerce sobre el equipo de gobierno. Puede decirse que son el lado más oscuro de nuestra convivencia local y que, sin ellos, las cosas discurrirían por cauces más pacíficos y la convivencia ciudadana sería más fluida. En este sentido, tenemos a unos ediles, los de la marca de Podemos, que vienen a representar lo peor de nuestra ciudadanía y que, so capa de interesarse por el bienestar de los más desfavorecidos, en realidad llevan en el morral los más oscuros deseos sobre cómo ha de organizarse la vida ciudadana o el discurrir nuestra convivencia. Para ello, no dudan en utilizar la demagogia más ruin o el más infame de los populismos.

Sí, en nuestra ciudad no todos son gente pacífica y razonablemente merecedores de respeto. Hay un grupo de personas, pequeño, pero con un número de abducidos detrás que ha de ser tomado en consideración, que no dudan en utilizar política y socialmente los mecanismos más abyectos en pro de la consecución de sus nada claros fines.

Por aquí, por tanto, nada nuevo, salvo que esta hez social está incrustada, rebasados ya los dos años, en el propio ayuntamiento de nuestro pueblo y que, a pesar de lo visto, hay seres ingenuos por la izquierda tradicional que piensan hasta posible una alianza con estos nefastos representantes públicos, porque no hay arreglo posible ni apaño decente con quienes llevan encima la marca de la inestabilidad social y la ruptura de la convivencia.