Otra tomadura de pelo

Montar el circo festivo de nuestra populosa villa marinera cuesta un pico y al concejal de la cosa, Jesús Martínez, le falta un cuarto de milloncejo de euros para llegar a fin de año. Amenaza el hombre con que si no le aprueba el próximo pleno edilicio la ampliación dineraria, tendrá que hacer recorte en el último trimestre. Pues que los haga: así ganamos en algo menos de ruido. Seguro que le aprieta las tuercas a los del cine y pone unos romanos menos en la cabalgata de los reyes magos, aunque esa, a lo mejor libra, porque ya es del año que viene. Lo de Divertia se demuestra que ha sido una mala idea: no se ha ahorrado nada, hemos ganado disgustos y mezclado churras con merinas. Se ha convertido el Jardín Botánico en plataforma de espectáculo y, para colmo, se presume de ello. Tampoco se ha adelgazado la estructura de personal porque las diversas instalaciones que se aglomeraron siguen todas en funcionamiento. Y si, para colmo, al frente se pone un concejal de corrientes luces, tenemos por delante un panorama desolador.

Este nuestro es un ayuntamiento en el que cada año se incumple el presupuesto y, en clara tomadura de pelo, falta dinero para la sociedad de festejos y turismo y un departamento para las cuestiones de los servicios sociales en las que sobra el dinero. Eso es una indignidad que debería ser más tenida en cuenta por la ciudadanía toda de nuestro pueblo. Es tratar al conjunto de sus habitantes como menores de edad: toma espectáculos y los que están más fastidiados que se vayan arreglando, al igual que, por otro lado, prácticamente se ha laminado todo rastro de política cultural coherente con escasas ayudas a los creadores, fondos artísticos almacenados sin exhibir, contados por miles de piezas y sin saber qué hacer con el edificio de la antigua tabacalera sin un propósito claro todavía y muy es de temer que termine el mandato y sigamos igual.

Está claro que esta geste pequeña que gobierna el consistorio no alcanza para pensar en futuro de ciudad, ni tan siquiera a un corto plazo, pero se las arregla para pergeñar maldades como esta de presumir de grandes festejos, que luego no dejan de ser una mediocridad, con medidos y ajustados recursos para luego ir mendigando ampliaciones de manteca bajo el político chantaje de no celebrar ciertas actividades programadas. En algún momento habrá que darles el alto y decirles rotundamente que no. Estamos a mitad de mandato; es el momento justo, visto y comprobado el proceder anterior, para tascar el freno y proclamar que todo el monte no es orégano y que queda una oposición, sensata y mayoritaria, que no está dispuesta a ciertos trágalas. La dignidad de la ciudad y, sobre todo, el de los más desfavorecidos de sus ciudadanos, lo exige, para que esta alegre pandilla de personajes carentes de ideología, de sentido común y de respeto no continúen riéndose a costa de todos.