De perros y prados

Hay en nuestro pueblo una considerable cantidad de hogares que, además de humanos, albergan perros o gatos. Los mininos no tienen necesidad de salir y entre las paredes de una vivienda se pueden desarrollar perfectamente, aunque su afición por las ventanas requiere de un cierto cuidado para que no sufran un accidente, que alguno que otro se ha dado. Sin embargo, los perros necesitan, al menos, un par de salidas al día, o al menos eso recomiendan los expertos. Los dueños tienen la obligación de recoger sus desechos, cuestión que es un deber de buena ciudadanía y sana convivencia, pero, a cambio, ya que los canes están ahí, es muy conveniente que la administración municipal provea de espacios para su esparcimiento y en donde puedan corretear libres de sus correas. Algunos hay y otros, lamentablemente se improvisan. El problema viene en que, desde hace un tiempo, algún desalmado «siembra» estos lugares con pedazos de carne emponzoñada con veneno o con alfileres para hacer daño a las mascotas. La cosa no tiene nombre y es de gran maldad. Sorprende que, independientemente del cuidado con el que se han de andar los «perrotenientes», la municipalidad no establezca medidas precautorias o aumente la vigilancia en este extremo. Uno de estos animales se hace a creedor de cariño en la familia en donde se inserta y su enfermedad o muerte es un hecho muy doloroso merecedor de que se extremen los cuidados que el ayuntamiento, mediante los medios más adecuados que sean posibles, para que no se produzcan hechos tan lamentables.

Hay un lugar muy utilizado por los que pasean a sus canes en pleno centro de la ciudad: un lámina de verde prado que, en realidad, no tenía que tener ese destino, sino otro muy diferente: el amplio espacio que ocupaban las antigua vías y estación de los trenes, conocido como «el solarón». En estas andamos, de lo que se pretendía, un aparentemente deseado sitio para urbanizar y construir edificios, a cancha para esparcimiento perruno. Y, por el medio, la necesidad perentoria de una estación de ferrocarril como es debido y otra de autobuses.

La solución a este estado de cosas, ya se ha dicho hasta la saciedad, depende de que tres administraciones diferentes se pongan de acuerdo. Las tres tienen como misión la defensa de los ciudadanos y su bienestar, así como la correcta administración del procomún, pero a la hora de la verdad, otros deben de ser .os intereses en juego porque no hay quien las ponga de acuerdo. Es tremendo. Un túnel recorre la urbe de un extremo a otro sin utilidad alguna, una empresa privada asume el deber de acoger unas instalaciones que bien podría ser una estación de autobuses de hace setenta años y los trenes tienen como término una estación que parece una broma de mal gusto. Mientras, nos hablan de soluciones, presupuestos y a quién corresponde aportar qué cantidad.

De ahí no conseguimos pasar aunque, eso sí, de vez en cuando alguno de los gestores públicos se nos descuelga con una declaración altisonante o algo que parece un paso adelante hacia la solución del entuerto, pero no es así. Tan largo nos lo fían que al lugar ya le han puesto hasta un nombre oficial: parque del «Tren de la Libertad». Los perros y sus humanos están, de momento de enhorabuena y es posible que, dadas la expectativa media de vida de un can, muchos de los que corretean por esos verdes prados no conozcan ahí otra cosa durante toda su existencia.

Caza y pesca

Un jabalí -uno de esos que ahora está de moda por aquí denominarlos como suidos- ha pagado con su vida el haberse dado un paseo por las calles de la capital de nuestra provincia: fue abatido por la policía municipal. Le salió cara la excursión de Semana Santa. En nuestro pueblo, también los guardias se han cargado a tiros un gorrino, en concreto en la avenida Schulz. No vamos a ser menos, ¡quia, quite usted!

La sugerencia que nos brindó hace unos días mi señora doña Cherines de que nos comamos los jabalíes que trotan por las vías públicas de nuestras ciudades da como para ponerse a pensar si aprovechar para instaurar una «startup» que aúne la caza urbana con la degustación gastronómica. Nunca se sabe por dónde saltará la liebre de una nueva oportunidad o nicho de empleo. Entre las ocurrencias de la lideresa popular asturiana y la afición a la pesca de salmones -con muerte, por supuesto- de Álvarez-Cascos, el de las hormigas, da como para ir pensando en organizar unas completas jornadas de caza pesca en nuestra provincia que, en trance de despoblación rural, puede que encuentre remedio a sus males en el mundo de la jara y el sedal, aficiones que perviven bien a pesar de las iniciativas de los cada vez más numerosos animalistas: por la parte de estribor siempre se tuvo más acendrada afición a esto de la depredación y los espectáculos de fuerte contenido violento, al estilo de las corridas de toros. Por babor, aunque haberlos haylos, son más proclives a la cosa del cuidado de la cosa animal, hasta llegar a no permitir en algunos lugares los circos con animales forzados a representar números artísticos a su pesar, tal como en nuestro pueblo.

Todo es arte. Los más píos de nuestros conciudadanos le han dado a las procesiones esta pasada semana y, aparentemente contentos por el resultado, les da la sensación de que más público a asistido a los desfiles de imaginería y ambiente católico que organizan. Pero a las cofradías les parece poco lo que la administración municipal les proporciona -cierre de calles, vigilancia, etc.- y piden más implicación de la municipalidad. ¿Querrán decir que quieren más pasta para capirotes y mantillas o qué? Hay a quienes les parece demasiada «implicación», pero el santo atrevimiento no tiene límites.

No sólo se dedican al cómputo de asistentes a sus kermeses propias del tiempo. También los socialistas andan metidos en la faena de la recolecta y recuento de efectivos por parte de las optantes a mandar en el PSOE. Lo primero son los avales. Hay quien quiere que el número sea elevado para mostrar músculo frente a los rivales. Es lo que toca en la formación que gestiona provisionalmente Javier Fernández. Mientras, la agitación y alguna jugada poco estética de por medio: hasta en nuestro pueblo asistimos a alguna pequeña escaramuza. El caso es no privarse de nada.

Mala suerte ferroviaria

Ya tardaba alguien en pronunciar la solución salomónica para la variante ferroviaria de Pajares. Ya que hay unos que desean ancho ibérico (el raro en el resto del mundo) para las vías tendidas por los túneles y otros piden el conocido como ancho internacional (el más común en casi todos los países) y, dado que hay dos túneles paralelos, póngase en uno la vía internacional, por la que discurre el AVE, y en otra la ibérica, por la que traquetean las mercancías. Pocos han abierto el pico ante la propuesta, salvo las huestes de don Álvarez-Cascos Fernández que, instalados en sus trece del ancho internacional, se han negado rotundamente a la propuesta. A estas alturas, con los argumentos de unos y otros lanzados a modo de venablos y la obra parada para satisfacción presupuestaria del ministerio de Fomento, por mor de la negociación de los presupuestos estatales, ya uno no sabe qué sería mejor, qué ancho nos conviene. Si esto fuera como con la ropa de los niños, nos vendría bien el ibérico, unos centímetros más ancho, por si la cosa crece; pero, como con el niño, cuando el ancho estuviera acorde con el tamaño de la criatura, el traje ya estaría viejo. Se supone que, pasado el tiempo -no se sabe cuánto, si mucho o poco- todos los trazados ferroviarios peninsulares -porque Portugal también entra en este juego- acabarán teniendo el mismo ancho de vía que los del resto de Europa. Mientras, seguimos sin solución y con el espectáculo poco edificante de contemplar a nuestros representantes públicos lanzándose centímetros los unos a los otros, como quien se lanza venablos.

Si en Asturias en general hay mala suerte con esto del tren, en nuestra populosa villa marinera, ese mal fario es doble. Por no tener, no tenemos ni estación de trenes que pueda recibir tal nombre y, para que la desgracia sea completa, tampoco la hay de autobuses. Aquí también hay amplio desacuerdo entre los gestores públicos de las tres administraciones implicadas y, para completar la escena surrealista, existe un túnel que recorres la ciudad de extremos a extremo, sin utilizar e inundado. Aquí, los centímetros se convierten en unas decenas de metros. Aunque la cuestión es mera apariencia: se mantienen las diferencias porque falta la «res pecuniaria», los dineros que se han de poner para la operación. Sí, es verdad, el planteamiento inicial por Álvarez-Cascos cuando era ministro el coste cero para la operación, gracias al aprovechamiento urbanístico, se torció debido a la irrupción de la burbuja inmobiliaria y ahí tenemos al solarón rozagante y como muestra de la inoperancia administrativa, cicatriz que recuerda las heridas de pasadas batallas políticas y que no acaba de desaparecer porque sigue habiendo contencioso político, con periodos de aparente calma, de falsas treguas, pero con las armas en alto. También habrá que echarle tiempo, a pesar de los encocoramientos de la inoperante primera autoridad municipal que, salvo palabras altisonantes, es incapaz de proporcionar soluciones o ideas, aunque sean tan salomónicas como las de los dos túneles de Pajares con vías de diferentes anchos. No tendría importancia la ubicación de la estación si el túnel, ahora inoperante, estuviera en funcionamiento con dos o tres paradas repartidas por el centro de la ciudad. Pero ello sería ya mucho pedir.

Varapalos y puñales

De un tiempo a esta parte, toda sentencia es un varapalo para alguien -la parte desfavorecida-como en su momento todo incendio comenzó a ser pavoroso y la escena de un accidente pasó a ser dantesco. En los medios, sea de la condición que sean, hay expresiones que pasan a ser imprescindibles y no hay quien consiga despegarlos de los textos periodísticos. Permanecen durante años. Son coletillas, claro, fruto de la vagancia de quien las escribe por no buscar otra forma de describir ciertos hechos o situaciones. La del varapalo judicial es una de las que se llevan que resultan más odiosas por llevar en sí misma una carga de subjetividad manifiesta que, probablemente, no fue fruto de ninguna clase de intención por parte de quien la escribió o pronunció. Como los gestores públicos se alimentan incesantemente de los contenidos mediáticos, los varapalos judiciales han pasado a formar parte también de sus discursos y declaraciones públicas. Y, como los políticos la utilizan, los informadores se ven animados a utilizarla: un círculo vicioso idiomático que indica, si hacía falta algún indicador más, la pobreza de expresiones en la que nos vemos sumergidos. Nuestros ayuntamientos, las consejerías de nuestros gobiernos regionales, el mismo gobierno de la administración general, no hacen más que recibir varapalos u día sí y el otro también. En esto son muy sufridos. Y los órganos judiciales se ven obligados sin pausa a infligir varapalos a todo quisque, por lo que un juzgado pasa directamente de ser un órgano que imparte justicia a uno que proporciona castigos sin cuento. Ahí estriba la perfidia de un lenguaje que, en principio, aparenta inocencia.

Un varapalo es, sin duda, el que se ha llevado la «Semana negra» a manos del Ayuntamiento casquista. Al negar la dispensación de la subvención antes de noviembre, la organización no pudo cumplir su compromiso con Hacienda y, ahora, además de los intereses de demora y el recargo, la pérdida del descuento obtenido, tiene el problema que decaen los siguientes plazos concedidos y tiene que hacer frente a toda la deuda de golpe. Eso sí es un bastonazo en el lomo de marca mayor. Cabe aquí decir que este gobierno de la caritativa cirujana Moriyón, a la sazón primera autoridad municipal de nuestra populosa villa marinera, viene haciendo la misma operación con otras entidades de todo tipo: asistenciales, culturales, vecinales, sociales? Luego, a final de ejercicio siempre les sobra dinero: ¡pero si no pagan a tiempo ni lo que tienen comprometido! ¿Cuál es el misterio de tamaña falta de sensibilidad e inoperancia? Si la Intervención pone algún reparo a la justificación de las subvenciones, ¿por qué esperan a comunicarlo ya vencido el ejercicio? La cosa es simple: porque en los diversos departamentos no tramitan los expedientes a su debido tiempo. Es como una especie de castigo al que el equipo de gobierno somete a las diversas entidades que reciben subvenciones municipales. Ya les vale a estos fenómenos. No contentos con tener a la ciudad postergada, fastidian lo que pueden a los más diversos colectivos ciudadanos. Es una especie de vudú que practican, no sabemos si con delectación, pero no cabe duda que con una cierta malicia, para que todo el mundo se entere que aquí mandan ellos. Mal, actuando con hipocresía política, pero mandan. Es de suponer que el municipio resista hasta que desaparezcan del mapa político, pero se hace muy difícil soportar tanta arbitrariedad. Ni que tuvieran la parafilia de clavarnos dagas en el ánimo, a ver si emigramos todos y los dejamos a ellos solitos, mirándose con la satisfacción de la tarea cumplida unos a otros, diciéndose que se han deshecho de los gijoneses que molestaban, aunque seamos una mayoría ciudadana y ellos representen a una rara minoría.

Otra de puñales es el hurto del argénteo puñal que se clavaba en pleno pecho de la imagen de una Virgen en la iglesia de san Pedro. Gran revuelo y escándalo entre el mundo pío de la villa. Parece ser que, según los cofrades propietarios de imagen y puñal, la efigie procesionará atravesada por su correspondiente puñal: será otro, pero cumplirá su cometido estético. Curiosamente, la talla original desapareció hace ochenta años, pero quedaba el cuchillo de entonces. Parece que lo sustraído salvo el gran valor sentimental que le daban sus dueños, no es pieza cara. Peor hubiera sido que al disgusto se hubiera añadido un importante quebranto económico.