Florero incapaz

La semana que viene comenzará la Berlinale, el reputado festival de cine de Berlín. No habrá ningún director de cine del certamen cinematográfico gijonés de noviembre que asista a tan importante cita europea. Luego eso de que hay tiempo para nombrar director, es una afirmación, como dice el concejal del ramo, Martínez Salvador, que significa o una pequeña temeridad o una supina ignorancia o simples ganas de probar a ver si cuela. Sin ser un experto, el sentido común y lo observado desde hace unos cuantos años ya, parece que lo recomendable es que una o dos personas responsables al máximo nivel, acudan a las citas más importantes de nuestro entorno para conocer por dónde van los tiros y qué hay en el panorama cinematográfico para así montar en la muestra local unos ciclos interesantes. No asistir a Berlín en febrero es que comencemos ya a fabricar la mesa sin una pata.

La cuestión tendría que haber estado ya solucionada desde por lo menos la primera semana de diciembre, cuando ya se sabía que Nacho Carballo cesaba en sus funciones como director, a no ser que lo pretendido era marear la perdiz para que continuara el mismo poco eficiente en el machito. Ahora, vienen las lamentaciones por un lado y por otro: unas son reales y verdaderas, pero otras suenan a lágrimas de cocodrilo. Por ello, cualquier solución que se adoptara a estas alturas ya no era buena para salir airosos del entuerto. Ni la de convocar un nuevo concurso, en el que los conocimientos del idioma inglés no fueran tan estrictos, ni la de nombrar director directamente por los responsables de Divertia. El mal ya está hecho. Y lo está por falta de competencia política del gobierno municipal. Se ha demostrado hasta la saciedad que hacen un festival de cine por inercia, para que no se diga que la alcaldesa casquista Moriyón y los suyos terminaron con una cita cultural de importancia para esta populosa villa marinera: al no creer -ni dejar de creer- en él, como permiten graciosamente la celebración de la «Semana negra» o cargan ahora con el mochuelo del insensato festival atlántico en el que se empeñó aquel anterior edil de cultura. Los de Foro no saben qué hacer con Gijón. Vienen ocupando el poder por el simple deseo de hacerlo, pero sin idea alguna.

La falta de impulso, de idea de ciudad, de prioridades, no ya en materia cultural o de ocio, se demuestra en el pequeño desastre de la autopista del mar. No han presionado como es debido los responsables consistoriales a las demás instituciones para que se comprometieran con las empresas navieras en el impulso del enlace marítimo. Tampoco han logrado que la Autoridad Portuaria moviera un dedo, sumida como está en la inacción debida a su práctica intervención por Puertos del Estado y fuertemente constreñida por la Intervención General. Tenemos un ayuntamiento que es incapaz hasta de gastar durante varios ejercicios consecutivos su presupuesto en servicios sociales, cuando, en estos tiempos que corremos de tantas carencias en amplias capas de la población, más se necesita de una correcta actuación de tal departamento.

Moriyón no puede presentar, tras seis años al frente de la ciudad, una buena hoja de servicios. Todavía no tiene claro, da la sensación, de cómo lidiar con el mantenimiento de la escasa industria que resta y el medio ambiente. No es lideresa que se atreva a plantear a la ciudadanía en qué deben consistir nuestras preferencias y cómo aunar unas cosas con otras. Se limita al triste lamento y a mostrarse aparentemente muy indignada si hay un pico de contaminación o si una instalación fabril entra en crisis o peligra su continuidad. Es una alcaldesa increíble, es decir, le falta credibilidad. Ni es capaz de insuflar entusiasmo en los habitantes de la urbe ni se las apaña para hacerse respetar -a ella y a la ciudad- allí donde sea necesario.

Fotos se hace las suficientes y no frunce el ceño para figurar allí en donde se la requiere como adorno o trofeo. En este sentido, es una alcaldesa florero: se ha convertido en artículo de adorno junto con todo su equipo y sólo la mantiene en pie la actitud cómplice de esa desgracia municipal que, disfrazados de progresistas, es el grupo formado por los concejales de la marca blanca de Podemos. No es una buena combinación. Es un experimento desgraciado que nos está provocando un grave daño colectivo.

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