Sólo fachada

La turbiedad con que bajan las aguas de la tramitación del plan urbano de esta populosa villa marinera son aún más oscuras e impenetrables de lo imaginable, hasta el punto de provocar el cese fulminante de un alto funcionario del negociado de Urbanismo que, para mayor abundamiento, había puesto de manifiesto fallos graves en la tramitación de varias fichas de las numerosas que lo componen. A los casquistas de Moriyón y Couto no les gusta que los altos -y se supone q los medianos y los bajos- funcionarios les lleven la contraria, que pongan reparos a sus arbitrariedades. Existen abundantes probabilidades que más de uno se anime a personarse ante los tribunales y que, por esta vía, se vuelva a anular el PGO. No es un final deseable, pero los indicadores apuntan en esa dirección. No será la primera vez que sucede, Ni la segunda. Y estos de ahora no son más listos ni diligentes que los anteriores: todo lo más son más atrabiliarios y muestran un mayor grado de arbitrariedad e incongruencia.

Por ejemplo, nombran directamente a una directora para los Servicios Sociales, en uso de su legítima capacidad para ello, pero se montan un concursillo con una comisión de expertos para escoger al responsable del certamen de cine. Esta es la demostración palpable de que estamos asistiendo en directo al ejercicio de una política de fachada, en donde las decisiones forman parte de un espectáculo frívolo, no dirigidas al bienestar ciudadano o al interés general del municipio. La jefatura de los Servicios Sociales, que por su propia naturaleza atienden a los sectores más desfavorecidos de la población, se resuelve de un plumazo: cese del titular anterior y rápido nombramiento de sucesor. Para lo del cine, un fallido y complejo concurso, proclamado desierto y una segunda convocatoria por ver si se arregla nombrar a la persona deseada.

Hay un hecho e nuestro pueblo que llama la atención, no por su enjundia social y mayoritaria, sino por ser muestra de un exceso de celo, pongamos, beatífico por no decir beato. Se trata de los hechos acaecidos alrededor de un par de objetos que hace unos años estaban en la basílica de la Iglesiona, cuando tal templo era propiedad de los jesuitas. Se trata de un sagrario y un Cristo. Los de San Ignacio vendieron años ha el templo al arzobispado que, bajo el pontificado del arzobispo Osoro, el Vaticano convirtió en basílica para que de esta forma pudiera entrar en la categoría de edificio susceptible de recibir aportaciones del uno por ciento cultural, curiosa institución vigente en la época de Álvarez-Cascos como ministro de Fomento. Así se puso afrontar el elevado coste de reparación de un edificio en riesgo de ruina. La Iglesiona nunca fue el templo cabeza de ninguna parroquia, por lo que es imposible que tenga feligresía alguna, pero sí cuenta con un grupo de aficionados a los que se les ha puesto en el ánimo que el sagrario y el Cristo, `propiedad de los jesuitas y que estos no traspasaron al arzobispado en el momento de la venta, vuelvan al recinto religioso de la calle de Jovellanos. Ahora, al parecer, andan incómodos los del grupo de «supporters» porque les parece que el rector de la instalación no presiona lo suficiente en pro de la consecución de sus fines, con lo que se han vuelto, como suele suceder con los excesivamente beatos de superficie, en un colectivo de personas más papistas que el Papa. Por cierto, sus afanes casan poco y mal con la catequesis del actual obispo de Roma. Ellos sabrán, pero el espectáculo que están dando es poco edificante: más preocupados, según parece, por lo que llaman «tesoros» de la Iglesiona que por el bienestar de sus semejantes.

Este beatífico grupo se parece bastante a los mandamases casquistas del ayuntamiento gijonés, más preocupados por las apariencias y el poder en sí mismo que por la buena marcha de los asuntos que afectan a los habitantes de ciudad y, sobre todo, a quienes más lo necesitan.

Dos sardinas para ti

Las preclaras mentes que organizan los regocijos populares, digamos confianzudamente los chicos de Divertia, han tenido la ocurrencia que este año la sardina de los carnavales sean dos. Quiere su ficción que fueran los pescados siamesas separadas. Han fabricado una caracterización que las hace parecer más cotorras moñudas que sardinas, pero qué importa. El concejal Martínez Salvador, tan pelotillero él para con el respetable, ha hecho durante la presentación de las actividades de estos festejos de invierno un canto a las charangas, como si fueran cosa excelsa, cuando, en realidad, abunda en ellas la falta de imaginación, el mal gusto y hasta la chabacanería. Volverán los atorrantes de los tambores a dar la turra al personal, convirtiendo algunas calles, plazas y paseos del centro ciudadano en un triste remedo de sambódromo. El invento de las dos sardinas es un remedo de la política seguida por la casquista alcaldesa Moriyón: ampliemos en lo barato y, aunque nos salgan unas cotorritas, démosles tratamiento de sardinas carnavalescas y añadamos morbo médico: siamesas separadas, nos imaginamos que en acto quirúrgico veterinariamente reglado. Podían solucionar así también, en plan rumboso, el problema del director del certamen del cine: que escojan a un par de pollastres mellizos, aunque con el sueldo de uno y medio, para dirigir el evento. A lo mejor, dos cabezas dan para más y sacan del pozo en el que ellos mismos hundieron el otoñal acontecimiento cultural.

Definitivamente, este gobierno minoritario municipal parece haberse decantado por la esplendidez y nos ofrece decisiones a pares. El concejal para todo, Fernando Couto, ya va por la segunda tramitación del planeamiento urbano y lo saca de nuevo a información pública. Recela la oposición socialista que malicia alguna jugarreta o cambio para beneficio de algún quídam, poniendo como ejemplo la finca Bauer en Somió. Estos socialistas que no se acaban de fiar, después de seis años de los casquistas. ¿Por qué será? El caso es que ya habíamos quedado en que sacar adelante un ordenamiento urbano es tarea ardua porque, por mucho cuidado que se quiera poner, siempre se cuela algún aspecto que, de ser llevado a un contencioso por parte que se cree perjudicada y en defensa de su derecho, da con el documento anulado. Pero si no les gustaba el plan que dejaron los socialistas casi rematado y siendo su anulación fácilmente subsanable con una nueva exposición pública y subsiguiente periodo de alegaciones, que lo hubieran dicho en su momento. Foro, con aquella peculiar concejala Lucía al frente del urbanismo, fue incapaz de sacar un nuevo ordenamiento adelante. Sustituida la incapaz por el aparentemente capaz Couto, va ya por la segunda tramitación y lo que te rondaré morena. Será difícil que con tantas dudas y con unas aguas revueltas, y parece que discrepancias, entre técnicos municipales y equipo redactor, las cosas no van a ir rápidas. Si a ello le añadimos posibles avatares y la flojedad de la posición del equipo de gobierno, repetimos que minoritario y poco atrevido por tantas cautelas como pretende aplicar, hay altas probabilidades de que allá para la primavera del 19 no se haya aprobado un nuevo PGO. Sería deseable que esto no ocurriera, pero es de temer que suceda, pero con esta manía de las tramitaciones a pares todo es posible. De momento, la tramitación de marras se parece a lo que se parecen las sardinas carnavalescas: una jaula de cotorras. No deja de ser otro factor de los que hay tantos para impedir levantar el ánimo en esta populosa villa marinera, porque tampoco lo visto hasta ahora aporta ninguna novedad que sirva de impulso creativo o de ilusión a la ciudad.

De lo más que ha dado para hablar, de momento, es de cambiar la edificabilidad de la finca Bauer de marras o del derribo de un aislado edificio de apartamentos en la zona de Casablanca. Pobres debates, en fon, para algo que debe ser uno de los documentos más trascendentales para el buen desarrollo futuro a un plazo largo del concejo.

Falta de respeto

Reprochan al director del parque natural Fuentes del Narcea que haya cantado y hasta bailado en un programa de la televisión. Parece que existe cierta gente avinagrada que no ve compatible dirigir un espacio protegido con el canto y el baile. Un colectivo, integrado por un grupo de biólogos, califica la actitud del director de Muniellos, Pablo García Esteban, como frívola. Ya lo sabes, para dirigir un espacio natural, por el hecho de ser un servidor o funcionario público, debes mantener la adustez y alejarte del desenfado: lo reclama un grupo de biólogos amantes de la seriedad y con ínfulas inquisitoriales. Me imagino a esos envarados biólogos, ataviados de oscuro, como la inolvidable Irene Gutiérrez Caba, en la inolvidable producción televisiva de los años sesenta y dirigida por Chicho Ibáñez Serrador, «Historia de la frivolidad». En aquella producción televisiva, un severo grupo de damas, guardianas de las esencias del puritanismo, se encargaba de corregir los excesos de sexo a lo largo de la historia, incluido el arte. Este grupo de biólogos, envidiosos al parecer de la alegría ajena, van más allá y ya ni encuentran propio que alguien cante o baile en un programa de televisión en función de su cargo u oficio. ¿Será por envidia o será por otras todavía más oscuras motivaciones?

En el, digamos, desgobierno de nuestra populosa villa marinera, tampoco hay seriedad, aunque tampoco brilla la alegría: existe una especie de nada, un vacío que se hace presente en cualquier aspecto de la gestión de los asuntos públicos. Por ejemplo, los planes de empleo. Existen -o, de seguir las cosas por el camino que van, deberíamos decir existían- unos planes de empleo consistentes en que el ayuntamiento contrataba a ciertas personas sin trabajo para realizar, durante un tiempo limitado, un año normalmente, ciertos trabajos. Pero hétenos aquí que los susodichos trabajadores comenzaron a demandar al ayuntamiento en busca de hallar justicia a sus demandas. Las denuncias se han venido centrando en la irregularidad de ocupar puestos de la estructura fija del Ayuntamiento y cobrar por debajo de los empleados municipales que hacen el mismo trabajo. Y los tribunales les han venido dando la razón y condenando al consistorio a pagarles las diferencias no percibidas y las correspondientes finiquitos, de acuerdo con dichas percepciones. Incluso en media docena aproximada de casos, se decretaron como nulos los despidos y condenado al ente municipal a readmitir a los trabajadores finiquitados. A la alcaldesa casquista Moriyón le parece textualmente que «así no podemos seguir. Ofrecemos oportunidades de empleo y recibimos a cambio una gran cantidad de demandas que pagamos todos los gijoneses, a pesar de habernos ajustado a los requisitos solicitados». Cierto que los errores de los gobernantes municipales los pagamos todos los ciudadanos, pero de ahí a pretender culpabilizar a unos trabajadores, desempleados, no lo olvidemos, que reclaman y ganan ante los tribunales sus derechos hay un abismo.

Los trabajadores ganaron los pleitos porque tenían razón y el ayuntamiento no. Es normal que a igual trabajo se perciba igual salario, luego quien se intentó aprovechar de la necesidad de un grupo de parados fue el ayuntamiento que, para ahorrarse una cantidad de dinero, destinó a los beneficiarios de los planes de empleo como mano de obra barata en fraude de ley. Pero la caritativa cirujana y su director municipal del área de empleo, Pelayo Barcia, vienen más o menos a decirnos que los beneficiarios de los planes de empleo municipales son un grupo de desagradecidos que, no contentos con recibir el estipendio que temporalmente se les ofreció, encima demandan a la administración municipal.

La solución aportada hasta ahora es la de suprimir los planes de empleo. Muerto el perro se acabó la rabia. Si no hay más planes de empleo, se acabaron las demandas. La solución de hacer las cosas bien parece que no se les pasa por la cabeza, como por ejemplo pagar lo que es de justicia a los beneficiarios de esos planes y contratar a los que se pueda, dotar desde el primer momento de la partida presupuestaria suficiente para pagar a todos los contratados u ofrecerles empleos que no sean coincidentes en funciones con los de los empleados públicos. Hay mil formas de hacer las cosas bien sin necesidad de faltar al respeto a unos trabajadores que han dejado claro su derecho en los juzgados de lo social ni demonizar a unos planes de empleo que, aunque de forma temporal y escasa, solucionan el problema de subsistencia de unos cientos de conciudadanos.

Florero incapaz

La semana que viene comenzará la Berlinale, el reputado festival de cine de Berlín. No habrá ningún director de cine del certamen cinematográfico gijonés de noviembre que asista a tan importante cita europea. Luego eso de que hay tiempo para nombrar director, es una afirmación, como dice el concejal del ramo, Martínez Salvador, que significa o una pequeña temeridad o una supina ignorancia o simples ganas de probar a ver si cuela. Sin ser un experto, el sentido común y lo observado desde hace unos cuantos años ya, parece que lo recomendable es que una o dos personas responsables al máximo nivel, acudan a las citas más importantes de nuestro entorno para conocer por dónde van los tiros y qué hay en el panorama cinematográfico para así montar en la muestra local unos ciclos interesantes. No asistir a Berlín en febrero es que comencemos ya a fabricar la mesa sin una pata.

La cuestión tendría que haber estado ya solucionada desde por lo menos la primera semana de diciembre, cuando ya se sabía que Nacho Carballo cesaba en sus funciones como director, a no ser que lo pretendido era marear la perdiz para que continuara el mismo poco eficiente en el machito. Ahora, vienen las lamentaciones por un lado y por otro: unas son reales y verdaderas, pero otras suenan a lágrimas de cocodrilo. Por ello, cualquier solución que se adoptara a estas alturas ya no era buena para salir airosos del entuerto. Ni la de convocar un nuevo concurso, en el que los conocimientos del idioma inglés no fueran tan estrictos, ni la de nombrar director directamente por los responsables de Divertia. El mal ya está hecho. Y lo está por falta de competencia política del gobierno municipal. Se ha demostrado hasta la saciedad que hacen un festival de cine por inercia, para que no se diga que la alcaldesa casquista Moriyón y los suyos terminaron con una cita cultural de importancia para esta populosa villa marinera: al no creer -ni dejar de creer- en él, como permiten graciosamente la celebración de la «Semana negra» o cargan ahora con el mochuelo del insensato festival atlántico en el que se empeñó aquel anterior edil de cultura. Los de Foro no saben qué hacer con Gijón. Vienen ocupando el poder por el simple deseo de hacerlo, pero sin idea alguna.

La falta de impulso, de idea de ciudad, de prioridades, no ya en materia cultural o de ocio, se demuestra en el pequeño desastre de la autopista del mar. No han presionado como es debido los responsables consistoriales a las demás instituciones para que se comprometieran con las empresas navieras en el impulso del enlace marítimo. Tampoco han logrado que la Autoridad Portuaria moviera un dedo, sumida como está en la inacción debida a su práctica intervención por Puertos del Estado y fuertemente constreñida por la Intervención General. Tenemos un ayuntamiento que es incapaz hasta de gastar durante varios ejercicios consecutivos su presupuesto en servicios sociales, cuando, en estos tiempos que corremos de tantas carencias en amplias capas de la población, más se necesita de una correcta actuación de tal departamento.

Moriyón no puede presentar, tras seis años al frente de la ciudad, una buena hoja de servicios. Todavía no tiene claro, da la sensación, de cómo lidiar con el mantenimiento de la escasa industria que resta y el medio ambiente. No es lideresa que se atreva a plantear a la ciudadanía en qué deben consistir nuestras preferencias y cómo aunar unas cosas con otras. Se limita al triste lamento y a mostrarse aparentemente muy indignada si hay un pico de contaminación o si una instalación fabril entra en crisis o peligra su continuidad. Es una alcaldesa increíble, es decir, le falta credibilidad. Ni es capaz de insuflar entusiasmo en los habitantes de la urbe ni se las apaña para hacerse respetar -a ella y a la ciudad- allí donde sea necesario.

Fotos se hace las suficientes y no frunce el ceño para figurar allí en donde se la requiere como adorno o trofeo. En este sentido, es una alcaldesa florero: se ha convertido en artículo de adorno junto con todo su equipo y sólo la mantiene en pie la actitud cómplice de esa desgracia municipal que, disfrazados de progresistas, es el grupo formado por los concejales de la marca blanca de Podemos. No es una buena combinación. Es un experimento desgraciado que nos está provocando un grave daño colectivo.