Abstenerse no es apoyar

A pesar de los pesares y de su menguada representación parlamentaria, el PSOE está de moda. No es su representante quien se juega la presidencia del gobierno ni andan por los juzgados antiguos capitostes suyos, pero están de moda los socialistas. Se dice de ellos que tienen la llave de la gobernabilidad, es decir, ellos no pueden ser, pero son cooperadores necesarios que faciliten que otros se alcen con el gobierno, precisamente los del PP, sus oponentes de toda la vida. La situación de la centenaria formación política es enrevesada y los más recalentados de sus militantes, antes que facilitar otro gobierno de Mariano Rajoy parece que prefirieran la desaparición de sus siglas. Sin embargo, gran parte de sus líderes regionales, que por algo están a la cabeza de las sus respectivas federaciones regionales, se lo toman con algo más de frialdad y, aún con gran disgusto, optan por una abstención en la votación de investidura antes de que la opinión pública les eche en cara la ausencia de gobernabilidad en la nación. No es así, pero lo parece y hay una gran cantidad de ciudadanos que están convencidos de ello. Por eso, para no quedarse definitivamente sin partido optan por una mala solución, pero que no es la peor de las soluciones.

Luego está la cuestión catalana. Si los socialistas no viven sus mejores momentos políticos, por aquella parte están bajo mínimos y, en sus condiciones, se quieren agarrar al clavo ardiendo de formar parte del lado nacionalista, aunque les resulte reductor, y sienten que debilitar la posición del PSOE en el conjunto de España ayudaría a que se ablandara su firme posición de no permitir la segregación catalana del resto del estado.

En nuestra pequeña provincia, hay de todo respecto a la cuestión de marras. Brotan expertos por todas partes que hasta confunden el número de los que intervienen en uno o en otro sentido durante una asamblea meramente informativa con una votación en toda regla, sin darse cuenta que son más decisivos los muchos que callan que los pocos que alzan su voz.

No es precisamente el PSOE una fuerza política discreta que resuelva sus diferencias con discreción y en reservada voz baja, más bien al contrario, suelen hacerlo con gran aparato y estridencia, al estilo español, en voz bien alta. Para ayudar un poco más a la vocinglería general, esta vez hay, además, redes sociales que amplifican y ayudan un poco más a la confusión.

No, esta vez no es diferente que las anteriores. Hay la suerte que, al frente de la comisión gestora socialista está Javier Fernández, que parece el hombre tranquilo, y que ha dejado claros dos conceptos: el primero es que o hay abstención o vamos a nuevas elecciones y el segundo es que abstenerse no significa apoyar.

Luego están los más agitadores que, en esta ocasión, demuestran poca pericia. Por ejemplo recogen firmas para que se convoque elecciones primarias para nombrar un secretario general y un congreso extraordinario, cuando, en realidad ya se sabe que, a corto plazo, los socialistas tendrán que acudir a elecciones primarias y reunirse en congreso. Pero agitar este tipo de cartelones viste mucho, aunque significa bien poco. Lo que importa es que, para general tranquilidad, pronto tengamos un gobierno que no esté en funciones, aunque el partido que lo sustente ande enredado por los tribunales con ominosos casos de corrupción y que hasta ahora no tenga demostrado muy claro cuál es su interés prioritario, si el general de todos los españoles u otros más espurios y menos presentables. Definitivamente, abstenerse no es apoyar.