Exceso de jabalíes

Lo que se lleva estos días, lo que está de moda o, si se prefiere, de rabiosa actualidad, es hablar del PSOE. Cualquier cosa es susceptible de ser desmenuzada, comentada o analizada hasta la extenuación: las declaraciones de una diputada “sanchista” venida a menos, los gestos de un presidente de comunidad autónoma –no digamos ya el de la nuestra, en el centro de todos los huracanes–, el artículo escrito por algún exministro o hasta las respuestas a una entrevista de una señora, sin militancia conocida, pero considerada como cercana a las posiciones socialistas. Tal es la potencia de la moda que hasta una considerable proporción de afiliados socialistas han creído su propia importancia y se dedican, a través de las redes sociales, a sesudos autoanálisis que se dedican unos a otros. Es de esperar que esta situación, ciertamente anómala, decline en cuanto se invista a Mariano Rajoy como presidente de un nuevo gobierno y cada uno quede en su sitio: los del PP con su gobierno en minoría y sus tribulaciones en los juzgados por sus múltiples casos de corrupción y el resto a sus labores de oposición más o menos airada. H en esto de los malos humores en el hemiciclo es donde comparecen en escena los jabalíes parlamentarios.

Sí, porque en estas dos últimas legislaturas tenemos en la Carrera de San Jerónimo perfectos ejemplares de jabalí parlamentario en forma del grupo de Podemos: sus malas formas, aderezadas de abundante sal gruesa, van a juego con el pésimo fondo de sus planteamientos políticos, teñidos de un izquierdismo ultra, ora revolucionario, ora de salón, o de un populismo extremos, pero  nunca de posiciones que faciliten la sana convivencia entre todos los ciudadanos.

Y si tal es su comportamiento en el Congreso de los Diputados, lo mismo se les puede aplicar sin atenuantes en el resto de parlamentos regionales o en los diferentes ayuntamientos en los que detentan algún tipo de representación.

Hay quien esperaba, con manifiesta ingenuidad algún tipo de acuerdo de las huestes de Pablo Manuel Iglesias con el resto de la izquierda, pero, vistos los antecedentes y las experiencias habidas, ya se ha constatado que eso es imposible. El único lenguaje que entienden desde podemos no es el de colaboración con otras fuerzas políticas, sino la absorción por las buenas, como han hecho con IU. De momento, el bocado del PSOE es demasiado grande para sus anhelantes fauces políticas.

De ellos, se puede esperar siempre lo peor, como que hagan una coalición bajo cuerda con la derecha, como sucede en esta nuestra populosa villa marinera o que les moleste la celebración de los premios Princesa de Asturias, como viene acaeciendo en la capital de la provincia. Hoy por hoy, son lo peorcito del panorama político y a sus filas van a parar y juntarse los más nefastos de los actuales representantes del actual panorama político.

Hay otros jabalíes, los de verdad, con sus hocicos y pezuñas que últimamente se han decidido a realizar incursiones por nuestras áreas urbanas. Al parecer, no es cosa privativa de nuestra verde provincia y ocurre en otras villas y ciudades. Abundan los jabalíes de, digamos, pura raza y los cruzados con cerdos vietnamitas que, en algún momento de su tierna infancia, fueron adoptados por algún humano como animal de compañía y que, al crecer, fueron abandonados en el campo a su suerte.

El caso es que, al igual que sus émulos parlamentarios, que todo lo lían en las cámaras de representación política, los jabalíes de verdad se han convertido en un problema para el sano devenir de la organización de la cosa urbana. El asunto, por lo visto, va para largo y ya hasta uno de esos genios incrustados a dedo en la gestión pública nos ha advertido a los asturianos que hemos de ir acostumbrándonos a la convivencia con los jabalíes. Lo que no sabemos es si la mente privilegiada con cargo político se refería a todos, a los de especie salvaje, a los híbridos o a los figurados parlamentarios.

Abstenerse no es apoyar

A pesar de los pesares y de su menguada representación parlamentaria, el PSOE está de moda. No es su representante quien se juega la presidencia del gobierno ni andan por los juzgados antiguos capitostes suyos, pero están de moda los socialistas. Se dice de ellos que tienen la llave de la gobernabilidad, es decir, ellos no pueden ser, pero son cooperadores necesarios que faciliten que otros se alcen con el gobierno, precisamente los del PP, sus oponentes de toda la vida. La situación de la centenaria formación política es enrevesada y los más recalentados de sus militantes, antes que facilitar otro gobierno de Mariano Rajoy parece que prefirieran la desaparición de sus siglas. Sin embargo, gran parte de sus líderes regionales, que por algo están a la cabeza de las sus respectivas federaciones regionales, se lo toman con algo más de frialdad y, aún con gran disgusto, optan por una abstención en la votación de investidura antes de que la opinión pública les eche en cara la ausencia de gobernabilidad en la nación. No es así, pero lo parece y hay una gran cantidad de ciudadanos que están convencidos de ello. Por eso, para no quedarse definitivamente sin partido optan por una mala solución, pero que no es la peor de las soluciones.

Luego está la cuestión catalana. Si los socialistas no viven sus mejores momentos políticos, por aquella parte están bajo mínimos y, en sus condiciones, se quieren agarrar al clavo ardiendo de formar parte del lado nacionalista, aunque les resulte reductor, y sienten que debilitar la posición del PSOE en el conjunto de España ayudaría a que se ablandara su firme posición de no permitir la segregación catalana del resto del estado.

En nuestra pequeña provincia, hay de todo respecto a la cuestión de marras. Brotan expertos por todas partes que hasta confunden el número de los que intervienen en uno o en otro sentido durante una asamblea meramente informativa con una votación en toda regla, sin darse cuenta que son más decisivos los muchos que callan que los pocos que alzan su voz.

No es precisamente el PSOE una fuerza política discreta que resuelva sus diferencias con discreción y en reservada voz baja, más bien al contrario, suelen hacerlo con gran aparato y estridencia, al estilo español, en voz bien alta. Para ayudar un poco más a la vocinglería general, esta vez hay, además, redes sociales que amplifican y ayudan un poco más a la confusión.

No, esta vez no es diferente que las anteriores. Hay la suerte que, al frente de la comisión gestora socialista está Javier Fernández, que parece el hombre tranquilo, y que ha dejado claros dos conceptos: el primero es que o hay abstención o vamos a nuevas elecciones y el segundo es que abstenerse no significa apoyar.

Luego están los más agitadores que, en esta ocasión, demuestran poca pericia. Por ejemplo recogen firmas para que se convoque elecciones primarias para nombrar un secretario general y un congreso extraordinario, cuando, en realidad ya se sabe que, a corto plazo, los socialistas tendrán que acudir a elecciones primarias y reunirse en congreso. Pero agitar este tipo de cartelones viste mucho, aunque significa bien poco. Lo que importa es que, para general tranquilidad, pronto tengamos un gobierno que no esté en funciones, aunque el partido que lo sustente ande enredado por los tribunales con ominosos casos de corrupción y que hasta ahora no tenga demostrado muy claro cuál es su interés prioritario, si el general de todos los españoles u otros más espurios y menos presentables. Definitivamente, abstenerse no es apoyar.

El cartel de la risa

Después de veinte años en el mismo escaparate en el barrio del Carmen de esta nuestra populosa villa marinera, el cartel de Cubiella se ha hecho famoso gracias a una torpeza burocrática de un organismo del Gobierno del Principado: el Instituto Asturiano de la Mujer. Si hubiera sido otro organismo cualquiera el productor del desmán, hubieran corrido los ríos de los reproches o de las risas, pero al tratarse de algo que toca, bien que colateralmente, al asunto del tratamiento de la mujer, se coge con pinzas y casi nadie se atreve a decir que la petición del burócrata de turno denota un alto grado de tontuna administrativa. Sí, se da la noticia en los medios de comunicación, pero con mucho cuidado porque se corre el peligro de que una miríada de furibundas organizaciones salten como movidas por un resorte en contra de quien ose criticar la tremenda y jocosa metedura de pata.

La comunicación administrativa al establecimiento comercial tiene toda la pinta de un antiguo oficio inquisitorial. Ha surgido, al parecer, una nueva oficina regional que vela por las buenas costumbres de lo políticamente correcto. Tendría que estar la modelo de la foto que representa a una gimnasta con un aro ataviada con un «burka», ¿o eso también tendría que estar fuera de la exhibición pública? En todo caso, ¿cuál cree el Instituto de la Mujer asturiano que ha de ser la vestimenta correcta y cuántos los centímetros de piel de señora que se pueden mostrar en un cartel comercial? Por lo que se ve, hay entidades oficiales, a las que se les supone que deben actuar con equilibrio y ponderación, susceptibles de convertirse en peligrosos órganos que pretenden inmiscuirse en las libertades de los demás sin distinguir hasta dónde ha de llegar el ámbito del intervencionismo público.

En fin, que la pudibunda actuación del instituto que ha de velar por la igualdad y bienestar de las mujeres se parece más a la de una pacata cofradía de marías de los sagrarios que a las de una oficina perteneciente a una administración pública neutra que no se inmiscuya en el ámbito privado, máxime cuando ni tan siquiera se puede aplicar la afilada y resbaladiza figura del escándalo público. No. Esta vez, un organismo como el Instituto Asturiano de la Mujer que tan buenos servicios ha rendido a la comunidad ha cometido una equivocación de las que son capaces de ensombrecer años de excelentes y probas acciones en pro de la sociedad en su conjunto y de las mujeres, sobre todo de aquellas en estado de mayor fragilidad, por lo que cabe una pública rectificación acorde con la atolondrada actuación.

Aquí en nuestro pueblo, se sigue persistiendo en el error: si por verano ya se convino que la utilización del solarón de las vías para organizar fiestorros era un error, los responsables de los circenses locales ya tienen previsto instalar para las navidades una pista de patinaje sobre hielo y alguna que otra atracción. En un lugar destinado a ser edificado no conviene darle otro tipo de utilidades porque los del público nos acostumbramos y luego nos sobran los edificios y armamos un cisco cuando llegan las excavadoras, las grúas, los camiones con ladrillos y las hormigoneras. Pero las buenas gentes de Divertia insisten y retozan cual tiernas criaturillas entre sus equivocaciones. A la vez, dejan al descubierto su espíritu cortoplacista y se aplican con fruición al viejo principio del «después de mí, el diluvio», con lo que demuestran, una vez más, el poco sentido de ciudad del grupo de mandamases foristas con su caritativa cirujana al frente. Lo más probable es que, dado su céntrico emplazamiento y rodeada de paradas de autobuses, la ubicación sea un éxito por la afluencia de público. Y es probable que los responsables de los festejos se froten las manos, terminado el periodo vacacional y, con los números en la mano nos vengan a contar lo acertado de su decisión. Pero habrán demostrado también que han olvidado el viejo principio de que, en el gobierno de las empresas humanas, no siempre lo bueno es lo conveniente.

Peliaguda elección

Las convulsiones internas entre los socialistas han copado la actualidad y hasta casi se nos ha olvidado hablar del tiempo en el ascensor En nuestro pueblo y en la provincia toda se ha dado un curioso fenómeno: salvo algún exabrupto u opinión airada, proveniente de alguno de los contados calientes de siempre, los más destacados representantes del socialismo local han desplegado grandes dosis de prudencia, aparentemente dejando los asuntos en manos de Javier Fernández que, él sí, se marcó a modo. Tanto que, ahora, ocupa la presidencia de la comisión gestora tras la dimisión de Pedro Sánchez.

La experiencia asturiana le basta y le sobra a Javier Fernández para saber que, por su número de diputados, no puede soñar con formar gobierno y menos con la gente de Podemos como socios o apoyo de un virtual gobierno. Su volubilidad, la de las gentes de Pablo Manuel Iglesias, es proverbial: lo está sufriendo ahora, sin ir más lejos, el presidente de Castilla – La Mancha, Emiliano García Page. De la poca seriedad política de Podemos tendríamos para proporcionar ejemplos en esta populosa villa y concejo para llenar un largo tren.

Descartada la opción más suicida -una coalición con la formación morada-, a los socialistas les queda solamente ensayar aquella opción que consideren como el daño menor y que les deje colocados en la mejor de las posiciones posibles de cara a la siguiente convocatoria electoral, sea el que sea el tiempo en que se produzca, dos meses o dos años.

Para aligerar un poco de tan enjundiosas cuestiones, hablemos del menguado certamen de cine de la localidad y de sus peregrinos vericuetos. El defenestradito director, que se supone perpetrará su última organización festivalera, ya se ha quejado por la bajada del presupuesto, pasando indecorosamente la patata caliente hacia arriba, es decir, el concejal de circo festivo y la propia cirujana caritativa, a la sazón primera autoridad. Ya que lo echan, por lo menos meter un poco de ruido y lavarse las manos por lo que pueda pasar.

No sería de extrañar que este inoperante director se presente al concurso convocado para buscarle sustituto. Por lo menos, el interesado no lo ha descartado y hasta es probable que esté apretando las tuercas, o ya lo haya hecho, a los amarres que dieron con él en tan delicado cometido.

Será difícil recuperar lo que se ha perdido durante las ediciones de los últimos cinco años. Ciertos intangibles, como el prestigio de una manifestación artística cíclica, un festival cinematográfico en el caso que nos ocupa, se consigue a lo largo del tiempo, marcando una línea concreta y coherente año tras año, hasta que los aficionados y los medios especializados, primero, y los más genéricos, por fin, le reconocen una posición de privilegio en su género. Eso es lo que ha perdido el fenómeno enchufado estos últimos años en el certamen gijonés. Claro que habrá que hacer limpieza para que se produzca el rebote y la cosa, si tiene enmienda, vuelva a marchar hacia arriba en lugar de caer en una sima profunda.

Como hemos visto con el PSOE, caer al fondo del pozo es facilísimo, pero salir de él y recuperar las posiciones perdidas requiere tiempo y tacto y, por qué no, alguna fuerza que ayude. Poco importa si la experiencia del futuro director del festival del cine acumula experiencia o no. Lo que interesa es su conocimiento del medio y una idea clara de lo que pretende hacer. Desde que fue creado como un certamen para cine infantil y juvenil hasta hoy, ha pasado por múltiples avatares y muchas manos lo han dirigido. Durante la anterior etapa a esta decadente de ahora, había una línea bien marcada que podía gustar o no, pero que consiguió colocar al certamen en una posición clara y envidiable. Ojalá, una vez desaparecido de la escena el actual incompetente, aunque sea por casualidad, los actuales gestores de los festejos acierten con la elección.