El conde se solivianta

Parece que anda inquieto el actual conde Revillagigedo por la utilización que su legítimo propietario hace de lo que fue una antigua posesión de su familia en la antigua plaza de la Barquera, actual del Marqués, y que ya no lo es, como tampoco ya el titular del condado de marras es el cacique número uno de esta villa marinera y su concejo. Ya desde antes de heredar el título, su actual poseedor revolvió por ver si podía llevar a efecto la cesión de su archivo en no muy claras condiciones y, encima, lo colocaba en lo que fuera su antiguo palacio.

Lo que el padre del actual conde vendió fue una posesión en penoso estado de conservación y que hubo de ser objeto de una profunda rehabilitación para convertirlo en un espacio habitable y utilizable, incluido el acondicionamiento de la anexa colegiata de San Juan Bautista como salón de actos.

En la rehabilitación tuvieron que ver las administraciones local y regional, pero sobre todo, la Obra Social y Cultural de la antigua caja de Ahorros de Asturias que convirtió al palacio de Revillagigedo en un centro cultural que, con la reconversión de la caja en banco, suprimió las actividades culturales, aunque sigue contribuyendo al mantenimiento en condiciones del edificio y alquilándolo para diversos eventos. Y eso parece que al conde no le gusta.

Amenaza el inquieto conde con estudiar si fuera posible la reversión de la propiedad. Probablemente va listo, pero avisa de que si no se hacen las cosas como a él le gustan igual hay pleito. Y, entre una advertencia y otra, vuelve a darle vueltas a la colocación de su archivo. Dice que tan importantes papeles se los rifan otras localidades o entidades y que vaya mal ojo el de nuestro ayuntamiento o gobierno regional que hacen oídos sordos a su pretendida magnífica oferta.

Puede ser que el tal archivo guarde interesantes legajos u objetos de interesante estudio, pero tendrían que darse en los tiempos que corren circunstancias extraordinarias para que pasara a dominio público y, naturalmente, sin condiciones extrañas que dieran pie al mangoneo del mismo por parte del conde, sino dado a la custodia de las administraciones públicas incondicionalmente. Aunque ya decimos que seguramente no es el mejor momento el actual para que un particular ceda el archivo de su casa, mediante estipendio que se presume cuantioso, al procomún. No andan los hornos de los dineros públicos para esos bollos.

Los condes de ahora ya no son como los de antes. Al que nos referimos aquí, con antecesores de pomposos uniformes, con retratos en el salón consistorial de recepciones, y mandamases en la villa y su concejo, no le duelen prendas y quiere levantar un pabellón para bodas, bautizos y comuniones en el hermoso predio de su propiedad en Deva, en donde se ubica una de las casonas familiares de referencia. El conde se mete a negocios hosteleros, como ya han hecho, o tenido que hacer en algunas de sus emblemáticas posesiones con tal de mantenerlas, ciertos representantes de la burguesía local.

Sin embargo, eso de colocar el archivo familiar, por interesante que sea, y recuperar el palacio, una vez cobrado -vendido, no donado, por mucho o poco- y rehabilitado y conservado durante años por sus nuevos propietarios es cosa de un gran desahogo que indica un cierto aire de posesión sobre lo que aún debe reputar como propio.

Hay quien le baila el agua al conde, quién sabe por qué interés, y todavía dobla el espinazo político como si el túnel del tiempo nos hubiese transportado cien años atrás. Y no. Han cambiado las cosas y ahora el conde de Revillagigedo, que probablemente ni tan siquiera está empadronado en la localidad, lo tiene más crudo para imponer su voluntad y hacer de su capa un sayo en este pueblo nuestro. Esperemos que las autoridades, democráticas, por supuesto, no dejen que se nos cuele por algún resquicio administrativo ningún elefante blanco ni pariente cercano o lejano.

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